Un túnel con colores y niebla, un camino de árboles iluminados de verde, una gran bola azul... Los diez espectáculos de luces y sonidos que encendieron las noches de Leioa durante el pasado viernes, sábado y domingo atrajeron miles de miradas, tantas como unas 30.000. El Ayuntamiento aún está “recabando datos” sobre todo lo que dio de sí el pasado fin de semana, pero las primeras estimaciones, como apuntó ayer el alcalde, Iban Rodríguez, son que alrededor de 30.000 personas se sumergieron en este universo de fantasía trazado en una decena de ubicaciones del centro del municipio.

Personas de Leioa y de otras localidades disfrutaron con esta original propuesta cultural. “La gente la ha valorado muy positivamente”, trasladó el primer edil, que añadió que todavía falta por conocer la repercusión en la hostelería. “Entiendo que el impacto también ha sido positivo: veías cómo estaba la calle Sabino Arana y pensabas: A ver si toda esta gente hace gasto”, reconoció Rodríguez. Y es que animar bares y restaurantes, así como establecimientos comerciales era otro de los objetivos de esta brillante iniciativa. Según comentaba la primera noche a este periódico, Carlos, del bar Big Ben, “actividades así le vienen a la hostelería de miedo”. Además, este hostelero vaticinaba un sábado “a reventar” y no falló, ya que fue la jornada de mayor afluencia de personas.

Pese al gran número de curiosos que quisieron adentrarse en estas atmósferas visuales, no se produjeron colas ni aglomeraciones a destacar. En noviembre de 2021, el parque de Pinosolo se abarrotó de gente –unas 22.000 personas pasaron por allí– y se formaron atascos, pero es que El bosque de los deseos se vio condicionado por restricciones de aforo debido a la pandemia –y por las ganas que había de hacer planes por aquel entonces–. “El año pasado tuvo mucho éxito y este se ha superado; con las ubicaciones en distintas zonas del centro urbano ha sido más cómodo”, opinó el regidor leioaztarra. Por todo ello, no dudó en efectuar “una valoración muy, muy positiva” de lo que supuso la organización de estos espectáculos.

Uno de los que más llamó la atención fue el localizado en la stoa del bulevar de La Avanzada. Ese túnel con luces de colores de láser que configuraban diversos ambientes, y también con niebla, recibió a muchísimos visitantes y provocó innumerables fotografías. También fue curiosa la actividad que consistía en dar pedaladas en bicis para que se encendiera un gran corazón verde. Los más pequeños se quedaban asombrados y la estampa en la plaza José Ramón Aketxe era muy bonita. Cerca de allí, se montó el tetris gigante y por ese entorno, el martillo de feria y la bola que recubrió de azul las esculturas de los niños que juegan al pañuelito; el camino para llegar hasta ellos también estaba iluminado. Un gran bosque luminoso emanó en la calle Sabino Arana; del roble centenario brotaron hojas de colores y Sakoneta fue la caja metafísica de Oteiza. Y ya en el bulevar de Udondo, un corazón rojo hizo latir las emociones.