El pasado domingo falleció Karlos Basterretxea Zurbano, recordado primer alcalde de la democracia del Ayuntamiento de Sopela. El viudo de Mary Álvarez-Cascos tenía 91 años de edad y fue “una persona muy querida en el municipio”, como le recuerda el también exregidor de la localidad y actual lehendakari de la organización municipal jeltzale, Ander Urrutia.

Basterretxea, militante de EAJ-PNV, se encontró el Consistorio sin dinero ni otras posibilidades, con más carencias y necesidades que futuro. Sin embargo, con su equipo logró tirar para adelante. El primer alcalde tras el franquismo y la Guerra Civil obtuvo siete concejales, lo que fue mayoría absoluta al ser un total de trece los existentes en la corporación.

Curiosamente, su tío Constantino Zurbano fue el último máximo representante de Sopela antes de que estallara la guerra motivada por un golpe de Estado dado por militares españoles contrarios a la legítima Segunda República. “Por lo tanto, la misma familia contó con el último alcalde de la democracia republicana y el primero de la actual”, resume Urrutia a DEIA.

Karlos Basterretxea Zurbano cumplió aquella primera legislatura y abandonó la política. Basterretxea es muy recordado en el pueblo porque era habitual verle en la playa de Sopela nadando de un extremo al otro. “Karlos era un gran deportista”, enfatiza Urrutia. En el aterpe que hay en el pueblo se muestran fotografías y en una de ellas se puede observar a Anton Aurrekoetxea en una imagen como si fuera Johnny Weissmüller en una cascada en la naturaleza.  

De joven sus estudios fueron dirigidos hacia la Marina. Los cursó en la comandancia de Bilbao y ya con solo 17 años soltó amarras y salió a trabajar en barcos hasta que retornó a su hogar cumplidos los cuarenta. Entonces, contrajo nupcias con Mary Álvarez-Cascos y cambió de sector laboral. Pasó a trabajar en logística de transporte.

La familia califica el talante del finado como “muy vasco, muy antiguo; sin embargo, por ejemplo, se desvivía por sus nietos. Cada cosa que hacían era un orgullo máximo para él, un hombre que quería mucho a su familia”, aportan quienes recuerdan que durante un tiempo se le conocía con el mote de Claudio, por la película Yo, Claudio.

En su etapa al frente de la Alcaldía del Ayuntamiento de Sopela, Basterretxea junto a dos concejales –Fernando Ansoleaga y Javier Galbarriartu– renunciaron a su salario municipal y con aquel dinero compraron la campa de Santa Marina, lugar ya emblemático como espacio de celebración de fiestas.