Síguenos en redes sociales:

Aquella madera que surcó los mares

La Diputación y el Museo Marítimo impulsan un taller de voluntarios para mantener viva la carpintería de ribera

Aquella madera que surcó los maresFotos: Borja Guerrero

Bilbao - En la década de los 70 del siglo pasado, en los puertos de la costa vizcaina se podían contar fácilmente 400 pesqueros de madera; hoy en día no queda ninguno. Otros materiales han ido sustituyendo el roble y el pino local con el que se construían, de forma artesanal, aquellas embarcaciones. Con la desaparición de esa forma de construir, también su oficio, la carpintería de ribera, ha ido cayendo en el olvido. Un proyecto de la Diputación, impulsado junto al Museo Marítimo, trata de mantener vivo este oficio que se transmitía de generación en generación. Un grupo de voluntarios aprende las técnicas que se utilizaban para construir de manera tradicional estas embarcaciones de madera, que podrán también contribuir a la conservación y mantenimiento de la colección exterior de embarcaciones del museo.

Erain es el nombre que ha recibido este taller, que trata de convertirse en un foco, un punto de referencia y conocimiento de la carpintería de ribera. “Erain es una palabra técnica de este oficio: es el corte que necesita una tabla para adaptarse a la forma de un barco”, explica Jon Ispizua, carpintero de ribera del museo que encabeza el proyecto. “Significa también impulsar y sembrar”.

La carpintería de ribera es un oficio en desuso, casi en peligro de extinción; quedan pocos barcos de madera, únicamente algunos de recreo, y el último astillero que trabajaba con este material se acaba de pasar al poliéster. “Eran talleres pequeños y el conocimiento pasaba de padres a hijos”, expone Ispizua. Solo en Bermeo, en la década de los 70 había 120 boniteras y 70 merluceras, todas de madera; el Fátima, de acero, era la excepción. Toda la costa de Bizkaia sumaba más de 400, un gran mercado para la construcción y reparación de esos barcos: en Bermeo había cuatro astilleros, en Lekeitio tres, en Ondarroa uno, en Portugalete otro? Hoy no queda ningún pesquero de este material, aunque todavía se utiliza para embarcaciones de recreo, y tampoco ningún astillero que trabaje con ellas. Siguiendo la estela de otros países como Francia o Inglaterra, Bizkaia no quiere que ese oficio tradicional, cuyos últimos carpinteros todavía mantienen vivos los conocimientos, se pierda. “Esto también forma parte de la conservación de nuestro patrimonio inmaterial”, destaca Zuriñe Antoñana, jefa del servicio de Patrimonio de la Diputación. La mirada, además, está puesta en la reconstrucción de la bonitera ondarresa Antxustegi, una de las joyas del museo, el barco de bajura más antiguo que se conserva, y todo el resto de embarcaciones de madera que componen la colección del Museo Marítimo.

Para ello se ha creado un taller, cuyos miembros son voluntarios del propio Museo Marítimo. Son alrededor de una treintena, de diferentes edades, con más o menos experiencia y conocimiento en la construcción de barcos. Entre ellos hay, por ejemplo, personas que han trabajado en astilleros, “que tienen mucho conocimiento de construcción naval en barcos grandes, cuya experiencia nos está viniendo muy bien para hacer los planos”, y marineros en activo, “que vienen cuando están de permiso”. Pero no todos tienen una relación directa con las embarcaciones; hay personas que han trabajado en tiendas textiles, conservadores de museos, caldereros y profesores de Primaria. La simiente de esta “comunidad”, como la define Ispizua, fue un simple tuit, lanzado en agosto del año pasado, animando a participar en el proyecto. Seis personas respondieron a aquella llamada; el boca a boca entre amigos y el simple hecho de trabajar con la puerta abierta, en una explanada tan transitada como la del Museo Marítimo, ha hecho el resto. “Ha habido muchas personas que se acercaban, preguntaban y al día siguiente venían”, reconoce el responsable del proyecto.

En el taller han tomado parte también jóvenes de la Fundación Otxarki, una asociación que pretende facilitar una inserción laboral a jóvenes de Otxarkoaga, a través de una formación extra. A través de esta colaboración, doce jóvenes que habían estudiado un módulo profesional de carpintería han adquirido experiencia en esta especialidad de ribera, “algo que no es muy común y les puede venir muy bien el día de mañana. Es una oportunidad, a nivel de experiencia, que no todo el mundo tiene, es algo único”, explica Diego Rodríguez, de la fundación. Además de aprender aspectos como los diferentes elementos de un barco o cómo interpretar un plano, los alumnos han sido capaces, en pocos meses, de construir una embarcación, una pequeña txalupa, al que se añadirá en un futuro una caldera de vapor. “Para ellos, haber podido construir algo que funciona y está en el museo ha sido increíble, se siente muy orgullosos: vienen con su novia, se sacan fotos...”, reconoce Rodríguez. El diálogo integeneracional, entre los propios voluntarios del museo y ellos, también ha funcionado a las mil maravillas.

Construcción tradicional A lo largo del último año han estado recibiendo una completa formación en los secretos de este oficio. Lo han hecho, además, de una forma práctica: participando en la construcción de un gemelo del bote auxiliar del gánguil Portu, la primera embarcación que se construyó en los antiguos astilleros Euskalduna. “El poder construir una embarcación desde el principio les ha dado un aliciente extra para seguir viniendo, no es lo mismo que aprender la teoría sin más. El objetivo no era el bote en sí, sino formar un grupo que tenga los conocimientos necesarios para poder conservar la colección del museo”, destaca Jon Ispizua. Han seguido todos los pasos de una construcción tradicional: reproducir los planos a escala natural, realizar las plantillas de las diferentes piezas, han medido las diferentes tablas, han remachado, han doblado la madera con agua caliente... “Todo se ha hecho de la madera tradicional: las fijaciones se han hecho con remaches de cobre, se han utilizado cuadernas de acacia cocidas al vapor maciza de acacia...”, enumera Ispizua.