Los caminos a cielo descubierto de Leioa han unido, tantas y tantas veces que no llegan a atinarse con certeza, a dos referencias: Umore Azoka, la feria de artistas callejeros del municipio, y Gorakada, la compañía de Abadiño que desde hace casi cuarenta años alumbra el nombre creativo de Euskadi por aquí, por allá y por más allá: premios Fetén, giras estatales, actuaciones internacionales, sello personal, ejemplo de tradición y de renovación... Y siempre, o casi, por lo menos, una agrupación presente en Umore Azoka, la alfombra roja urbana para las artes escénicas, que desde el pasado jueves interpreta, baila, canta, sonríe, embauca y sorprende por mucho que la lluvia se una a la fiesta y haga activar el plan B para ponerse a resguardo: en el frontón, en soportales, en la stoa... El telón baja hoy, la feria despide su XXIV acto, y Gorakada habrá dejado en las baldosas de Leioa dos representaciones de La kermés del vermú, un maremágnum de chispazos musicales y teatrales, con un vistazo atrás, con energía y que transmite, que deja poso.

“Hoy en día, predomina el entretenimiento, que está muy bien y es necesario, pero se está quitando el valor al mensaje y al contenido, que seas un poco crítico hacia esa sociedad consumista en la que todo va deprisa. Yo creo que las artes escénicas vamos más lentas y eso a la sociedad le viene bien, a mi parecer. Yo digo que, en vez de digitales, las artes escénicas somos analógicas, sin rehuir de la tecnología, que la utilizamos, nos viene muy bien y nos beneficia en muchas cosas. Que quieras contar una historia a la gente, en estos momentos de todo rápido, a priori parece que no va a funcionar, pero sí y el público se sorprende. Y sin necesidad de grandilocuencia”, reflexiona Alex Díaz, director y productor de Gorakada y también director artístico de la obra que tan buen sabor de boca ha dejado en el evento de Leioa. La kermés del vermú, servido por charlatanes ambulantes, maestros del decir rápido y vendedores de lo invendible... “Es un homenaje a los viejos feriantes que iban queriendo vender elixires, cuchillas de afeitar, peladores de patatas… Nuestra vendedora, que es la actriz y cantante Sandra Fernández de Aguirre, le dice al público que en estos momentos no se vende nada, que los comercios están cerrados, que a nadie le interesa comprar un reloj, por lo que lo único que le podemos ofrecer es arte. Así que montamos una verbena”, repasa Díaz. “Pero hay un personaje, su padre, el viejo feriante, que hace apariciones queriendo decir que él arregla toda esta situación y sale a ofrecer relojes, maquinillas de afeitar… Pero su hija le contesta: ¿No te das cuenta de que no hay nada que vender? Así que vamos a organizar un concurso de baile”, añade el director de la original pieza. Ese es el resumen de casi una hora de ritmos musicales y pinceladas teatrales, con más ingredientes y envoltorio. “Llevamos a cuatro músicos excelentes en la compañía: Unai Laso, al acordeón diatónico; Asier Ituarte, al bombardino; Unai Celaya, al violín y Fran Lasuen, percusión voz”, señala Díaz. Así que este montaje “se convierte en una verbena popular con una sorpresa al final”, deja caer el director de Gorakada aludiendo a su kermés, un sustantivo femenino no tal usual que significa fiesta popular al aire libre, con bailes, rifas, concursos, etcétera.

Por lo tanto, Gorakada ha sido estos días la encargada del aperitivo en Umore Azoka, que reúne en esta edición a 41 compañías, además de favorecer actividades y encuentros para profesionales del sector, como, por ejemplo, la reunión de programadores de Sarea y de las compañías y distribuidoras socias de Artekale. Es lo que ocurre entre bambalinas, donde no apuntan los focos, donde no entran los ojos de los espectadores, pero que es vida para los artistas. “Para nosotros, es algo muy importante estar en esta feria en la medida en la que es un buen escaparate tanto a nivel de Euskadi y de España y de que vienen compañías internacionales. Es un lugar donde tienes la oportunidad de mostrar tus actuaciones con un público real que viene a divertirse o a escuchar sin mas y, a la vez, hay un montón de profesionales que están alrededor, con lo que ello supone”, argumenta el integrante de Gorakada. Para ellos, para los creadores, un día en la feria son minutos y minutos de intensidad. “Tenemos reuniones en diferentes mesas de sectores para las contrataciones, con programadores de festivales, de ayuntamientos, de redes de diferentes zonas del Estado e internacionales... Pides citas con ellos y también hay charlas sobre el sector. Luego tienes la oportunidad de ver los espectáculos de otras compañías, de estar con compañeros, con artistas extranjeros… Es muy interesante”, explica Díaz.

Que la rueda no pare de girar, que el telón se alce una y otra vez y que la cultura no sufra todos los golpes. Esos son los anhelos en una etapa que Díaz entiende que “no es fácil”. Y la perspectiva no es buena. “Gorakada tiene un recorrido y tenemos trabajo, pero cada vez empieza a ser menor. Se apunta a una crisis que, como siempre y por desgracia, a los primeros sitios a los que afectará será a la cultura. Todavía sucede muy sutilmente, pero comienzan a recortar: si antes un Ayuntamiento programaba cinco representaciones, ahora programa tres. Así que se complica todo más. Nosotros compensamos porque trabajamos mucho a nivel estatal y salimos de gira. Pero son momentos delicados”, percibe el director y productor de la compañía. Y eso que, a diferencia de lo que sucedía tiempo atrás, “las artes escénicas en la calle están muy puestas en valor: hay mucha creación contemporánea de danza, circo, magia…”, apostilla Díaz. Sin embargo, a su vez, “un teléfono móvil puede entretener a una persona que está sentada en un parque y no tiene necesidad de ir a ningún sitio”, considera. En esa cuerda floja se mueven los artistas, acostumbrados a las zozobras, pero resistentes, como Umore Azoka, contra viento y marea (y lluvia).