Con la satisfacción personal de haber encontrado una vocación profesional que se ha convertido en una forma de vida, el durangarra Josean Garcia –escribe así su apellido– sigue dedicándose en cuerpo y alma al soplado de vidrio, uno de los oficios artesanales más complicados y que tiene sus orígenes en la antigua Roma, en el primer siglo Antes de Cristo. Una técnica milenaria que sobrevive en pleno siglo XXI. “Debes controlar una materia que está a 1.100 grados, que no puedes tocar con las manos, que se mueve y una vez que empiezas a transformar una pieza tienes que acabarla. Es un oficio muy duro físicamente porque trabajas con mucho calor, que requiere altísima concentración, pero tengo claro que es mi vida, es algo que hago por pasión y si me da para sobrevivir me basta, más que suficiente”, afirma con devoción el artista que firma sus creaciones bajo la firma de JoGa Glass y que desde el 2011 regenta un pequeño taller ubicado en el centro de Turín, en Italia.

Fue hace más de dos décadas cuando descubrió este oficio. “Trabajaba en una fábrica del mundo del metal y lo tenía todo, pero no tenía nada; me faltaban cantidad de cosas y como siempre me ha gustado comunicar, decidí marcharme de Durango para estudiar inglés en Edimburgo”, recuerda el artesano que, por aquel entonces, había cumplido los 25 años.

Corría el año 2002 y tras estudiar inglés durante un año, apostó por hacer algo más artístico y se apuntó a un curso para diseñar vidrieras. “Me gustaron tanto los reflejos, las luces y los colores del vidrio que decidí acudir a la Universidad de Bellas Artes en Edimburgo, donde enseñaban las diferentes técnicas para trabajar el vidrio y una de ellas es el soplado. Me fascinó. Desde el primer día me di cuenta de que había un motivo para levantarme de la cama y que era a lo que me quería por el resto de mi vida”, relata el creador que, al terminar sus estudios universitarios, fue capaz de hacer unos torsos gigantes, pero quería avanzar y descubrir todos los secretos de esta técnica.

Casualidades de la vida o del destino, durante su estancia en Escocia conoció también a Valeria, su compañera de vida. “Ella es mitad escocesa, mitad italiana y quería volver a Italia. Yo había terminado la universidad, pero realmente no sabía nada por lo que en 2007 decidimos viajar a Murano que, por aquel entonces, era la cuna del vidrio soplado”, apunta.

Durante su etapa en la isla italiana, conocida por su larga tradición vidriera, pudo aprender las técnicas venecianas. Su mentor fue Davide Salvadore, uno de los maestros muraneses más prestigiosos y referente mundial en el diseño de piezas de cristal. “Tuve la suerte de encontrar a este gran maestro y aunque él ya había formado su equipo, me dio la oportunidad de ir a ver cómo trabajaban durante dos años. Realmente no te enseñan nada, te dicen que se roba con los ojos y yo lo hice, pero saber cómo se hace no significa que sepas hacerlo y me di cuenta de que necesitaba un horno para empezar a crear”.

SU PROPIO HORNO

Para manejar el vidrio soplado “necesitas un horno que va a 1.100 grados, que esté encendido los siete días de la semana las 24 horas”, algo que económicamente no resultaba inviable para el joven aprendiz, por lo que tras su paso por Murano decidió volver a casa para construir un horno que le permitiera empezar a confeccionar sus primeras piezas. “Las creaciones de Salvadore se basan en una técnica desarrollada en Murano en el año 1500: la famosa murrina, que consiste en usar el vidrio en frío en barras de colores y luego va al horno para poder ser transformados. Esta técnica me permite utilizar un horno que puedo encender y apagar cuando quiera”, comenta orgulloso de su horno artesanal que transportó hasta Turín.

Y así, es capaz de elaborar piezas únicas e irrepetibles que se pueden ver en su web y en redes sociales. “Básicamente creo joyas, vasos, algunas esculturas, jarrones y cosas para casa”, enumera.

A sus 48 años, seguirá volcado en su gran pasión de la que sigue aprendiendo cada día. “Cuando empecé hacía mercados e iba a ferias, pero desde 2011 estoy en mi taller de Turín que está abierto al público y donde cuento con una pequeña exposición. Cuando la gente viene si no estoy soplando les invito a ver un vídeo, les explico todo el proceso” y también suele participar en talleres, formaciones y demostraciones de soplado de vidrio para colegios, asociaciones y grupos.