Gernika-Lumo -¿El descenso de las donaciones desde 2009 es un aviso?
-Es cierto que, en principio, no afecta a las necesidades hospitalarias, pero en determinados momentos sí hay una escasez mayor y no podríamos bajar mucho más.
¿Tendemos a pensar que no hay necesidad?
-Mucha gente cree que ya hay gente que dona, que hay muchos autobuses, que no hay llamadas de socorro y no se implican salvo que en un determinado momento por un familiar o un accidente digan: “yo también voy”.
¿A qué se deben los buenos datos de Gernika?
-Es una labor de años y de mucha gente y muchos factores. Hay una gran red de colaboradores que nos reunimos el último miércoles del mes, se reparten carteles que colocan las tiendas, están los recursos que pone la entidad de extracción, con una unidad que viene 28 días al año, el trato que dan a los donantes; la posibilidad de colocar el autobús en el pueblo? En 2017 se donaron en Gernika 520 litros de sangre. Eso es gracias a muchos detalles.
¿Por ejemplo?
-El tiempo que destinan las empresas para que en horas de trabajo se pueda donar; en nuestro caso fábricas como Maier, Losal, Rhointer? En otros casos, hay gente que dona en las universidades y centros superiores y que, cuando acaban su carrera, siguen donando en sus pueblos
¿Ha cambiado el perfil de los donantes?
-Los donantes van envejeciendo y vienen nuevos, pero lo importante es que luego se fidelicen, que sean constantes. El donante veterano es mucho más fiel; igual no irán el máximo, que es de cuatro veces los hombres y tres las mujeres, pero sí dos o tres. Como los veteranos repiten más, deducimos que muchos de los nuevos van una vez al año y quedamos al pairo de la coyuntura de cada momento.