"Esta pobre ha venido aquí a pasar un mes y no ha salido de casa más que dos días". Edurne Garate, vecina de Sopelana, lo ha pasado "muy mal" estas navidades porque Yana, la niña ucraniana a la que han tenido acogida, se ha pasado casi toda su estancia confinada.

No por ella, que curiosamente ha esquivado el virus, sino por varios casos positivos familiares en cascada. " Ya sé que no es culpa de nadie, pero era un poco angustioso por ella", confiesa Edurne. Y eso que Yana emprende este martes el viaje rumbo a Ucrania, al igual que los otros 82 menores acogidos en la CAV y Nafarroa, con las ganas de volver en la maleta. "Dentro de todas las incidencias que podría haber por la pandemia, el balance es positivo, aunque es un poco lío hacer el programa en estas condiciones", admite Marian Izagirre, presidenta de Chernobil Elkartea, quien da "por hecho que el próximo verano van a volver, aunque será complejo".

Tras dos años sin verse las caras por culpa de la pandemia, Yana llegó el pasado 20 de diciembre a Euskadi, de la mano de la asociación Chernobil Elkartea, para pasar las navidades junto a su familia de acogida. "Los dos primeros días vino conmigo a trabajar porque mis hijos tenían clase. El 23 pudimos salir a la calle y desde el 24, que yo di positivo, hasta el pasado fin de semana ha estado metida en casa", cuenta Edurne. Después de ella se contagiaron su marido, el día 29; su hija pequeña, el 4 de enero, y su hijo mayor, el día 8. "Como Yana está sin vacunar, ha tenido que hacer todos los confinamientos seguidos", explica.

Contra todo pronóstico, la pequeña ha dado en todas las pruebas negativo. "Antes de que viniera les tuve a mis hijos amargados: No quedéis con amigos, no vayáis a las convivencias, ni a conciertos, que como Yana vendrá con las defensas bajas a ver si le vamos a contagiar... Pues mira que hemos tenido el virus en casa, que hemos ido cayendo todos, y ella nada. No me lo explico", dice sin salir de su asombro.

Pese a que ellos no se sentían "bien" por no poder sacarla de casa, Yana no solo no se ha quejado, sino que "se lo ha pasado pipa". "Ha estado todo el día jugando con mi hija, ahora vamos a ver una peli, luego al jardín... Si le preguntan, igual ni se ha enterado de que ha tenido que estar en casa encerrada y está tan contenta. Al ser muy tímida, aunque conoce al resto de la familia, le cuesta hacerse. Igual para ella ha sido casi hasta un alivio no tener que relacionarse con más gente", se consuela Edurne.

El caso es que Yana, que ya pasó con esta familia el verano y las navidades anteriores a la pandemia, quiere repetir. "Dice que quiere irse un poco sí y un poco no. Por un lado, tiene ganas de ver a su madre y a su familia, pero por otro ella aquí está encantada, encima sin tener que ir al cole ni nada, aunque desde que mi hija ha empezado las clases, está más aburrida", comenta Edurne.

EXPERIENCIA "MUY POSITIVA

Mari Jose, vecina de Portugalete, ha compartido las navidades con Anhelina, una niña ucraniana de 9 años que ha visitado Euskadi por primera vez. La experiencia, dice, ha sido "muy positiva". "Es una niña muy educada y obediente. Lo más difícil es el idioma, pero los traductores en los teléfonos funcionan perfectamente", comenta, sorprendida porque, "al principio, les cuesta comer en la mesa, escucharte, hacerte caso, y esta niña ha sido increíble". Tanto es así que esperan poder reencontrarse en verano y que su salud siga mejorando. "En un mes se lleva tres kilos más. Para eso los traemos -subraya-, para ayudarles en su crecimiento".