Las calles del centro de Altzaga, sin duda, sonríen menos desde que Begoña Urquijo decidió irse, por voluntad propia, a la residencia de la Campa hace unos días. Con esa luz que irradia, Bego, Begoñita, Begotxu, la chica yeyé, la amama de Erandio se subió al taxi y puso rumbo a su nuevo hogar. “Ya es hora de que me cuiden”, razona. Pero ella sigue a tope, con esa energía tan singular, con esas vibraciones tan positivas y contagiosas, con su personalidad tan incomparable.

Han sido jornadas muy emocionantes, tremendamente especiales para ella y para todo un barrio que ha puesto de relieve unión y ternura en tiempos de fango y atrocidades. Begotxu ha dejado su casa, ha sido su cumple: 81 años, y sus vecinos le han brindado una fiesta de celebración, despedida y homenaje. Además, todo ello, todos estos instantes imborrables y muchos más están en la cámara de Aitor López Redondo, ya que está realizando un documental sobre Bego para el curso de Producción de Eventos Audiovisuales que estudia en Tartanga.

“Todo el mundo destaca su simpatía, que tiene una palabra bonita para cualquiera: un niño, un joven, alguien mayor...”

Residencia de la Campa

Así que ahora la buena onda de esta erandioztarra se expande por la residencia de la Campa -habría que verle en la fiesta de sevillanas que montaron hace poco-, pero también por su querido Altzaga, porque por allí sigue apareciendo para alegría de los vecinos. Es una mujer única. Sin complejos, rompedora, dicharachera, bailarina y cantarina, con vitamina, con palabras afectuosas para todos y con saludos optimistas y fieles: ¡Hola, cariño! Abrió las puertas de su casa a este periódico hace pocos años para repasar su vida, para charlar sobre su madre, su hermana, su marido… “Primero se enamoró uno de mí: Iñaki, que era de Barakaldo. En Navidad, me vino con una cesta de mimbre llena de merluzas, cigalas, almejas, langostinos, kokotxas… Y yo pensé que era pescador, pero un amigo suyo me dijo que no y que era riquísimo. Nos enamoramos. Pero luego me topé con el que sería mi marido. Un día fui a la tienda a hacer los recados y me encontré con él; se estaba limpiando las manos, que las tenía todas negras de meterse en las calderas. Me salpicó con el jabón y luego me cogió la mano y fue un flechazo.

Begotxu despierta simpatía en gente de todas las edades

Me cantaba boleros con la guitarra y mi madre decía: Ahí viene el trovador. Él tampoco estaba soltero, pero nos enamoramos. Así que le dije a Iñaki que había tenido un flechazo y que como en el amor no se puede mandar… Pero podía haberme casado con un rico, riquísimo, pero el amor…”, contaba Bego. “Yo era como una muñeca, con 17 años me decían que era como Gilda. Mi hermana sabía coser, entonces yo iba con unos vestuarios como nadie y llamaba la atención. Yo llevaba faldas con aberturas y mi madre me decía: ¿Vas a ir con eso a la calle? Y yo le contestaba que sí: El que quiera que mire y el que no, que se tape los ojos. Cuando bailaba me hacían unos corros… Cosas de las que yo hacía no se veían bien, pero yo las hacía”, rememoraba.

“Se le echa en falta desde que se ha ido a la residencia; Erandio se ha quedado en silencio”

Todos estos recuerdos se los está trasladando ahora a Aitor. “Llevo desde septiembre hablando con ella para el documental. Al principio del curso, nos propusieron hacer un corto, un documental o un videoclip y a mí me vino a la cabeza hacerle un documental homenaje a Bego. La idea ha ido funcionando y ha ido cogiendo volumen”, explica el estudiante. Tal magnitud ha tomado el proyecto que… “La idea era terminarlo al final del curso, pero el tutor me está dejando manga ancha y opina que no sería mala opción estrenarlo en el festival Gure de febrero”, confiesa Aitor. Y es que además de las palabras de Bego, este joven ha recabado opiniones de personal del Ayuntamiento, de coros, grupos de danzas, vecinos… “Meteré totales de gente del pueblo, todo el mundo destaca su simpatía, que tiene una palabra bonita para cualquiera: para un niño, para un adolescente, alguien mayor…”, indica el autor del trabajo. De hecho, vecinos de todas las edades se juntaron el pasado sábado para su fiesta de cumpleaños y de despedida. Unas cien personas le cantaron: Zorionak, zuri! Y ella, con sus labios rojos y su pelo plateado brillante, rió, saludó, abrazó y bailó al ritmo de La chica yeyé, claro. “Se le echa en falta. Erandio se ha quedado en silencio”, admite Aitor. Pero él le dará para siempre voz con su documental.