Güeñes. Presidente de la comisión de fiestas durante casi dos décadas, promotor del Torneo Dani de fútbol y, por encima de todo, incondicional del lugar donde creció, sigue al pie del cañón diseñando el cartel y el logotipo de las celebraciones que tendrán lugar el fin de semana en el barrio apodado “la pequeña Rusia”.

“Una de las mejores explotaciones del conocido como mineral malo que se aprovechó para la fabricación de armas durante la Guerra Civil” impulsó el crecimiento demográfico de Zaramillo con la llegada de trabajadores del sector a finales del siglo XIX y principios del XX. Esta zona limítrofe con Alonsotegi “llegó a contar con doce bares y en su época de máximo esplendor, sobre 1940 o 1950, vivían aquí mil personas frente a los cerca de 400 que somos ahora”. El paralelismo con Rusia le viene por la ideología reivindicativa afín al comunismo de muchos vecinos. En sus incursiones en los archivos forales, Patxi Martín ha hallado referencias documentales “fechadas aproximadamente en 1914” a una manifestación a pie a Madrid que unió a empleados de varias fábricas del entorno para reclamar mejoras de salario y de las condiciones laborales.

En ese contexto “sin santo patrón”, cuando los mineros de Zaramillo “que pasaban día y noche al pie del cañón” decidieron organizar una fiesta para celebrar por todo lo alto que habían cobrado la paga se encomendaron a uno de creación propia: San Keremos, de ahí el nombre de las fiestas que se han mantenido hasta el día de hoy. La iglesia no fue construida hasta los años 60. “La edificó la gente piedra a piedra, me recuerdo a mí mismo de niño colaborando también. El párroco don Luis Gabiña fue clave para que nos uniéramos en la obra. En 1988 le rendimos homenaje e inauguramos un monumento en su honor en la plaza que se ha convertido en el lugar de referencia de Zaramillo”, relata Patxi, que elige justamente ese rincón para la fotografía que ilustra este reportaje.

San Keremos floreció con la llegada de la democracia. Los vecinos al fin podían divertirse y visibilizar la cultura vasca, otra de las señas de identidad de las fiestas, con una buena dosis de herri kirolak y danzas. En las primeras ediciones, “los miembros de la comisión nos reuníamos en una cueva y tratábamos directamente con los grupos sin representantes que ejercieran de intermediarios”. “El Drogas, La Otxoa o Tony Ronald, que estaba de vacaciones en Laredo y vino expresamente a tocar gracias a la mediación de un conocido que teníamos en común”, se subieron al escenario en Zaramillo. La orquesta Crisol causó furor “al utilizar un láser por primera vez en este tipo de festejos con tanta potencia que se fue la luz”. “Llamamos a un concejal que trabajaba de electricista en la fábrica de Echevarría y solucionó el problema”, agradece. Otro dato digno de reseñar: ese año las mujeres asumieron la coordinación del programa.

El corredor del Kadagua Dos semanas antes del txupinazo ya se palpaba la fiesta “cuando empezábamos a montar la txosna tablón a tablón”. Para ganar comodidad, en San Keremos de 2000 invirtieron lo recaudado en una estructura fija. El núcleo de Zaramillo entró en declive al ponerse en marcha el Corredor del Kadagua. “Nos libró del tráfico, pero nos mató económicamente porque antes era paso obligatorio”, argumenta Patxi. Unido al estallido de la crisis, derivó en el cierre de la mayoría de los bares y fábricas. A pesar de todo, los vecinos de Zaramillo no renuncian a la diversión. De cara al fin de semana han preparado “sokamuturra infantil con toros de plástico, concursos gastronómicos o degustación de hamburguesa de Eusko Label”. Y, por cierto, sus fiestas no son las únicas del municipio que han abrazado a San Keremos, también lo hacen las de La Cruz, que dieron lugar al concurso de vestidos de papel de Güeñes.