Carlos Posadas, maestro de chefs con toga y txapela

Balmaseda - A Nicolas Cage se le puede perdonar haber protagonizado algunos de los mayores descalabros en las taquillas cinematográficas, pero rechazar las croquetas de Carlos Posadas... Contra tal osadía no cabe absolución posible. De haber sabido que estaba diciendo que no a todo un Cofrade de Honor de la Putxera-Olla Ferroviaria se lo habría pensado mejor. El cocinero ha conseguido mucho más de lo que soñó cuando “a los 16 años, en la década de los ochenta, y en medio de una crisis peor que la actual”, abandonó Balmaseda para perseguir un sueño entre fogones. Pero nada le ilusiona más que el reconocimiento como “el enamorado de mi pueblo que he sido, soy y seré” recibido en las fiestas de San Severino. Porque uno de los primeros actos que llevó a cabo ayer la recién nacida agrupación después de su puesta de largo formal fue el homenaje a este verdadero masterchef.

De los que valoran la experiencia de disfrutar entre amigos de “unas patatas con anchoa que son muy típicas aquí” por encima de las sofisticaciones de moda en el Madrid donde se ha labrado un prestigio y ahora regenta el restaurante Piñera con otros socios. En la “competitiva” gran ciudad los grupos inversores están entrando en el mercado hostelero y “parece que la gente va más a ver y ser vista” que a apreciar la carta. Nada que ver con la filosofía que defiende Carlos Posadas, en la línea del movimiento Slow Food con el que también se identifica la joven cofradía.

Y esos valores los aprendió en Balmaseda. “Todos hemos cocinado en los txokos desde críos” y, por supuesto, madrugado cada 23 de octubre para encontrar el mejor sitio en el casco histórico y vigilar el punto de cocción de las alubias. Ya de adolescente, Carlos Posadas supo que ahí había encontrado su vocación y se esforzó al máximo para poder dedicarse plenamente a la cocina. Empezó “yéndome de pinche a fregar cacharros a Bermeo” para saltar a Francia y de ahí conquistar medio mundo con sus habilidades culinarias y en calidad de embajador del aceite de oliva del Comité Oleicola Internacional. “Australia, Japón, Estados Unidos o Turquía” con algunos de los catorce países que ha visitado en 36 años en restauración.

Con Tom Cruise Durante diez dirigió la cocina del hotel Santo Mauro, uno de los refugios de las celebrities internacionales cuando recalan en Madrid. Y fue allí donde se cruzó con uno de los héroes de acción de la gran pantalla de capa caída. “La piscina está cerca de la cocina, así que cuando vi a Nicolas Cage en albornoz me acerqué y me ofrecí a prepararle unas croquetas. Dijo que no”, recordaba risueño. Actores puntillosos que hacen saber sus extravagancias con antelación, músicos de espíritu libre... Ha conocido a ambos: Maná y Lenny Kravitz frente a un Tom Cruise que encaja en la imagen que el público se ha forjado de él. Pidió una cinta para correr “de una velocidad mayor a la que había disponible” y en el hotel se movilizaron para dar con ella y que pudiera entrenar. Además, exigió desayunar en la habitación en el momento en que se levantara, con lo cual se le subía la comida caliente cada cuarto de hora.

Caprichos de estrella alejada de la vida real. Por el contrario, Carlos nunca ha perdido el contacto con sus orígenes. Regresa con frecuencia a Balmaseda y sigue con pena la realidad de una comarca “deprimida por el desempleo que ojalá fuera noticia por temas positivos”. Ayer San Severino concedió una tregua a la villa para aparcar los problemas y el nuevo Cofrade de Honor de la Putxera se libró de cocinar alubias, aunque no pudo resistirse a probarlas ataviado con su toga. Deformación profesional.