Ahogada en el silencio. Antonia Cid, la mujer valiente de Villademor. Es el título del libro escrito y publicado por Julen Ugidos, residente en Orduña, y que presentará en la Alhóndiga de la ciudad el viernes, 18 de noviembre, a las 19.30 horas. La interesante cita literaria se enmarca dentro del programa de actividades del 25-N. Y no es por capricho. A través de esta obra, Ugidos ahonda en la biografía “de una antepasada mía y cuya vida y acciones fueron realmente revolucionarias para la sociedad de finales del siglo XIX” ya que “hoy por hoy, podemos afirmar que la de Antonia Cid es la primera demanda conocida por violencia de género en Castilla y León y, con gran probabilidad, en el Estado”. Un hecho que “le convierte en una de las pioneras en la lucha sobre la violencia contra la mujer”, afirma con rotundidad.

Todo comenzó con un hallazgo sorprendente e inesperado. Hay que remontarse hasta 2008, cuando Julen decidió investigar el origen y la historia del apellido Ugidos. En una de sus jornadas matinales indagando en los libros de nacimientos, matrimonios y defunciones de Villademor de la Vega (León), “una trabajadora del ayuntamiento abrió una salita que estaba llena de polvo y olía a humedad, pero también llena de documentos antiguos. Decidí entrar, abrí una carpeta con un inventario de tierras y apareció un legajo que no guardaba ningún tipo de relación con el contenido de ese tomo. Eran dos hojas amarillentas unidas por un cordel. Vi en la primera página el apellido Cid que es también de mi familia, así que saqué fotos. Cuando en casa, por la tarde, lo leí y transcribí, me di cuenta de su relevancia. Era una demanda por violencia de género de 1879. Fue cuando Antonia Cid llegó a mí”.

Ugidos presentará su libro el 18 de noviembre en Orduña, el 22 en Derio y el 25 en Astrabudua S.M.

Demanda ganada en 1879

Una vez acabada su investigación genealógica, Julen se embarcó en la aventura de ahondar en la vida de su antepasada, “tía de mi tatarabuelo”. Antonia Cid nació en 1933 en el pequeño pueblo rural de Villademor de la Vega, en el seno de una familia que regentaba un molino. A los 6 años quedó huérfana de padre y, ante esa desgracia, su madre ya dio ejemplo de lo que hoy en día se considera empoderamiento femenino. “Descartó casarse en segundas nupcias y eligió la viudedad para siempre para gestionar el molino y administrar los bienes de los hijos, como su marido dejó testado”.

Su vida, sin embargo, cambió cuando fallece su madre. Antonia tenía 26 años y, al poco tiempo, se queda embarazada de soltera, da a luz y pierde a ese hijo. Después se casa con un primo, Fermín, y “va al matrimonio otra vez embarazada, pierde también al bebé y queda incapacitada para procrear”. Con solo 40 años enviudó. No tenía descendencia ni propiedades y estaba “socialmente estigmatizada”. Las alternativas eran pocas, pero logra entrar a trabajar como sirvienta a la casa de uno de los hombres de buena posición del pueblo: Santiago Alonso. “Sus dos mujeres habían muerto por fiebres puerperales, la segunda después de darle dos hijos. Tenía la necesidad de casarse otra vez para que una mujer criara a su familia y, por alguna razón, eligió a Antonia. Pero era un matrimonio muy desigual, y en esa situación y ese contexto histórico, era muy fácil que se desatara la violencia, por un ejercicio de superioridad y poder, del hombre hacia la mujer”, considera.

Solo dos años después de su matrimonio, Antonia recibe tal paliza, delante de un matrimonio del pueblo, por la que “tiene que ser atendida por el médico durante 4 días en su casa”. Era analfabeta, no sabía leer ni escribir, y aún así, “entiendo que asesorada por alguien, decidió denunciar a su marido unos meses después”. Fue a finales de 1878. “Acudió sola al Ayuntamiento, sin abogado y con todo en contra” porque “el secretario era familiar del maltratador y el fiscal y el juez eran primos entre ellos”. Testificaron el matrimonio que presenció la paliza y el médico que la atendió. Logró ganar el juicio de faltas y una condena de 5 días de arresto para su marido.

“Durante todo el tiempo del juicio, Antonia y Santiago viven juntos y la última certeza que tenemos de ella con vida es cuando el secretario del Ayuntamiento acude al domicilio conyugal para notificar a los dos la sentencia del juez”. Fue el 20 de enero de 1879. A partir de ahí, Antonia Cid desaparece. “No he encontrado ningún dato más sobre ella”. Su marido fallece en 1893 “viudo en terceras nupcias, según el certificado de defunción” y tras ese dato, Julen buscó todas las muertes en Villademor entre 1879 y 1893. “Encuentro un acta de defunción de 1888, correspondiente a una mujer que apareció muerta por asfixia fuera del canal del Esla y, según la detallada descripción del secretario, tenía 55 años y una lesión de golpe en la parte inferior izquierda de la cara que coincide con la sufrida por Antonia tras la paliza”. Hasta ahí llega la historia. A partir de ese momento, “todo son conjeturas, cada lector tiene su hipótesis, pero lo que está claro es que Antonia quedó ahogada en el silencio durante 150 años”, Y así ha sido hasta que Antonia y su demanda se cruzaron con Julen Ugidos.