A diario, Miguel Aizpuru se mueve entre el ajetreo y el muy habitual griterío de la política. Este periodista de 29 años disecciona la actualidad que estalla a borbotones y la presenta y analiza sin artificios en las páginas de este periódico. Fuera de la redacción, es la lírica, la pausa, la armonía y la métrica lo que impera en su escritura, porque sí, las letras le acompañan allá donde vaya. “Defecto profesional”, sonríe. Hace un par de años se topó con la magia de trenzar versos y así nace ahora El extravío, su primer libro de poemas.

“Los periodistas estamos muy acostumbrados a escribir día a día: venga, venga y venga. Y este libro viene de hacer algo con más reposo y trasfondo, por lo que te libera un poco de la mente periodística tan instantánea; es bonito salir de ahí y probar otros palos”, reflexiona Miguel, vecino de Leioa. En los márgenes de esa rutina creció la poesía. Aunque con ciertos aires políticos. “La deriva de esta sociedad y lo que vemos en los parlamentos, el nivel discursivo... es algo que me da pena ver y me preocupa. Sin ir más lejos, los insultos machistas a Irene Montero estos días y cómo se refleja eso en la sociedad. Pero, en mis poemas plasmo, más bien, pensamientos políticos del plano teórico: la deriva ultracapitalista y neoliberal de esta sociedad… Esas preocupaciones se pueden reflejar de forma poética”, considera. Y es que la cara más literaria de Miguel no es la del clásico “romántico atormentado”. No es su estilo. “Mucha gente me dice: Pero ¿son poemas de amor?. Alguna referencia sí hay, pero no es en absoluto el concepto. Es una poesía moderna, que es lo que a mí me gusta: abordar temáticas del día a día, en vez de historias más intimistas… Pueden estar bien, pero no es lo mío”, reconoce.

De hecho, el título del poemario es El extravío. “Hace referencia a la idea de estar un poco perdido en la vida; siempre hay unas certezas, pero hablo de no saber muy bien a dónde tirar. Son poemas escritos durante la pandemia y eso influyó mucho. Quería plasmar un poco esa sensación, pero también otras neuras que puedo tener, como es la política, que está presente cómo no, y la música, que es muy importante en estas páginas”, resume Miguel, que toca el bajo y la guitarra y formó parte de varios grupos musicales. “Sigo tocando en casa, hago mis canciones, y si me hacen cantar, también canto”, cuenta entre risas. De hecho, a algunos versos también les ha puesto ritmo. En su día, ya dio forma directamente a melodías. “Escribir una buena letra de una canción puede tener más complejidad que un poema, porque la canción tiene que rimar mínimamente, debe tener unas partes que se repiten, una estructura que encaje con el ritmo musical... Mi poesía, en cambio, es verso libre; en algunos poemas sí me ciño más a unas estructuras clásicas, pero en otros hago lo que me da la gana. Pero no he querido hacer ningún poema interminable de estos de páginas y páginas”, indica Miguel.

Juego

Y todo empezó “como un juego”. “Siempre he sido muy lector de narrativa, de novela, y hace unos años me empecé a aficionar a la poesía, sobre todo, con unos autores contemporáneos que fui descubriendo; me gustan mucho Karmelo C. Iribarren, Alejandra Pizarnik… Le fui pillando el gustillo y me fui enganchando, y como tenía la experiencia de escribir canciones, dije: ¡Venga, puedo ser capaz de ponerme con la poesía!”, asegura. “Además, esto pasó en la pandemia, así que tenía mucho tiempo libre y fue un poco como un juego: Voy a ponerme a ver qué sale. Y te terminas picando contigo mismo. Los primeros poemas, pues los tiras a la basura (risas), pero según avanzas vas sacando algo decente, lo compartes con tus amigos y con gente a la que le gusta leer y sabes que controla un poco y la respuesta fue buena. Incluso, amigos filólogos me decían que estaban bien. Así que me planteé recopilar unos cuantos”, añade.

Ahora El extravío, con unos 40 poemas, está pisando las calles tras una publicación íntima, artesana y con mimo. Ello gracias a la complicidad de Miren Bayona, encargada del diseño, la maquetación y la fotografía de la portada. “Es una crack y ha quedado una edición preciosa”, admira Miguel. “Es original y diferente a lo que se suele ver”, resalta el periodista que avanza una exclusiva: ya está preparando el segundo libro.