Con sus camisetas y banderas del color amarillo que han adoptado, integrantes de la plataforma en defensa del tren Santander-Bilbao se concentraron en Karrantza en la etapa de la Vuelta a España que circuló por Enkarterri el 25 de agosto, combativos como los ciclistas que saltan del pelotón en las escapadas firmes en su intención de llegar a la meta. Así arrancaban otro curso de movilizaciones en su lucha ya de más de dos años por una mejora del servicio ferroviario que toca la parte más occidental de la comarca y municipios de Cantabria. En verano Adif informó de que se invertirían 3,7 millones de euros en la catenaria para completar la electrificación de la línea. “Hay tantísimos problemas que no sabemos si esto ayudará” a viajar en condiciones, esperemos que sí”, confía Erika García, una de las portavoces.

Desde la última gran manifestación a principios de julio en Bilbao, el nivel de incidencias no se ha reducido y, más bien al contrario, el desgaste acumulado aumenta “el enfado de la gente”: algunos pasajeros “se han negado a subir en el autobús que iba a recogerlos en los múltiples transbordos “porque no permiten montar con mascotas”. Durante Aste Nagusia se sucedieron los imprevistos. “El lunes, tren especial a las 5.20 horas de la madrugada que no salió, mandaron a los pasajeros a Balmaseda y luego un taxi hasta Karrantza. El jueves de agosto arrancó y una vez en Artzentales no puedo continuar, retrocedió hasta Aranguren, en Zalla, y desde allí habilitaron taxis. El viernes el tren de las 1.30 horas no se puso en marcha, rebotaron a los viajeros al de las 2.45 a Balmaseda para dirigirse a Artxube, Güeñes, desde donde fueron trasladados a Karrantza en autobús”, describe una usuaria.

La supresión de trenes en pandemia que impedía a los viajeros ir y volver a Bilbao el mismo día prendió las protestas. Renfe argumentó que se debía al descenso de usuarios en esa situación excepcional y que cuando se normalizara recobrarían las tres frecuencias diarias, lo que ocurrió hace un año. Sin embargo, “no se puede vivir en un pueblo con tres viajes al día”, decía Erika García en la manifestación que tomó las calles de la capital vizcaina en 2021.

Vecinos y vecinas de varias generaciones se han unido contra el deterioro del transporte público que, argumentan, puede abocar a la despoblación. Los mayores optan por el ferrocarril porque les procura un desplazamiento más cómodo que circular por las sinuosas carreteras “de montaña” de Karrantza y alrededores. Además, al carecer de trayectos directos en Bizkaibus, deben bajarse en Zalla para tomar un segundo autobús. La juventud que no ha sacado el carné de conducir o no puede permitirse un vehículo privado por las precarias condiciones laborales y la subida del combustible y otros gastos a menudo decide mudarse a Bilbao para ahorrar tiempo y dinero y “después ya no vuelven”.

Por eso, la recuperación de las frecuencias no frenó sus reivindicaciones: desaparición de los transbordos en autobuses o taxis, puntualidad, información al viajero en tiempo real sobre incidencias en todas las paradas, recuperación de los tiempos históricos de viaje menores, ya que dura casi media hora más que hace veinte años, coordinación con otros transportes públicos y la mencionada necesidad de más viajes. Todo ello, en el marco de un plan integral de transporte.

Iniciativas

Durante dos años han recurrido a mociones en ayuntamientos, recogida de firmas, han remitido una encuesta de calidad a los usuarios, han instado a interponer reclamaciones para visibilizar las incidencias, la problemática se ha abordado en el Congreso de los Diputados, donde en julio el Grupo Vasco insistió en la urgencia de atajar la deficiencia “estructural que arrastramos desde hace tiempo” y cumplir el “compromiso presupuestario de aumentar los trayectos a Karrantza”, en palabras de Aitor Esteban. Con ese objetivo seguirán adelante. l