Síguenos en redes sociales:

Páginas llenas de vivencias

Una veintena de mujeres de Urduliz cuentan sus historias en un libro que reconoce su labor Habituales del hogar del jubilado, narran la evolución social del municipio con voz femenina

Páginas llenas de vivenciasCarlos Zárate

urduliz - En la mayoría de los casos, el amor dio un vuelco a sus vidas, trasladándoles hasta Urduliz, donde formaron una familia. En esta localidad escribieron su historia, a base de trabajo y esfuerzo, unas vivencias que ahora han sido trasladadas al papel gracias al libro impulsado por la Mancomunidad de Uribe Kosta y el Ayuntamiento de Urduliz, denominado Visibilización y reconocimiento de las mujeres en la historia de Urduliz. Una publicación que busca poner en valor esa labor muchas veces olvidada e ingrata, pero sin cuya ejecución no hubiese sido posible la evolución del municipio. Así, una veintena de mujeres que habitualmente se reúnen en el hogar del jubilado han desgranado asuntos como la educación, familia o avances médicos.

“Llevo cincuenta años viviendo en Urduliz. Soy de Lodosa, pero mi marido vino a trabajar a Mecánica La Peña y hasta aquí nos trasladamos, a la zona de la estación, que con el soterramiento del metro ha cambiado muchísimo. Cuando vine eran otros tiempos, dábamos a luz en casa y ahora tenemos un hospital al lado”, señala Mari Cruz Roldán, de 77 años. Idéntica opinión comparte Mari Tere de la Llama, también de 77 años y natural de Plentzia. “Llegué hace 52 años porque mi marido es de Urduliz. Recuerdo perfectamente las dificultades de dar a luz en casa, venía el médico con el cigarro en la boca y lo soltaba justo para sacar al bebé. Eran otros tiempos. Por ejemplo, si te agarrabas del brazo del marido y veías a tu madre te soltabas a todo correr”, señala entre bromas. Actualmente disfruta de su tiempo libre con el resto de mujeres del hogar del jubilado.

Para Ana Mari Calderón, de 72 años, trasladarse a Urduliz supuso un importante cambio en su vida. Procedente de la zona minera de los montes de Triano, donde trabajaba su padre, y después de Sestao, instalarse en Urduliz hace cinco décadas fue como ir a otro mundo. “Cuando me casé, a mi marido le trasladaron aquí. Vivíamos en un caserío que no tenía luz ni agua. Pasé de tener el ambulatorio al lado de casa en Sestao a nada. Aquí la consulta del médico Don Ramiro se realizaba en los bajos de un bar”, indica. Otras mujeres ahondan en el libro en la profunda transformación urbanística. Este es el caso de Itziar Madariaga, de 70 años, y natural de Mungia. “Vine hace 37 años por amor porque mi marido trabajaba en Mecánica La Peña. Le conocí en el baile, en Mungia, y cambiar de pueblo fue duro. Entonces no había ni chalés, ni pisos, eran todo huertas. De Cuatro Caminos a la estación era todo barro”, reconoce.

Sobre esta línea, también dos generaciones distintas comparten páginas. Es el caso de María del Carmen Martín, de 72 años, y su hija Ana Fernández Martín, de 36 años. María del Carmen, nacida en Salamanca, se trasladó a Urduliz hace cuatro décadas tras casarse con un vecino de Plentzia. “Allí los pisos eran más caros y nos vinimos a vivir a Urduliz”, recuerda. “Antes era como una aldea, todo campas. Ahora ha evolucionado muchísimo. Por la calle no se veía gente y había sólo dos tiendas: un ultramarinos y otra de telas”, rememora. Su hija Ana, que estuvo presente en los relatos para la confección del libro, recuerda que su generación gozaba de más libertad. “Íbamos solas al colegio porque no había tantos coches. Las casas siempre estaban abiertas, éramos como una gran familia”, describe mientras observa a su bebé Izei. “Él conocerá otro Urduliz bien distinto”, resume. En este sentido, algunas mujeres incluso han colaborado a fomentar el tejido asociativo, como Vega Calvo, de 64 años, a través de la asociación de mujeres Inola. “Vine hace 40 años. Aquí me casé y he tenido a mis hijos. A través de Inola hemos fomentado numerosas actividades para las mujeres”, expone. También Rosa Mari Escondrillas, de 65 años, ha visto la evolución. “Nací en el caserío Pozozable, en Unbe, pero luego me trasladé a la casa-posada de mi tía en Eleixalde. Allí se hospedaban el médico, cura y dábamos de comer a los trabajadores de Mecánica La Peña”, concluye una de las tantas mujeres que han contribuido al progreso de Urduliz.