El cierre de su etapa laboral como empresario ha abierto a José Antonio Torrealday las puertas de la literatura como escritor de una trilogía en la que plasma su experiencia vital con un decidido espíritu crítico. Lector empedernido y aficionado a la filosofía, de cuyas fuentes bebe para alimentar su intelecto, en Las tres leyes de la naturaleza humana (y su influencia permanente) reflexiona sobre las desigualdades de la sociedad actual y sus porqués. "Por primera vez se cuenta la verdadera historia de la sociedad humana no por los de siempre, los poderosos, sino por quienes siempre la hemos perdido, el pueblo", afirma. Este es el primer ensayo de su trilogía Iguales en lo diferente, somos uno, que acaba de ver la luz en mayo editado por Caligrama, al que seguirán un segundo sobre el neoliberalismo -ya en imprenta-, y un tercero sobre la educación. Una ingente tarea que tilda de gratificante y de la cual está satisfecho por haber cumplido un reto personal.

¿Cuál es el punto de partida de esta primera obra Las tres leyes de la naturaleza humana (y su influencia permanente)?

—Aunque uno no deja de ser empresario nunca, cuando me jubilé me planteé hacer unas reflexiones sobre la naturaleza humana teniendo en cuenta mi experiencia personal.

Un tema profundo donde los haya...

—La primera pregunta que me hago es por qué la historia de la humanidad ha sido siempre tan cruel, por qué siempre unos pocos poderosos han dominado al resto de la humanidad y por qué la envidia, el odio y el ansia de poder y dinero dominan el mundo. En definitiva, por qué el ser humano es como es. Después de pensarlo mucho busqué respuestas en la filosofía, en Platón, Descartes, Kant... Y no las encontré ni en los mejores filósofos de la historia mundial.

¿Surge así un libro de filosofía?

-La historia de la humanidad es la historia de unos pocos que han sido más inteligentes que los demás y que por conseguir poder y dinero han dirigido a la gran mayoría de la gente, que somos seres gregarios por naturaleza, nos dejamos llevar y preferimos la seguridad sobre la libertad.

¿Tras esas reflexiones ha encontrado respuestas a sus preguntas?

—La respuesta que encuentro a toda la historia de la humanidad y a la forma de ser de los seres humanos es que hay solo tres leyes que condicionan la vida de los mismos desde que nacen hasta que mueren. La primera es la ley de la supervivencia, que nos lleva al egoísmo, que a su vez manda en todas las relaciones humanas. La segunda es la ley de la fuerza. Durante toda la historia, el poderoso ha dominado y mantenido en la ignorancia al resto de la humanidad. Ahí lo más peligroso han sido las religiones y el ejemplo más claro es la dominación del hombre sobre la mujer. Como digo en mis conclusiones, de un siglo a esta parte está cambiando radicalmente el mundo. La mujer debe reflexionar y entender que puede hacer tanto como el hombre o más. Tiene que participar mucho más activamente en el futuro de esta humanidad. Y la tercera es la ley de la insatisfacción permanente, la única humana propiamente, que provoca toda la historia de la humanidad, cuyos motores fundamentales son el ansia de poder y de dinero.

¿En su obra hay un fuerte azote a la Iglesia?

—Pasé ocho años en el seminario y me ha costado mucho tiempo cambiar de convencimiento. Por eso hago una historia de la Iglesia -le dedico casi 100 páginas-, que habla de caridad y amor siendo la empresa más rica del mundo en este momento y la más antigua. Siempre se ha arrimado al poderoso.

¿Qué nos puede avanzar del segundo libro de la trilogía, El neoliberalismo contra la democracia

—Al ser empresario he estado dominado por la mentalidad neoliberal, que se ajusta perfectamente a las tres leyes de la naturaleza humana, es decir, al egoísmo más absoluto. Tomé decisiones con esa mentalidad hasta que entendí que lo único que busca esa mentalidad y lo que enseñan en las mejores universidades del mundo y en las escuelas de negocios dominadas por ella es a conseguir el máximo beneficio caiga quien caiga.

¿Qué lectura hace de ello?

Que los empresarios tenemos que darnos cuenta de que ese no es el camino. Hay que combatir esa mentalidad, que está consiguiendo quitar a todos los políticos que puedan estorbar su trayectoria. Por ello hace falta cambiar absolutamente el sistema educativo para explicar a nuestros hombres y mujeres jóvenes, que tienen que hacer nuestra historia futura, cómo es el ser humano, cómo es la mentalidad neoliberal y cómo debe ser la democracia verdadera.

¿Cómo valora la democracia tal y como la conocemos hoy?

—La democracia actual no es una democracia completa porque los políticos actuales no están libres de culpa. El neoliberalismo está corrompiendo la política.

¿Aquí llegamos al objetivo fundamental de la trilogía?

—Tenemos que conseguir cambiar la mentalidad para que las mejores personas de la sociedad, es decir, los aristos (los mejores del pueblo, los mejor preparados), sean quienes se dediquen a la política, es decir, a solucionar los problemas de toda la sociedad. Ese es el objetivo fundamental.

¿Y cómo se logra?

—Eso exige una educación totalmente diferente. Partiendo del conocimiento del ser humano, de las tres leyes de la naturaleza, explicar por qué actúa el ser humano como actúa, por qué es tan egoísta, con la esperanza de que estas reflexiones nos ayuden en el camino hacia la tolerancia, el respeto, la dignidad y la igualdad entre todos los seres humanos.

El tercer libro, Educación de Actitudes

—Con respecto a la educación tenemos que cambiar la actitud de las personas en relación con la sociedad. Hay que educarles para participar como ciudadanos libres y demócratas, para entender lo que significa una democracia verdadera. Actualmente solo se enseña para aprobar asignaturas y cursos y eso debe cambiar.

En definitiva, plantea una utopía, un mundo radicalmente diferente al actual, que es posible alcanzar. ¿Cuál es el camino para ello?

—Esta utopía pretende transformar el mundo, mejorarlo, buscar la tolerancia y el respeto entre las personas, conseguir por una vez luchar por la mayoría. Estoy convencido de que el ser humano puede hacerlo. Estamos en un momento histórico por dos razones. Por un lado, por la participación de la mujer, que es el 50% de la humanidad y nunca ha participado de ella, siendo la gran perdedora de la historia. Hay que convencerlas de que son capaces y tienen que aceptar ese reto. La intuición femenina es más necesaria que nunca. Su forma de ver el mundo es imprescindible para cambiarlo y solo con su participación podremos conseguirlo. El segundo punto es la educación. La gran fuerza de los poderosos ha sido mantener en la ignorancia a todo el mundo, sobre todo en las religiones.

¿La educación es clave, entonces?

—La educación es el gran camino para preparar el mayor número de personas capaces de cambiar el mundo, de hacer que los principios de tolerancia, igualdad y dignidad sean tenidos en cuenta por todos. Va a ser tremendamente difícil y solo será posible si somos capaces de hacer entender a todo el mundo que la solidaridad y la reciprocidad son el único medio que nos queda para la supervivencia de la especie.

¿Hay espacio para la esperanza?

-Las utopías hay que plantearlas y avanzar. Yo lo que propongo es que la meta está muy lejos, pero el camino es este, ¡empecemos a andar! Debería hacer un resumen de este libro dirigido a los jóvenes, porque son el público objetivo. Para que entiendan cómo es la naturaleza humana y a partir de ahí actúen para conseguir la tolerancia, el entendimiento entre las personas y comprender que nadie es más que nadie. En ellos está la posibilidad del cambio, y en las mujeres.

¿En esta trilogía y en la búsqueda de esa utopía subyacen los propios valores personales?

—Son reflexiones de toda una vida en la que primero estuve bajo el yugo de la Iglesia y después bajo el yugo del neoliberalismo y actuando en consecuencia, pero finalmente conseguí desligarme lo suficiente para poder manifestar por escrito cómo considero que debería ser la realidad social.

¿Ha sido todo un reto?

—Es algo que le debía a la sociedad tras 42 años en el ámbito empresarial, y siempre más preocupado por los empleados y la sociedad que por las propias empresas.