Desde que se tienen registros -el caso más antiguo data de 1976-, en Euskadi hay 162 personas que constan como desaparecidas, de las cuales 90 son de Bizkaia. “Hay un perfil que viene a ser el de un joven varón, menor de 20 años y nacional”, dibuja Hugo Prieto, jefe de la Unidad de Coordinación y Cooperación de la Ertzaintza y representante de este cuerpo en el Centro Nacional de Desaparecidos. Los datos lo corroboran. De hecho, según detalla, “la mitad de las 90 personas que siguen actualmente desaparecidas en el territorio, 48 en concreto, son fugadas de centros o pisos de acogida”.

En Bizkaia se interpusieron el año pasado 678 denuncias por desaparición, pero solo 370 personas se ausentaron sin dejar rastro. Eso sí, algunas lo hicieron en más de una ocasión. “Hay una reincidencia muy importante, personas que desaparecen dos o tres veces al año y se recoge la denuncia y se hace la búsqueda igual”, explica Prieto.

De todos los casos de personas que siguen en paradero desconocido en el territorio, se sospecha que en cuatro “hay indicios de criminalidad”. Se trata, según detalla el comisario, de las desapariciones de Maite Eguiguren Arauco, en Zaldibar; Ángel Echevarría Cordón, en Bilbao; Miguel Ángel Castilla, en Amorebieta, y de un secuestro parental en Ugao-Miraballes. En referencia a este último asunto, explica que “está fuera del País Vasco y estamos haciendo gestiones para ubicarle. El problema de los secuestros parentales es que muchas veces sabemos con quién está el menor y dónde. El problema es volver otra vez a traerlo con su madre o con su padre, dependiendo de quién tenga la custodia”.

Menos denuncias

Mientras que la cifra de comunicaciones por desaparición se mantiene constante en la CAV entre las 4.500 y las 5.000 anuales, las denuncias han ido descendiendo en los últimos ocho años gracias a “la actuación conjunta entre la Policía y las familias en hacer las primeras indagaciones”. Tras recordar que “no hay que esperar 24 horas para denunciar una desaparición”, Prieto explica que, “desde un primer momento, cuando se hace una primera llamada, ya se hacen unas ciertas acciones de búsqueda a nivel de sistemas informáticos, registro de hoteles, si la persona puede estar hospitalizada... Además, se les dan una serie de indicaciones a las familias para que realicen algunas indagaciones. En esos primeros momentos en muchas ocasiones se localiza a la persona desaparecida o ella misma, al ver que se la está buscando, regresa”, explica el comisario, quien enumera algunas recomendaciones que las familias de las personas desaparecidas deben tener en cuenta tras echarlas en falta, como “no llamar mucho a su móvil para que no se agote la batería y poder geolocalizarla o contar la verdad, si hubo alguna discusión o tenía algún enemigo”.

Sin avances en el caso de Bilbao Sobre el caso de Juan Luis Ajuria, el hombre enfermo de Parkinson desaparecido en Bilbao el pasado mes de septiembre, Prieto explica que “desgraciadamente no hay avances en la investigación”. “Se han hecho diferentes pesquisas en el entorno del Casco Viejo, revisiones de cámaras para ver si se le veía. Cabiendo la posibilidad de que hubiera caído a la ría, se hizo una revisión de las orillas hasta la desembocadura, pero cuando desapareció existían mareas altas y si hubiese caído, posiblemente ya habría salido a la mar”, afirma y añade que están “volviendo a revisar las cámaras y a dar vueltas por la zona donde desapareció”, porque no les han “reportado que haya aparecido ninguna persona desorientada ni ningún cadáver”.

Aun convencido de que “mientras no aparezca una evidencia de muerte, siempre hay un indicio de vida”, Prieto admite que “el frío, el calor, la sed, el hambre o cualquier caída en esas edades pueden tener un resultado fatal”. “Tampoco sabemos si puede estar en algún sitio donde no sepan quién es y no hayan dado comunicación. No cerramos ninguna puerta a la posibilidad de que pueda aparecer con vida, pero no descartamos la posibilidad de que pueda aparecer un cadáver”, señala.

A Prieto no deja de sorprenderle que en “una sociedad como la nuestra” haya personas a las que se les pierda el rastro. “A veces caminan por donde no hay ninguna cámara o no llevan teléfono. Otras veces, como desaparecer no es un delito, los jueces no nos dan la autorización para solicitar la geolocalización del teléfono. Se van sumando coincidencias o fatalidades que hacen que no se localice a estas personas en una ciudad como Bilbao”, lamenta.