LOS marceros ya tienen preparados sus uniformes para hoy. Ataviados con pieles, cencerros, gorros y otros ornamentos, recorrerán Lanestosa bailando y entonando cánticos para pregonar la llegada de la primavera a la villa. Son las Marzas, el ritual recuperado por el Centro de Documentación y Divulgación Trueba y la asociación Piñaburu en colaboración con el Ayuntamiento.

Los participantes se encontrarán a las 12.30 horas frente a las antiguas escuelas antes de ponerse en marcha “por las principales calles para anunciar el cambio de estación al son de los cencerros y cantando su alegre copla”. Durante el trayecto recogerán donativos “para disfrutar después de una merienda copiosa”. Esta fiesta se celebraba antaño siempre el 1 de marzo, “pero cuando comenzó a perderse la costumbre los maestros organizaban a los chavales en cuadrilla para cantar entre semana y después merendar los sábados”.

En cuanto a las raíces de las Marzas, “como celebración relacionada con la llegada de la primavera no tiene rasgos religiosos de ningún tipo” y guarda similitudes con otros eventos en Nafarroa, Gipuzkoa, Araba y Cantabria. El inicio del declive “coincide con la llegada de Santa Águeda a mediados de los años sesenta, festejo en euskera que fue promovido por la Iglesia y que en algunas localidades encartadas como Gordexola, Zalla, Lanestosa y Karrantza, se cantaba en castellano”, explican. En cambio, las Marzas pervivieron en Cantabria.

Veinte años después de que cayeran en el olvido, el centro Trueba y la asociación Piñaburu recuperaron las Marzas en Lanestosa ateniéndose a los relatos de los mayores, cuyos primeros recuerdos asociados a esta tradición se remontan a la década de los treinta. “Hasta 1960 salían dos cuadrillas, una de mozos y otra de casados. Antes del primero de marzo se encargaban de cortar un ramo de acebo -carrasco- que adornaban con cintas de papel de colores, cascabeles, y campanillas en su parte posterior”, describe el escritor José Manuel Irastorza. Tras la guerra, la vestimenta y los complementos no se preparan con tanto detalle, “pero la fiesta sobrevive hasta los años noventa”, repasan las agrupaciones locales.