La crisis humanitaria que ha provocado la invasión rusa de Ucrania ha generado un tsunami de solidaridad sin precedentes en el que se mezclan acciones impulsadas y coordinadas a través de organismos y entidades ya consolidadas con encomiables gestos y campañas populares o, incluso, individuales. Varias de esas experiencias han sido explicadas y puestas en común esta semana en Laudio en una charla abierta organizada por la asociación de comerciantes y que tuvo como protagonistas a Alberto Etxebarri y Javier Barbara, dos jubilados que alquilaron una furgoneta para acercar a uno de los puntos fronterizos entre Ucrania y Polonia los 1.500 kilos de la ayuda recogida en el municipio a través de la AMPA del colegio de Lateorro y la tienda Mimitos, y a la asociación de voluntarios GBGE de Galdakao que ha logrado crear su propio corredor y sistema de ayuda humanitaria.

En el caso de Alberto y Javi, su primer ofrecimiento fue “llevar el material que se estaba donando en Laudio al almacén que tiene en Zamudio la Asociación Sociocultural y de Cooperación al Desarrollo Ucrania-Euskad”, pero el colapso logístico que se vivió en los primeros días de la invasión hizo que su implicación fuera mucho más allá de la inicialmente prevista. “No había manera de conseguir camiones o transporte para dar salida al material. Hablamos con el ayuntamiento y obtuvimos ayuda para financiar los gastos del alquiler de un vehículo y el combustible y, por lo menos, hacer llegar lo recogido en nuestro pueblo”, explica Alberto.

El viaje arrancó el 10 de marzo, un trayecto “largo, pero tranquilo” y con algunas anécdotas como “el convoy militar con el que nos cruzamos y que, la verdad, imponía y asustaba” o el inesperado encuentro repostando en una gasolinera con los tres ocupantes de una autocaravana que resultaron ser de la asociación galdakaoztarra GBGE. “Nunca habíamos oído hablar de esta entidad. Alvaro Saiz nos contó allí su labor y lo que pretendían hacer por los ucranianos. Nos intercambiamos el teléfono con idea de llamarnos si había algún problema y cada uno siguió su camino”.

Los laudioarras llegaron el 12 de marzo a su destino, el almacén de descarga de Rzeszow en Polonia “de donde partían autobuses cargados de material hacia Ucrania que luego volvían llenos de gente que huía de la guerra”. Al día siguiente decidieron acercarse hasta la estación de Przemysl para “palpar lo que, desde casa, veíamos en televisión y nos llevamos un mal rato. Impresionaba mucho”, reconoce Alberto. “La llegada de autobuses con refugiados era constante. Bajaban con lo puesto. Sobre todo vimos mujeres y niños, casi ningún hombre, y también mascotas recibiendo atención”. Ya en Laudio, los sentimientos se entremezclan. “Estamos satisfechos por lo que hicimos, pero lo visto allí nos hacer sentirnos muy pequeños e impotentes porque se necesita mucho más”.

Refugiados sí, pero con vínculos

La visión de Álvaro Sanz es la de la experiencia. Con una década de trayectoria en la DYA y otros 10 años como presidente y fundador de la asociación de voluntarios GBGE, su discurso sobre la ayuda humanitaria a Ucrania “es poco poético”. A su juicio, “desplazar y acoger a ucranianos por diferentes países no tiene sentido. Huyen de una guerra, no buscan un cambio de vida. Lo que quieren es volver a sus pueblos, por lo que lo más lógico es quedarse en Polonia”.

Su asociación, además de hacer llegar material y ayuda, ha optado por “la organización, la información y por traer a Euskadi solo a las personas que tienen ya algún vínculo demostrable aquí”. El corredor humanitario creado por GBGE tiene como base de operaciones el monasterio de franciscanos de Katoviche, “a unas 3 horas de distancia del caos de un puesto fronterizo y donde se pueden hacer las cosas con calma y tranquilidad”. Hasta allí desplazan y alojan a ucranianos con lazos de unión con Euskadi. “Les informamos sobre los pros y los contras de ser acogidos tan lejos de su lugar de origen. Pasan un periodo de reflexión de 2 o 3 días y luego deciden”. Desde el inicio de su labor “hemos traído ya a unas 300 personas y el índice de retorno ha sido de 3 mujeres. Y las familias de acogida lo tienen que tener también muy claro, porque no va a ser cosa de semanas sino de meses”, advierte.