rotonda del Euskaldunaperdió una de las glorietas más grandes existente en la villa.con ochenta metros de diámetro en su corona más amplia prestó servicio durante casi 25 añostendido del Puente Euskalduna, el que la bautizó extraoficialmente en 1997elevado número de vehículos

Imágemes del último día de la rotonda del Euskalduna

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La rotonda del Euskalduna fue hija de una época de nuevo urbanismo en las últimas dos décadas y media que preñó la villa de este tipo de cruces viarios. Unas glorietas que son mucho más seguras desde un punto de vista de accidentes de tráfico que las tradicionales intersecciones de calles y vías en noventa grados. Y eso que la mayoría no están reguladas por semáforos, una de sus características esenciales para dar agilidad al tráfico que se incorpora a la corona de carriles.

Los nuevos barrios de la villa y las remodelaciones viarias generan glorietas de diferente tamaño que buscan la agilidad del tráfico

El Ensanche de la villa alberga una decena de plazas diseñadas el pasado siglo y que fueron las precursoras de las rotondas

Bilbao suma en la actualidad una cuarentena de este tipo de intersecciones que se empezaron a descubrir con la extensión del barrio de Txurdinaga a finales del siglo pasado, que alberga cinco rotondas, cuatro de ellas unidas por la calle Artalandio. El último gran distrito creado en la villa, el alzado entre las ruinas de las minas de Miribilla, también desplegó su paquete de rotondas hasta sumar cinco de estos enclaves. Además, el Ayuntamiento, por lo general, opta por este esquema de cruce siempre que acomete alguna actualización viaria y siempre que el espacio físico lo permita. Las rotondas en Elorrieta, Zorrotza, Buia o La Peña son buenos ejemplos de ello. La superficie disponible y la cantidad de tráfico que acogen son las dos claves para diseñar este tipo de hito urbanístico y sustituir los viejos cruces en aspa. En BilbaoLas hay pequeñas, callejeras de un solo carril e imbricadas en una trama urbana recogida, como las tres existentes en Santutxu o la de Lezeaga, en Basurto. Otras intermedias, predispuestas para aceptar un tráfico ajustado como las dos que puntean la avenida del Ferrocarril, en la zona de Ametzola, o la inaugurada el pasado año frente al hospital de Basurto que distribuye tráficos hasta en ocho direcciones diferentes. Aunque a decir verdad, esta última no es una rotonda pura, ya que es una vía principal, la carretera que va a Zorrotza, la que tiene preferencia de paso y por ello está regulada por semáforos.

Postes de luces verdes, amarillas y rojas tiene también la rotonda de Miraflores, una de las más grandes diseñada también a finales del siglo XX y que acepta un elevado número de vehículos sobre todo en horas punta. En este paquete de glorietas con grandes diámetros también se incluyen la del acceso desde la autopista hacia la calle Juan de Garai, la de la Plaza Euskadi, colindante a Abandoibarra, o las tres elevadas ubicadas una cerca de Bolueta, sobre la carretera N-634 que viene de Galdakao; otra en Ibarrekolanda, sobre el final de la bajada de Enekuri, y la última, en Miribilla, al lado de la comisaría de la Policía Municipal.

Otra intervención en redondo acometida el pasado año fue la que componen las tres glorietas construidas en la carretera que discurre por la crestería de Artxanda y que, a petición de los vecinos, calmaron el tráfico de vehículos que en muchas ocasiones se desenfrenaba por esta peculiar vía.

Por lo que se refiere al centro de la villa las rotondas destacan por su ausencia. El diseño de la ciudad a finales del siglo XIX no necesitaba este tipo de cruces, el tráfico entonces tampoco lo exigía, por lo que los únicos puntos redondos, una decena, en el mapa urbano lo conforman las grandes plazas diseñadas en redondo o elipse, como la céntrica y destacada plaza Moyúa. La Plaza Circular y la presidida por el Sagrado Corazón son las que más superficie ocupan, a las que se suman otras de radio más escaso como las plazas Pío X, Ametzola, Bombero Etxaniz o Campuzano. Y luego destacan las que han perdido su perfil sin ángulos, al ser pasto de nuevas acciones urbanísticas. Dos ejemplos destacan. La Plaza Zabalburu, ahora reconvertida en un cruce viario al uso en espera de que llegue algún año el trazado del tranvía que la atravesará en el corredor de la calle Autonomía hacia Hurtado de Amézaga, y la plaza Arriquibar, cercenada en parte de su circunferencia al incluirse su espacio como gran portal de Azkuna Zentroa.

Con la desaparición de la rotonda del Euskalduna no llorarán muchos bilbainos de pro, tampoco era tan especial ni veterana como para pasar a los anales de la historia local, pero seguro que la echarán de menos los automovilistas que hasta ayer la atravesaban de forma ágil y que desde hoy tendrán que aprender un nuevo itinerario más rectangular y, sobre todo, más largo y con semáforos.