Los diferentes escenarios formados por varias organizaciones de recreadores medievales en las campas situadas en el entorno del imponente castillo de Muñatones y entre sus muros aledaños permitieron que cerca de 800 personas disfrutaran a lo largo del día de ayer de un tránsito por la Edad Media alejado de mitos, leyendas y chascarrillos cinematográficos y literarios. Una puesta en escena con más de una docena de micro espacios centrados en los logros que aquellos antepasados alcanzaron con la tecnología de la época “y que sorprendentemente funcionaba muy bien”, defiende Aidan Kilbride, coordinador de esta séptima edición historicista organizada por la ferrería de El Pobal.
Amantes de la historia medieval procedentes de Andalucía, Castilla y León, La Rioja, Navarra y Euskadi se desperdigaron por el castillo y sus aledaños para ofrecer una visión donde el espectáculo lo ponía la curiosidad de los asistentes por conocer pormenores de los diferentes emplazamientos. “Aquí no hay disfraces, sino reproducciones fieles de los vestidos, vestimentas, armaduras, plantas medicinales o enseres que se utilizaban en esta época y las hacían muy bien, ya que es curioso ver cómo en muchas herencias se mencionan expresamente vestiduras, vestidos y otros objetos que no cabe duda de que debían poseer un valor importante”, remarca Kilbride, un dublinés que lleva media vida en Euskadi.
En esta cita tuvo cabida hasta un scriptorium donde un “monje” franciscano con muchas chispa castellana, Cándido López, de la asociación Nassraten de Valladolid deleitaba a niños y mayores con sus conocimientos del trabajo de los amanuenses y su habilidad para manejar la pluma de ganso , la más codiciada en el época. Con ella enseñó a caligrafiar a más de un asistente.
“La tinta se obtenía tanto de vegetales como de minerales como el lapislázuli que daba el color azul de mayor empaque, el más importante y caro, y que, por ejemplo, representaba la pureza, como puede inferirse de su empleo para pintar el manto de la Virgen María. Había otro azul de menor calidad que se obtenía de la azurita”, explicaba López, quien reseñó que para fabricar la tinta se utilizaba un medio para disolver el pigmento, un aglutinante que permitía pegar la tinta al papel sin que se extendiera de manera controlada: el colorante vegetal o mineral. Otros minerales que se utilizaban profusamente en la Edad media eran el cinabrio para sacar un color rojo, el oro pimente para obtener el amarillo, la malaquita para lograr el verde, el yeso o hueso de animal para lograr el blanco y los metales preciosos como el oro y la plata que se utilizaban para iluminar los textos cuando incidía sobre ellos la luz. “Para el amarillo también valía el azafrán y la hiedra era la base poder un rojo .
Artillería
Al otro lado, la exposición también hacía hueco a elementos tan terribles como un cañón de pólvora cuya irrupción en el mapa de las guerras de reinos y territorios generó importantes cambios en las estructuras militares que debieron engrosar sus muros para resistir los embates de la nueva tecnología surgida en China y que, a través de la India y Oriente llegó a tierras andalusís, donde se tiene constancia de su uso en la península. Pero el uso artillero generó cambios también en las armaduras, que se fueron aligerando de peso para facilitar la movilidad del caballero.
Precisamente, la vestidura del caballero será una de las propuestas a las que se dedicará el pase de hoy que comenzará a las 11.00. Esta edición finalizará con una animada charla sobre La caída de Lope junto a los muros del Castillo de Muñatones que construyera su familia en la localidad de Muskiz.