GETXO. Lo dice y lo hace. Es fundadora de Organik, la compañía getxotarra de danza y teatro por la que se mueve en cuerpo y mente. Es su directora, es la creadora de las obras, también interpreta y baila, y, además, es profesora en la Facultad de Educación de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Esta es la otra parte de su balanza, de su equilibrio. De su vaivén frenético. “Intento transmitir el valor del cuerpo en la educación”, explica. Natalia es, así, movimiento en las aulas y en los escenarios. En su vida.
Su compañía está cerca de cumplir dos décadas de pasos de baile y de tablas y actualmente tiene dos títulos, ya estrenados, listos para ser interpretados de nuevo: Sareak y Sardina Freskue! “Estamos tratando de mover los dos espectáculos, lo cual no es fácil porque estamos en eterna crisis desde 2007”, lamenta. Son dos piezas con nexos comunes: la mar y la mujer. Y en ambas hay una labor de investigación. “Organik da mucha importancia al trabajo de campo”, ensalza esta getxotarra. “En Sareak, el punto de partida es el trabajo de las rederas, las mujeres que reparan las redes de los pescadores, y al final lo convertimos en un pequeño homenaje para visibilizar esta profesión. Nos fuimos a hablar con ellas a los puertos de Ondarroa, Getaria, Orio? Y hemos encontrado pequeños paralelismos con la danza, porque nunca sabes cuándo es la siguiente actuación, puedes tener un calendario pero que varía. Nos puede pasar como ahora, que en octubre hemos tenido un montón de actuaciones; en noviembre no tenemos ninguna, en diciembre, dos; enero no sabes? Es totalmente inestable. Y ellas nos hablaban también de eso: de que les llamaban el día anterior para trabajar cinco días seguidos y luego no sabían?”, señala Natalia. La creadora también dio con otra similitud entre las rederas y las bailarinas: sus cuerpos. “Las redes son enormes, estamos hablando de 250 metros cuadrados. ¡Es una locura! Sus cuerpos, con la edad, lo notan y tienen artrosis, artritis, dolores de espalda, musculares? Y a nosotras nos va pasando eso? Porque lo que haces con 20 años luego con 40 lo vas haciendo, pero convives con el dolor”, incide.
El otro montaje es Sardina Freskue! “El planteamiento inicial era hacer una versión posterior para calle de Sareak, que es en sala. Pero dándole vueltas, me di cuenta de que era una pieza muy íntima y yo siempre defiendo que el trabajo de calle tiene que tener su identidad y ser tratado de una manera diferente al de sala”, considera Natalia. “Me puse a pensar en cómo podíamos llevar el olor del mar a la calle y, de repente, me vino la idea de hacer una barbacoa en la escena; pensé que sería la pera que el espectáculo empezara por el olor”, desvela la directora de Organik danza-teatro.
SU OTRA CARA
El otro escenario en el que se mueve Natalia es la Facultad de Educación de la UPV. “Literalmente, no puedo vivir de la danza. Yo estoy en la universidad, desde donde intento transmitir el valor del cuerpo en la educación. He estado muchos años dando clase en Educación Infantil y ahora estoy en Primaria y en Educación Social. Imparto dos asignaturas: Educación Física y subdidáctica y Expresividad motriz y corporal en colectivos de educación social. Ahí es donde hago el puente entre mis dos profesiones, que al final tienen mucho que ver”, indica Natalia, con pasión, con firmeza, con convicción.