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¡Cualquiera se besa bajo esas ‘ramas’!

¡Cualquiera se besa bajo esas ‘ramas’!Fotos: José Mari Martínez

HUBO un tiempo en que pronunciar su nombre, Miura, equivalía a invocar a los terribles bombarderos B52, a evocar los estragos de Jack, El Destripador, a recordar, con pánico, la aparición del pirata Barbarroja en el horizonte de los Siete Mares. No por nada les adelanto, cortesía de Antonio Fernández Casado, uno de los protagonistas de esta historia, que hubo un corsario que gastaba por nombre Martín Miura, tal y como hay constancia en el Ayuntamiento de Hondarribia. Vamos, que los toros de Miura era temidos como auténticos barrabases, temores que acentuó Islero, este sí que sí, el toro que mató a Manolete. ¿Es exagerado decirlo? La segunda aceptación de la palabra miura en la RAE dice, textualmente, “2. m. coloq. Persona aviesa, de malas intenciones”. Cuenta la leyenda que, en 1914, don Eduardo Miura, el de las patillas, lloró cuando le contaron que Juan Belmonte le había cogido el pitón a uno de sus toros: “¡No puede ser!”, dicen que dijo.

Estas y otras historias se recuerdan en el libro Miura, el toro de Bilbao, escrito por Antonio Fernández Casado, presidente del Club Cocherito, que arranca recordando que el apellido Miura es la traducción literal de muérdago al euskera. Vista la leña que gasta esta estirpe de toros bravos... ¡Cualquiera se besa bajo esas ramas!Según el erudito José María Busca Isusi los orígenes de esa familia ganadera hunden sus orígenes en Hondarribia y el valle del Baztan. Como tantas otras veces se ha oído, la historia del toro bravo que madrugó por el norte.

Vio la luz el libro ayer en un acto que contó con la presencia de los hermanos ganaderos Antonio y Eduardo Miura en una charla-coloquio con los socios del Club Cocherito de Bilbao, allá en la calle Nueva. En ella se tuvo noticia, por el intenso trabajo de Antonio, de todas y cada una de las 96 corridas de toros y 499 ejemplares de la ganadería sevillana, lidiados en las diversas plazas de toros de Bilbao, desde su debut en agosto de 1865. El libro, editado por La Cátedra Taurina nace a iniciativa del Club Cocherito, se venderá al precio de 10€ (más gastos de envío para quien lo solicite a domicilio), importe que se destinará íntegramente a ayudar a levantar una escultura que inmortalice la figura de Iban Fandiño en los accesos al coso de Vista Alegre. Además del propio Antonio, en su elaboración han colaborado, de forma desinteresada, el artista gráfico Tomás Ondarra y el fotógrafo Manu de Alba. Entre los presentes se recordaba que el próximo martes, 16 de enero, vendrá Enrique Ponce para prestar su apoyo a esa escultura. Ya ven, varias leyendas cruzándose en el camino.

Testigos de la charla , de la presentación del libro y de todo cuanto sucedió en la sede de la calle Nueva fueron Nieves Carrillo Jaureguibeitia, nieta de Castor Jaureguibeitia, Cocherito de Bilbao, Víctor Segura, los aficionados de Orduña María José Ardanaz y Bernardo Ardanaz, presidente del Club Taurino Otxomaio, de Orduña, desde donde se prepara un homenaje cultural y taurino de nueve días al propio Iban, Cristina González Palomino, Mari Paz López Angulo, María del Mar de Fanjul, Sabino Gutiérrez, Rafael Asua, Rafael Ferrer, Marcelino Gorbeña, Alvaro Suso, Teresa Querejazu, María Jesús Cava, Chus Navarro, el procurador Leopoldo Sánchez Gil, Santiago Iriarte, la historiadora taurina Laura del Rey, María Zayas, Ángel Santamaría, Juanjo Romano, Javier Galán, José Luis Sádaba; Luis María Ugido, botones del Club en 1953; Marino Montero, Aitor Vian, quien entrena al toro en el ruedo de Vista Alegre con ayuda de Santiago Belver, aficionado vizcaino, y Jesús Irazabal, El Rubio, experimentado mozo de espadas, Sergio Gómez, Enrique Gallo, Vanesa Cruz, Javier Salcín, José Manuel Pérez, Eusebio García Elosua, Alberto Vidal y toda una cuadrilla de aficionados taurinos de larga escuela.