Si “el talento consiste en cómo vive uno la vida”, según reflejó Ernest Hemingway en su libro Las nieves del Kilimanjaro, puede decirse que el talento del montañero de laukiztarra José Manuel Iñarrea es dar rienda suelta a su pasión por la montaña. Un espíritu aventurero que le ha llevado recientemente hasta Tanzania, donde se encuentra el Kilimanjaro (5.895 metros de altitud), el techo de África, cuya cima ha conseguido alcanzar cumpliendo así una vez más su reto solidario para visibilizar el síndrome de Dravet, una enfermedad que es también conocida como epilepsia mioclónica severa de la infancia.

En este sentido, el Kilimanjaro, una de las siete cumbres del mundo, es también conocido como Uhuru Peak. Se trata de un volcán de triple cumbre –Kibo, el punto más alto, Mawenzi y Shira–, que se encuentra en el noreste de Tanzania, cerca de la frontera con Kenia. Un viaje apasionante al corazón de África en el que Iñarrea ha conseguido añadir una nueva experiencia vital a su mochila, repleta de historias de altura por todo el mundo. Para lograrlo ha tenido que hacer frente a la esencia del Kilimanjaro, una montaña donde conviven diversos ecosistemas como glaciares, desiertos, paisajes alpinos, sabana y selva tropical. Todo ello le han llevado a vivir uno los retos más atractivos a los que se ha enfrentado hasta ahora.

“El Kilimanjaro se podría denominar como una experiencia de montaña-aventura. Tiene una parte importante de montaña, pero el resto es pura aventura”, relata satisfecho el montañero laukiztarra. A la hora de llevar a cabo los preparativos previos a la ascensión, uno de sus mayores temores era administrativo. “El permiso de entrada al parque nacional del Kilimanjaro era lo que más me preocupaba”, recuerda. Una preocupación que finalmente se cumplió. “Tenía planificada una ruta de ascensión rápida, pero ya desde el inicio tuve que afrontar un retraso de más de dos horas para poder entrar al parque nacional. Es una zona que está muy controlada por los militares y no entra cualquiera”, desvela.

Una vez salvado este primer obstáculo, Iñarrea entró en el terreno donde mejor se desenvuelve siguiendo la denominada como ruta Coca Cola. “Hasta los 4.700 metros es una subida asequible para personas que estén medianamente en forma física. La ruta inicial está muy bien señalizada”, detalla. En la parte inicial se encontró con un bosque muy húmedo con la presencia de una gran variedad de especies como, por ejemplo, monos azules antes de dar paso a otro tipo de vegetación. “Según subes, va cambiando por completo la tipología de arbolado”, indica. Precisamente, a partir de los 3.000 metros de altitud, el paisaje ofrecer una imagen completamente diferente. “Se da paso a la estepa, la pradera del Kilimanjaro”, expone.

En su camino a la cumbre pasó por tres campamentos “muy bien equipados” (Mandara Hut, Horombo Hut y Kibo Hut). Tras hacer noche en uno de ellos, encaró el tramo decisivo de su expedición. “En la parte final, por encima de los 4.700 metros, tienes que hacer frente a un desnivel de 1.200 metros”, relata. Una pared exigente con dos kilómetros finales de vértigo en los que se bordea el espectacular cráter nevado. “Me dijeron que no llevara crampones, pero tenía que haberlos llevado porque me di un par de culadas buenas”, recuerda. Sin embargo, todo ello mereció la pena cuando alcanzó al fin puso sus pies sobre la cima. “Fue un momento precioso. Es verdad que hacía mucho frío y viento, pero la sensación fue increíble”, rememora.

Por último, después de cumplir con su propósito solidario y ondear su banderín de Apoyo Dravet en el punto más alto de África, ha aprovechado para descubrir un poco a cerca Tanzania. “Lo que más me ha llamado la atención ha sido la apuesta que tienen por la educación de los niños y niñas”, subraya. Todo ello en un entorno en el que el parque nacional de Kilimanjaro supone “una fuente de ingresos fundamental” para la población local. “Al planificar la expedición estás obligado a contratar a la gente de allí como porteadores y muchísima gente vive de ello y de las propinas que reciben”, concluye.

Otras cimas

El Kilimanjaro ha sido el último desafío de un montañero que atesora un centenar de cumbres por encima de los 2.000 metros desde 2017. Cimas como el Aconcagua (6.961 metros), el Mont Blanc (4.809 metros), el Cervino (4.478 metros), Monte Rosa (4.634 metros), cordillera del Atlas: Toubkal (4.167 metros), Ras (4.083 metros) y Timezguida (4.089 metros), además del Oulmlilene (3.860 metros); así como su espectacular asalto a cinco cumbres míticas de Pirineos en cinco días: Aneto (3.404 metros), Posets (3.368 metros), Monte Perdido (3.355 metros), Vignemale (3.298 metros) y Balaitús (3.144 metros) o más recientemente, el pico Comapedrosa (2.942 metros), techo de Andorra, entre otras. l