Entre las fotografías históricas que repasan los anales del Hospital Santa Marina se encuentran estampas tan curiosas como aquellas que acreditan que los médicos del centro fumaban como carreteros en los 50 o que la musicoterapia ya se practicaba en los 60. Desde entonces, el centro sanatorial ubicado en las faldas del monte Ganguren, conocido por su pasado antituberculoso, ha evolucionado hasta convertirse en un hospital referente en cuidados paliativos para pacientes de edad avanzada. El centro, que cumple ahora 75 años, recuerda su pasado con la vista puesta en un futuro que tiene como reto dar respuesta al envejecimiento de la población. Las mejoras abordadas en las instalaciones y en los equipamientos en los últimos años son palpables, pero su aportación a la medicina va más allá al haber sido pioneros en implantar las urgencias geriátricas. Y todo ello teniendo claro que el trato humano es lo más esencial.

El pabellón de Santa Marina, inaugurado en 1944, es el único que sigue en activo del complejo sanatorial antituberculoso creado en 1930. “El pabellón Victoria Eugenia es donde está el parking ahora y queda pendiente de su derribo el pabellón Tapia”, explica el gerente del hospital, José Luis Sabas, quien añade que el edificio actual fue diseñado por Eugenio Aguinaga. “Estuvo muy influenciado por la arquitectura racionalista de Alvar Aalto. Hay un sanatorio, el de Paimio en Finlandia, con el que guarda muchas similitudes”, añade. El conjunto fue creado para ingresar a personas con tuberculosis. “Era una enfermedad muy contagiosa por lo que la misión de estos complejos era doble: proteger al resto de la sociedad de la posible transmisión y tratar a los enfermos con helioterapia”, explica, por su parte, Alejandra Gil, directora médica de Santa Marina, sobre el hospital donde vivían los aquejados por la tuberculosis. De ahí las imágenes que muestran la multitud de actos culturales y sociales que acogían sus instalaciones.

Décadas después, con la incorporación de nuevos fármacos, como la estreptomicina, la enfermedad fue prácticamente erradicada. Antes de ello, en su afán por curar, “se hicieron las primeras cirugías torácicas con la primera máquina corazón-pulmón, lo que la convirtió en la primera operación extracorpórea que se hizo en España”, explica Gil, quien detalla que con dichas intervenciones quirúrgicas se redujo la mortalidad de un 70 a un 50%. Paulatinamente, Santa Marina, que a lo largo de los próximos meses organizará diversas acciones para conmemorar su aniversario, fue reinventándose hasta llegar a lo que es hoy en día: un hospital de referencia de Osakidetza, especializado en cronicidad, personas mayores y cuidados paliativos, que cuenta con 249 camas y una actividad asistencial anual que supone atender a cerca de 5.000 ingresos, más de 6.000 urgencias y 5.000 consultas. “Como decía el doctor Repullo: Es un hospital de vanguardia que ha sabido adaptarse a las enfermedades más prevalentes de cada siglo”, indica Alejandra Gil.

Transformación “En los últimos años venimos trabajando en un plan estratégico muy claro definiendo lo que somos. Hemos tenido un apoyo muy importante del Departamento de Salud”, asegura Sabas, quien indica que se han puesto al día en equipamientos sanitarios con colchones antiescaras o butacas de acompañamiento, pero también esperan contar con unidades fundamentales como un equipo de rayos X. En ese sentido, en 2020, además, transformarán el antiguo archivo, ya que al informatizarlo dejará espacio libre para radiología. “Estamos peleando por tener un TAC, para no tener que desplazar a los pacientes a la Virgen Blanca porque los traslados de personas frágiles son muy difíciles”, apunta el gerente. La segunda planta ya fue reformada completamente y ahora abordan el acondicionamiento de la tercera, una obra que les urge, “porque con la gripe el hospital se llena”. En total, han sido invertidos alrededor de dos millones de euros en mejoras, según Sabas.

“El hospital se ha ido adaptando al tipo de paciente y a los cambios epidemiológicos”, afirma la directora médica. Con todo, Sabas considera que lo más importante es “dar asistencia sanitaria adecuada”. Transitan en ese camino. “Estamos humanizando el hospital”, considera Sabas. En palabras de Alejandra Gil, “es un lujo para los pacientes que Osakidetza cuente con un hospital como Santa Marina para la atención de la reagudización de las enfermedades crónicas”. En ese sentido, destaca recursos que se ofrecen como la red de consejo telefónico o las enfermeras de enlace. Todo ello, considera, facilita que los enfermos crónicos puedan volver a sus hogares tras una estancia media de diez días. “Hay muchos pacientes que van y vienen. Ingresan en diferentes momentos de los últimos años de su vida hasta que finalmente deciden si pueden morir en su domicilio o si prefieren hacerlo aquí, en las mejores condiciones de intimidad, confidencialidad y de cuidado, tanto para el paciente como para sus familias”, explica.

A pesar de ello, Sabas revela que uno de sus objetivos es “que la gente vaya quitándose el estigma, existente desde la época de la tuberculosis, de que es un hospital donde acabas tu vida”. De hecho, al hablar del reto del envejecimiento, asegura que “en cinco años la media de edad de los pacientes ha subido en tres años”. En ese sentido, expone que dada su experiencia, si algo han constatado, es que “con las personas mayores el cariño es fundamental”. Y añade: “Aquí no tenemos trasplantes hepáticos, ni resonancias magnéticas ni cirugías cardiacas. Tenemos el trato, el confort y una buena asistencia”. Alejandra Gil suscribe dicha opinión al afirmar que fidelizan a los pacientes con un trato muy cálido. “Nuestra unidad de intensivos es la unidad de intensivos del trato y el confort”, indica la directora médica del Hospital Santa Marina que según la plantilla cuenta con un grupo de trabajadores cohesionados que reman en la misma dirección para que así sea.

Urgencia geriátrica El Hospital Santa Marina no solo fue pionero en operaciones extracorpóreas, sino que hace diez años implementó las urgencias geriátricas, un modelo que posteriormente ha sido secundado en otras ciudades del Estado. “Hace unos años sonaba extraño que habláramos de urgencias geriátricas en un hospital de enfermos crónicos, no se entendía”, indica la directora médica, quien considera que tiene la misma lógica que las urgencias infantiles. “Apostamos por ello: una urgencia con trato diferenciador y específica para personas mayores”, señala Gil, quien añade que sus puertas están abiertas 24 horas los siete días de la semana. “Estamos dirigiendo proyectos con las residencias para prestar este tipo de atención especializada a personas mayores con enfermedades crónicas dentro de la red de Osakide-tza”, indica.

En esa línea, precisamente, han dirigido algunas de las mejoras realizadas. “Estamos acabando la nueva unidad de urgencia, porque teníamos otra con menos camas y un espacio muy exiguo que no permitía el acompañamiento familiar”, declara Sabas. A su vez, se han realizado reformas en los accesos al centro hospitalario: “No puedes mezclar el circuito de personas que vienen en ambulancia a ingresos con el circuito de personas que llegan a consultas externas o a visitar pacientes”. Todo ello, siempre teniendo como prioridad el confort del paciente y de las familias.