Euskadi cuenta con otro "aeropuerto", además de los de Bilbao, Donostia y Gasteiz, también internacional, pero menos conocido, pues no son aviones los que llegan a este enclave, la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, donde repostar antes de volar de nuevo, sino miles de aves de unas 250 especies.

Las "pistas de aterrizaje y despegue" de este peculiar "aeropuerto", situado en Bizkaia, no se asientan sobre el asfalto, sino sobre la laguna de Orueta, un gran humedal en las marismas de Urdaibai, un área de 220 kilómetros cuadrados en la desembocadura del río Oka.

Este espacio protegido acoge a aves como las espátulas -de plumaje blanco y con un pico muy característico-, las cuales crían en el Mar de Frisia, que baña las costas holandesa, alemana y danesa, y en invierno emprenden su viaje hacia el sur, destino Senegal y Mauritania, con parada "casi exclusiva" en Urdaibai.

La gran mayoría de los animales presentes en la laguna de Orueta son aves migratorias, que siguen la ruta de humedales del Atlántico este, desde el norte de Europa hasta Sudáfrica, durante los meses de otoño y primavera.

"Las aves están de paso y utilizan la marisma como si fuera un aeropuerto: llegan, pernoctan, se alimentan, cogen fuerzas y luego se marchan", explica a Efe Arrate Galean, guía del "Urdaibai Bird Center" (UBC), el nombre -que también lleva sello internacional- de este particular centro, puesto en marcha en 2012 y situado en Gautegiz Arteaga, a cinco kilómetros de Gernika (Bizkaia).

Detrás del UBC está la Sociedad de Ciencias Aranzadi, una entidad privada sin ánimo de lucro, dedicada al mundo de las aves y sus migraciones. "Una cuadrilla de amigos", como define el biólogo y coordinador de proyectos del "Bird Center", Edorta Unamuno, a las nueve personas que trabajan en él, mas un nutrido grupo de voluntarios que se suman durante los meses de verano.

El centro de Gautegiz Arteaga tiene tres líneas de acción: investigación y conservación de los hábitats, divulgación y educación ambiental -no sólo con escolares, sino también con el público general que visita este "museo de la naturaleza", ahora cerrado- y turismo.

En los ámbitos de la observación y el análisis, son dos las tareas que se llevan a cabo en el "Bird Center".

La primera, el censo diario de aves, que puede consultarse en el propio museo -un panel con ilustraciones donde los técnicos apuntan las especies y el número de ejemplares avistados cada día en la laguna de Orueta- o en la página web www.ornitho.eus.

Y la segunda, el seguimiento anual de las mismas, a través del anillamiento científico por temporadas -casi cinco mil pequeñas aves han sido anilladas en lo que va de año-, o incluso con geolocalizadores GPS para ciertos animales, como el águila pescadora, que recibe ese nombre porque se alimenta de peces.

Con ambas actividades se obtienen conclusiones valiosísimas sobre la forma en que miles de ejemplares de en torno a 250 especies utilizan el humedal, cuánto tiempo pasan en él o qué rutas utilizan en sus migraciones, y permiten observar cambios a largo plazo en las poblaciones y en su comportamiento.

"Las aves son unas máquinas exactas. Llevan veinte mil migraciones a cuestas, grabadas en su acervo genético. Y ahora, de repente, estamos viendo cambios en el clima que están alterando esos patrones que tenían", lamenta Unamuno.

El biólogo alerta de que hay especies que nunca habían aparecido en Urdaibai, "aves del sur que están conquistando el norte", debido a que las condiciones climáticas en latitudes norteñas se han equiparado a las que eran más propias del Mediterráneo hasta hace unos años.

Liberan en Urdaibai un flamenco común recuperado en Gorliz. Foto: Imanol Fradua

Y pone como ejemplo a los flamencos, una especie nunca antes vista en el País Vasco, que desde finales de septiembre tiene en Urdaibai a tres ejemplares. "No sabemos lo que van a hacer ni cuánto tiempo van a estar en la laguna", reconoce el técnico del "Bird Center".

En cualquier caso, todos los datos que se recaban, además de ser fuente de numerosos artículos en revistas especializadas, sirven para "algo superimportante", incide Unamuno: "que la información no sólo se quede en los grupos de científicos y de ornitólogos, sino que llegue a la gente de a pie".

Precisamente los propios técnicos son también los encargados de esa labor divulgativa, en la que está considerada como "la joya de la corona" del museo de Gautegiz Arteaga: el observatorio de aves situado frente a la laguna, donde los visitantes se sirven de telescopios y prismáticos para su avistamiento.

"La gente que visita el observatorio no está sola. Los técnicos estamos con ellos para orientar en la identificación de estas aves y aportar datos sobre ellas", puntualiza Unamuno.

Una tarea que, a juicio del biólogo, resulta primordial, ya que el 96 % de los visitantes del museo, pese a tener ciertas inquietudes por la naturaleza, "no tienen mucha idea de aves".

El caso de los flamencos sirve de nuevo como ejemplo: "La gente se sorprende porque no los ven rosas. Pero es que son jóvenes, y por eso son grises. Bajo las alas, cuando las abren, se ven más rosados", relata el biólogo.