A medida que iba aprendiendo de él, me permitía descubrir cosas de mí misma, mis miedos, mis debilidades, mis fortalezas, mis inquietudes, mis necesidades… Al mismo tiempo conocía buenos maestros, mentores, y gente sabia que, con su humildad y su buen, hacer me enriquecían y que aún lo hacen. Algunos de ellos se han convertido en mis amigos, en parte de mi familia”. Esta descripción que Jesica Álvarez dibuja de la halterofilia se podría extrapolar a las relaciones que se tejen en los municipios, esas que anoche reconoció la segunda edición de los premios Alonsotegitik Alonsotegira en el frontón de la localidad. Cuatro personas y una agrupación deportiva, el Larramendi de Fútbol, recogieron la ovación de sus vecinos.

“Me encontró en una etapa de mi vida un tanto delicada y me ayudó a mitigar dudas, rabias y muchas frustraciones”, contó la campeona de Euskadi. A sus 43 años y madre de mellizos, la mueven las ganas de seguir levantando pesas y prejuicios con el objetivo de inculcar a sus hijos los valores del deporte “y demostrarles que se puede”. Se inició relativamente tarde en una disciplina en la que se trababajan la coordinación mente-cuerpo, la flexibilidad, la resistencia...” Muy emocionada, dedicó el galardón a sus seres queridos, que la han animado a perseguir su sueño.

De la misma manera que el Club Deportivo Larramendi de Fútbol aspira a ofrecer más trofeos a su afición. Recibe el Alonsotegitik Alonsotegira Saria en el año en el que se cumplen cien años de su registro como formación federada. En este siglo incluso “un lehendakari, Iñigo Urkullu”, ha militado en sus filas, como apuntó la presentadora del acto, Cristina Zuñiga.

El cariño de sus vecinos supone un acicate para que los Otaola continúen cuidando vacas terreñas y pirenaicas en su caserío de Samundi. Julio y su mujer han cedido el testigo a la siguiente generación que encarnan su hijo, llamado como él, su nuera y su nieta de 2 años, que le miraba risueña desde la primera fila. “No es fácil llevar el ganado porque hay que trabajar mucho para poder mantenerlo”, advirtió, recordando el atrevimiento de la juventud que se aventuraba en las sokamuturrak de San Antolín y San Bartolomé.

De las clases que Dori Euba impartía en la escuela nació el grupo Mendipe, cuyo nombre “deriva de la situación de Alonsotegi: entre montes”, desveló. La reina de las telas, como la llaman afectuosamente sus pupilas, ya que hoy día no hay chicos, hace magia con los complementos “intentando aprovechar todo para ahorrar dinero”. La pandemia “nos ha partido por la mitad”, confesó a las personas que llenaron el frontón. Echaban de menos los ensayos y los eventos en los que bailaban, incluidos esos aurreskus en tantas bodas de dantzaris de la agrupación.

Hablando de celebraciones, Antonia Cano “aparece en las fotos de la comunión de medio pueblo”, indicó la presentadora. Siempre discreta, dejando el protagonismo a los niños y niñas a los que organizaba meriendas en su casa mientras les instruía en catequesis. “Nunca voy a decir que se portaban mal. Si hacían alguna pifia, me la guardaba para mí”, reconoció. Colocará “donde más se vea” un trofeo que reproduce el puente nuevo imagen de Alonsotegi, al igual que los galardonados reflejan su alma.

“Constituís nuestra verdadera seña de identidad, desde el anonimato hacéis grande el municipio”, les agradeció el alcalde, Joseba Urbieta. La voz de la cantante de Sodupe con raíces en Alonsotegi María Ereña resonó potente en el frontón cuando invitó al público a cantar con ella Lau teilatu en la despedida de los premios hasta dentro de dos años... si no se interpone otro imprevisto como el coronavirus.