pORTUGALETE se despertó ayer con un motivo menos para sonreír y con una sonrisa menos con la que mostrar la mejor cara a la vida. El viernes, pasadas las 17.00 horas, Mikel Peña, Mikelontxon, fallecía tras tres años de lucha contra un tipo raro de cáncer provocado por una deficiencia genética. La noticia corrió como la pólvora por la noble villa, las redes sociales... Fue todo un jarro de agua fría. Cómo encajar que alguien con 12 años y toda una vida por delante, tenga que abandonar este mundo, cómo asimilar que la sonrisa de Mikel no volverá a pasear por las calles de Portugalete.

En la vida, tan solo unos privilegiados consiguen dejar huella en los demás, pero pocos, muy pocos lo logran desde el minuto 1. Porque Mikel dejaba huella desde el momento en el que se le conocía. Verle sonriente, jugando y disfrutando de cada momento al máximo, pese a que el cáncer llevaba mucho tiempo haciéndole luchar al máximo, impactaba. Alegraba. Era una sonrisa contagiosa y que mostraba una pequeña parte de la gran fortaleza que atesoraba Mikel tras sus gafas de pasta, su timidez y su delgado cuerpo. “Veréis, os va a sorprender por su vitalidad. Mikel está hecho de otra pasta”, advirtió su padre a DEIA en la primera ocasión en la que este periódico se citó con Mikel y Sonia, sus padres, para abordar la situación del adolescente. Dicho y hecho. Apareció en el lugar del reportaje lleno de vitalidad, sonriendo y con unas tremendas ganas de jugar, de vivir, de seguir adelante a pesar de los obstáculos que la vida le estaba poniendo. Aquello era pura gasolina para unos padres que no pararon de buscar soluciones que permitiesen que Mikel pudiese curarse. “Él, con su vitalidad, su energía y sus ganas de vivir nos contagia, nos anima para seguir luchando en busca de una solución”, comentaban Mikel y Sonia, quienes el viernes vieron cómo su sueño de ver a su hijo seguir creciendo se desmoronaba.

ola de solidaridad El pasado octubre, la familia de Mikel decidió hacer pública la situación que vivía su hijo con el propósito de que algún médico apostase por investigar su caso. Antes, ya se habían interesado en su situación personajes conocidos como los futbolistas Lionel Messi y Óscar de Marcos, el surfista Aritz Aranburu o la tripulación de Urdaibai. El Club Portugalete, la asociación de comerciantes del municipio... la villa en general se volcó en la causa de Mikel. La imagen de las gafas de pasta negras sobre un fondo naranja se viralizó por Portugalete y simbolizó una lucha en la que Mikel y Sonia no iban a estar solos. Así, el pasado diciembre, el antiguo mercado de abastos jarrillero acogió una fiesta en favor de la causa de Mikel, una actividad que mostró que el caso del pequeño había calado hondo. No solo por ser un niño, sino por la actitud que mostraba ante la enfermedad.

Quizá por esa actitud ante el cáncer, Mikel se convirtió previamente en el protagonista de Mikelontxon, el Superhéroe Portugalujo. En las semanas previas a aquella fiesta habían iniciado un nuevo tratamiento que estaba, en principio, funcionando, pero el cáncer y más en el caso del tipo de enfermedad que padecía Mikel, no da tregua. El viernes Mikelontxon puso punto y final a su lucha, pero, ni mucho menos la perdió. Lo que, en noviembre de 2016 era el diagnóstico de una muerte inminente él lo convirtió en dos años y medio de vida con una calidad aceptable a base de tesón, lucha y una sonrisa. Y ese tiempo en una vida tan corta como la suya ha sido puro oro. Goian bego Mikel!