Las restricciones tienen al sector de la hostelería en el centro de la diana. El cierre de pubs y discotecas es la medida más extrema, pero bares y restaurantes también acusan las limitaciones. Solo pueden atender a personas que estén sentadas y se exige más distancia entre las mesas. Tampoco se pueden juntar más de diez personas y el horario de cierre está fijado a la 1.00 horas. "Estamos pagando los hosteleros por culpa de las personas inconscientes", lamentaba ayer Maren Iturburu, uno de los afectados que achacó las nuevas medidas a la irresponsabilidad de los que no cumplían la normativa cuando era más laxa. Algunos clientes están de acuerdo con esta apreciación: "Somos una sociedad demente, necesitamos un policía para cada uno. Esto no puede ser", aseguraba Maite, sentada en una terraza. Otros, en cambio, consideran que las normas son, cuanto menos, contradictorias.

La nueva normativa para tratar de frenar la expansión del coronavirus que ayer entró en vigor, después de ser publicada en el Boletín Oficial del País Vasco, fue acogida a regañadientes por la mayoría de hosteleros. "Esto va de mal en peor. No sé cómo vamos a pagar el 100% de los gastos mientras no hay ninguna ayuda y las restricciones aumentan", declaraba Ainara Ortal, propietaria del bar Ahoan, en la bilbaina Plaza Nueva. "Estamos luchando día a día para sacar adelante los sueldos y rezamos para que no se nos ponga enfermo ningún empleado. Eso sería la ruina", explica Ortal, quien denuncia que les toca hacer de policías para que hacer cumplir las normas e incluso para controlar a los ladrones que merodean por la zona.

El propietario del bar Iturriza, Maren Iturburu, fue uno de los más previsores durante el confinamiento y realizó una serie de obras en su establecimiento. Por ejemplo, instaló una estructura de madera sobre la que está situada la barra de pintxos, cubiertos con un cristal, de forma que protege tanto a los empleados como a los clientes. "Las nuevas medidas casi no me afectan. Tendré que poner algunas banquetas en la barra para que los clientes estén sentados y probablemente tendré que quitar una mesa de la terraza para garantizar la distancia", explicó con resignación. "Es lo que hay y en parte lo entiendo. Esta semana he visto que en la barra de un bar cercano estaban todos sin mascarilla y codo con codo", confesaba el dueño de Iturriza, quien a pesar de haber hecho los deberes considera que "el otoño va a ser largo y duro".

¿Y la opinión de los clientes? Una de cal y otra de arena respecto a las restricciones. Eneko Arrizabalaga, sentado en la barra del Café Bilbao, consideró que las medidas son contradictorias. "En los espacios laborales no hay ninguna restricción y pueden estar diez o veinte personas. Pero en los espacios de ocio y recreo sí se deben aplicar las medidas", evidenció este bilbaino, quien opina que las limitaciones, si las hay, deben ir acompañadas de ayudas institucionales para paliar el impacto que van a tener en los trabajadores. "Parece lógico que no pueda haber más de diez personas reunidas, ¿pero en qué medida se puede cumplir si al lado de esas diez hay otras diez? Si no hay un confinamiento más serio, la interacción y el riesgo siempre van a existir", añadió a pesar de no ser partidario de la vuelta a la reclusión.

Mientras tomaba un aperitivo en una terraza, Maite, vecina de Santutxu, se expresaba con vehemencia para dar a entender que las medidas son un escarmiento por el comportamiento inapropiado de la ciudadanía. "Hay algunos que son inmortales, los que como han terminado Bachillerato tienen que celebrarlo, incluso con la defensa de sus amamas. ¿Como he aprobado la selectividad tengo derecho a matar a mi abuelo cuando llego a casa?", declaraba esta vecina que también denunció la "irresponsabilidad" de algunas empresas, que "no cierran teniendo trabajadores contagiados". "Están metiendo mano a la hostelería, ¿y ahora se acuerdan de que también hay lonjas? En mi barrio ha habido juergas en las lonjas desde marzo", criticó Maite, quien declaró que no es solo cosa de los más jóvenes. "Entre todos lo estamos arreglando", sentenció sin quitarse la mascarilla en ningún momento.

Las restricciones no se circunscriben a la hostelería, aunque el impedimento de no poder fumar en la calle a menos de dos metros de otra persona también atañe a las terrazas. Amaia, propietaria del bar Bertoko Berria, fumaba en un descanso alejada del establecimiento después de advertir a unas clientas que no podían hacerlo en la terraza. "La nueva normativa es contradictoria. ¿En el confinamiento han estado los estancos abiertos y ahora no podemos fumar?", afirmaba la hostelera. "Esto es una ruina total. Las instituciones se han encargado de quitar toda la industria. ¿Si ahora se cargan los servicios, de dónde van a llenar las arcas?", preguntaba de forma retórica Amaia, quien reveló que su negocio ya era deficitario antes de las nuevas medidas. "El 80% de los ERTE se van a convertir en despidos. Estamos trabajando catorce horas diarias para subsistir y seguir pagando los impuestos", apuntó.