Los redondos y entrañables ojos de Venancio Aurrekoetxea Beitia, Palo, se cerraron el pasado martes; se apagó también su siempre despierta cabeza, que llegó a contar 93 vueltas al sol. Enmudeció el “anciano prolongado charlatán”, como él mismo se definía hace casi un año en las páginas de este periódico, al que abrió las puertas de su casa de Leioa con cercanía y afecto. Era una persona “excepcional y un vecino ejemplar, siempre dispuesto a ayudar a los demás”, como proclamaron quienes vivían a su lado, en San Bartolomé, que no dudaron en rendirle un sentido y merecido homenaje –de esos detalles fabulosos de barrio, de esencia pura de pueblo–. Fue en julio de 2023 y se lo brindaron por eso: por ser un grande y por su contribución a los herri kirolak. El carrejo de San Bartolomé luce orgulloso su nombre y cuenta con una placa que resume su trayectoria. Ahí quedará para siempre, como su recuerdo.
“Hablaba hasta con una piedra y le daba igual la ideología política. Dispuesto a ayudar en todo momento y gran forofo del Athletic, siempre que podía iba a ver los partidos aquí y en el extranjero. Y era amante de la buena comida y del buen vino, que no raspe, como decía el”. Así perpetúa parte de su memoria uno de sus sobrinos, Iker Camiruaga. Palo pudo sentir y disfrutar hasta el infinito, por lo tanto, con la última gabarra. La primera para tantos y tantos; la tercera para él. Pero entre medias, un buen puñado de décadas salpicadas de disgustos y uyyyys rojiblancos. “Siempre decía nadar y nadar para ahogarse en la orilla”, recuerda Iker, cuando su querido Athletic se empeñaba en quedarse fuera de juego.
El recorrido de Palo estuvo esculpido, sin duda, por el deporte, y en especial, por los herri kirolak. “Este leioaztarra de pro comenzó a hacer sus pinitos en el deporte rural vasco en 1942, cuando era apenas un chaval, y se mantuvo activo durante unos impresionantes cincuenta años, hasta su retiro en 1992, o como él mismo suele decir, cuando decidió cortarse la coleta. Si bien inicialmente incursionó en la modalidad de arrastre con bueyes, luego dio el salto al mundo del arrastre con caballos y burros, y ha sido en el desempeño de esta última disciplina en la que se hizo reconocido por todos nosotros. Es un todoterreno y, por todo ello, un verdadero orgullo para nuestro querido Leioa”. Así reza parte del escrito dedicado a Venancio que emociona en el carrejo de San Bartolomé. “Yo siempre he sido muy andarín y vi un día en Lauquíniz (Laukiz) unas pruebas de burros y pensé: ¿Esto por qué no hacemos en el barrio? Si tenemos burros en todos los caseríos… Bueno, había burros de dos patas también, más que de cuatro, incluso. Fui donde un amigo y le dije: Vamos a organizar unas pruebas. Y me contestó: ¿Tú estás loco?”, contaba en estas páginas al hilo de su homenaje.
Se van, por la ley más poderosa de todas, la de vida, las miradas y las voces testigos de una época, la del Leioa esparcido y rural, la del municipio que transicionó a la modernidad, a la ciudad universitaria, a la tecnológica del siglo XXI. Palo trabajó en el Ayuntamiento de Getxo, en su oficina técnica, después de estar en un matadero. También fue concejal en el Consistorio de Leioa y presidente de la Asociación de Labradores y Ganaderos del municipio. “Y lo sigo siendo porque nadie me ha dicho que no”, aseguraba a este diario con su buen humor habitual. Ahora seguirá provocando sonrisas por allá.
El apunte
“Este leioaztarra de pro comenzó a hacer sus pinitos en el deporte rural vasco en 1942, cuando era apenas un chaval, y se mantuvo activo durante unos impresionantes cincuenta años, hasta su retiro en 1992, o como él mismo suele decir, cuando decidió cortarse la coleta. Si bien inicialmente incursionó en la modalidad de arrastre con bueyes, luego dio el salto al mundo del arrastre con caballos y burros, y ha sido en el desempeño de esta última disciplina en la que se hizo reconocido por todos nosotros. Además, ‘Palo’ ha representado con orgullo a Leioa. Es un todoterreno y, por todo ello, un verdadero orgullo para nuestro querido Leioa”.