La estrategia Emakumeak de la Diputación Foral de Bizkaia en favor del feminismo y la igualdad de mujeres y hombres retomó su agenda con dos nuevas actividades programadas para este martes y miércoles que invitan a reflexionar sobre el papel de las mujeres en la religión. La segunda de las jornadas, titulada Las rebeldes de ayer y hoy en el cristianismo, contó con la participación de Teresa Casillas, miembro del comité ejecutivo del Consejo de Mujeres Católicas. Para Teresa Casillas, la Iglesia debería replantearse el rumbo que está tomando y plantearse el regreso a un origen en el que las mujeres y los hombres estaban a la par en cuanto a la igualdad.

¿Qué objetivos tienen en el Consejo de Mujeres Católicas?

—Tenemos dos objetivos. Sensibilizar a la Iglesia de que esto que vivimos es una injusticia no solo social, sino que es algo muy distante de la comunidad de Jesús. Por un lado eso y por otro apoyarnos entre las que queremos vivir otra espiritualidad y apoyarnos entre las que sufren estas desigualdades. Bueno, todas las sufrimos, pero yo diría que especialmente las que tienen una vocación, por ejemplo, a vivir el sacerdocio, la ministerialidad, y no pueden hacerlo. Entonces, queremos apoyarnos como comunidad de mujeres.

¿Cuáles diría que son las diferencias entre un hombre y una mujer?

—Nosotras creemos que no hay diferencia entre hombre y mujer. Somos seres humanos creados y amados por Dios y sin embargo se nos condiciona a un rol de cuidadoras. El poder, el dominio, la decisión, incluso la representación divina, la tienen los hombres. Nosotras tenemos un lema cuando vamos a las manifestaciones, limpiar y poner flores que lo hagan los señores, porque al final se nos asigna ese papel secundario, la catequesis, los niños...

¿Qué plantean desde el comité ejecutivo?

—Nosotras teníamos puesta la esperanza en este camino sinodal que había propuesto Francisco y nos sentimos un poco decepcionadas, sobre todo por las últimas declaraciones que aparecieron en prensa de Francisco porque nosotras queremos la igualdad. Cuando hablamos de igual dignidad, pensamos que tanto hombres como mujeres tienen derecho a lo mismo, entonces, si hay un ministerio sacerdotal: ¿Cuál es la razón teológica y antropológica por la que la mujer no pueda acceder a esos ministerios? Y ya después, no solo a los ministerios sino a los espacios de toma de decisión, por ejemplo.

¿Qué considera que tiene que tiene que cambiar?

—Creo que se tendría que volver al origen. Aunque lo han ido borrando de los textos y de las referencias, en la comunidad que fundó Jesús, las mujeres estaban en el mismo plano que los hombres. Celebraban y predicaban en sus casas y lideraban la comunidad igual hombres que mujeres. Pero eso se fue borrando, a medida que la Iglesia se fue ligando a lo establecido y eso se perdió. Entonces, sería revivir esa comunidad de creyentes que vivió Jesús.

¿Es una opción real?

—Muchas mujeres lo viven con incredulidad y piensan que es un imposible. Yo tenía esperanzas en Francisco porque es una persona abierta que tiene esta mirada sobre lo ecológico y social pero parece que no es tan inclusiva con las mujeres. Ojalá se pueda hacer, ojalá. Lo deseo sobre todo por todas las que vienen detrás nuestro. Por tantas mujeres y tantos hombres jóvenes que no entienden una Iglesia en la que haya dos niveles. Por ellas, ojalá sea posible.

¿Cómo calificaría el pronunciamiento de las clarisas?

—Últimamente en la Iglesia hay una corriente muy fuerte de vuelta atrás y de conservadurismo, y eso nos limita a las mujeres. Ellas están convencidas de que eso es así, eso les da seguridad. Y lo que yo he visto publicado es una vuelta tan atrás que cuesta creerlo. El patriarcado está metido hasta dentro de cada una y cada uno de nosotros. Y muchas mujeres, sin llegar a los extremos de estas religiosas, aceptan y asumen un rol determinado, preestablecido y una manera de ser Iglesia preestablecida.

En cuanto a la igualdad en la Iglesia, ¿perjudica a las mujeres?

—Yo creo que perjudica. Sin embargo, pone de manifiesto y saca a la luz algo que hay por debajo, que es la oposición a Francisco, a la renovación, al cambio y al protagonismo de los fieles en igualdad con el clero. Y lo pone de manifiesto porque este movimiento es real que está aquí.

Por otro lado, ¿se podría considerar como una forma de rebelión contra la Iglesia?

—No he leído en profundidad pero ellas quieren una reglamentación y este papel de la Iglesia y del capellán por encima. No he leído exactamente el comunicado que ellas ponen pero es como una vuelta atrás pero no tan atrás como a nosotras nos gustaría sino una vuelta a la norma, a la rigidez y a la inflexibilidad.

¿Es todo lo contrario a lo que impulsan como mujeres desde el Consejo de Mujeres Católicas?

—Eso lo tenemos claro. Unirnos todas es difícil porque hay muchas mujeres que están convencidas de que nosotras tenemos un papel secundario en la sociedad y en la Iglesia. Yo creo que todo debate siempre es interesante. Saca a la luz y pone en manifiesto siempre cuestiones. Yo soy más amiga de las preguntas que de las respuestas, entonces está bien que personas se manifiesten y digan cosas. Hasta qué punto hay detrás una orquestación y una manipulación hay que verlo.

¿En qué aspectos les perjudica?

—No nos perjudica directamente, yo creo que va en contra de los avances de la Iglesia sobre todo en contra del camino sinodal de esta nueva visión de la Iglesia circular en la que todos somos iguales. En concreto va en contra de eso. Contra nuestra lucha como mujeres por la igual dignidad a lo mejor no, a lo mejor que unas mujeres se manifiesten y alcen la voz está bien. l