LA lluvia jugó ayer una mala pasada al mercadillo de Bolueta. El día tan desapacible con el que amaneció Bilbao hizo que apenas acudiese gente a comprar las gangas. “Muy mal día, muy malo. Ha estado vacío durante todo el día”, comentaban algunos vendedores. Es cierto que, a pesar del descenso de la clientela a causa de la lluvia, los que se encontraban tras el puesto no perdían la esperanza. “¡Un paraguas a tres euros y dos por cinco! ¡No pierdas esta oferta que parece que va a llover!”, gritaban algunos.

“Solemos pasar por aquí todos los domingos porque tenemos la costumbre de salir a pasear aunque llueve o truene”, aseguraba un matrimonio que frecuenta la zona. Ellos mismos se daban cuenta: “Hoy es muy mal día porque seguro que no han vendido nada”, dijeron al percatarse de la poca gente que se acercó ayer al mercadillo.

De hecho, según lo que se pudo escuchar en las frases a pleno pulmón que coreaban los vendedores, ellos también estaban de rebajas: “¡Chavalita, ven a las rebajas, las rebajas, aprovéchalas!”. La mayoría se acercaba a alguno de los puestos, principalmente, en busca de zapatillas y abrigos. Algunos aprovechaban para regatear y conseguir un precio más barato.

“Miro a ver si hay chollos” “De vez en cuando suelo venir a pasear y así aprovecho para mirar si encuentro algún chollo”, contaba una vecina de Bilbao que prefería no dar su identidad porque “no quiero que la gente sepa que a veces compro aquí”. Sin embargo, contaba orgullosa que un día consiguió un abrigo de invierno por 20 euros. “La clave está en comprar la ropa que no es de temporada. Es decir, si es verano comprar abrigos y si es invierno comprar pantalones cortos, si los encuentras”, explicaba.

Aún así, el día de ayer no fue en absoluto rentable para los vendedores. Este mercadillo, que suele estar abierto todos los domingos de 9.00 a 14.00 horas, aproximadamente, cerró alrededor de las 12.30 horas. “Estamos ya recogiendo porque hace un día horroroso”, comentaban. Por ello, con una sartén o un palo largo en la mano, intentaban quitar todo el agua que se había acumulado en los plásticos que protegen los puestos. Eso sí, con previo aviso a los paseantes cercanos. “¡Cuidado que voy a recoger y quitar el agua del plástico!”, se les oía gritar. Y es que, a pesar de que la capital vizcaina esté acostumbrada al agua, a veces causa pequeños estragos a las personas que trabajan en plena calle.