Balmaseda, ante la hora de la verdad
Nada se deja al azar en la villa para que miles de personas se contagien hoy de la emoción y realismo del Vía Crucis
CLAVADO en la cruz mientras le alzaban en el último ensayo del Vía Crucis, Ander Rivero sintió un nudo en el estómago, “un poco como en los parques de atracciones”. Vértigo físico por elevarse a las alturas de Balmaseda sobre un escenario de cincuenta metros de ancho por quince de alto. Porque vivió “tranquilo y con ganas de que empiece todo” los momentos previos al inicio de la Pasión Viviente. La hora de la verdad. “La hora es llegada”, como sentenció ayer Jesús presidiendo la mesa en la Última Cena que se representó en la plaza de San Severino.
Casi un año de trabajo para el protagonista cristaliza en lo que miles de personas presencian en Jueves y Viernes Santo. Tras él se sumaron quienes intervienen en las secuencias con diálogo. En marzo se publicaron las listas de participantes y el calendario de ensayos en la calle, que arrancaron inmediatamente. Haciendo malabares con la agenda para compaginar el Vía Crucis con el trabajo y robando tiempo al ocio los fines de semana, los vecinos fueron perfeccionando el engranaje. No se abandona ni un detalle a la improvisación tanto en las secuencias que se desarrollaron anoche en la plaza de San Severino -la Última Cena, el concilio de los sacerdotes, el prendimiento, la oración en el huerto de los Olivos y el juicio ante el Sanedrín- así como el ahorcamiento de Judas, comparecencia ante Pilato, flagelación, encuentros con la Virgen y Magdalena y la primera caída, con los que se retoma la Pasión hoy desde las 9.30 horas frente al antiguo convento de las Clarisas.
La comitiva, integrada por más de 350 balmasedanos, se dirigirá desde allí a la plaza de los Fueros, donde tendrá lugar la segunda caída, para proseguir por la calle Correría, hacia la plaza de San Severino, el lugar donde Ander Rivero se derrumbará por tercera vez. A través de la calle Martín Mendia y cruzando el Puente Viejo llegarán a la explanada del frontón donde se alza el escenario en el que el público contemplará el desenlace conocido de antemano: la muerte de Jesucristo. “La crucifixión se representó por primera vez en 1963, pero no sería hasta dos años más tarde cuando se trasladó a su emplazamiento actual”, explicó Jorge Gómez, de la empresa turística de Balmaseda Alboan.
Con historia
En visitas guiadas por los puntos clave del recorrido contextualizó los orígenes de la Pasión, desde “la leyenda que habla de que ya a finales del siglo XV subían penitentes descalzos al monte Kolitza para rogar que cesara la epidemia de peste” hasta los primeros datos oficiales sobre la Semana Santa, recabados “en un libro de cuentas de la iglesia en 1771”. En 1859 aparecieron los fariseos, denominación que se adjudica en Balmaseda a la guardia romana. En 1884, Jesús y el Cirineo, que le ayuda a cargar con la cruz, en 1905 se documentaron referencias a la Magdalena y las tres Marías. Desde 1935 se representa el juicio ante Pilato y en 1955 se unieron los ladrones Dimas y Gestas. La Virgen María entró en el Vía Crucis en 1957. Las modificaciones más recientes se introdujeron al incorporar el ahorcamiento de Judas en 1976, la flagelación en 1981, la Última Cena en 1984 y el concilio de los sacerdotes y el juicio ante el Sanedrín en 2006. Además, desde ese mismo año la Última Cena se celebra en la plaza de San Severino.
La víspera de la Pasión “nos queda por delante un trabajo de marquetería”, señaló a los pies de las tres cruces Pedro Salinas, presidente de la Asociación del Vía Crucis Viviente, que dio vida a Cristo en 1988. Toca ajustar las posiciones de Jesús y los ladrones en los maderos para que se encuentren lo más cómodos posible dadas las circunstancias.
Sincronización A pie de asfalto, donde se situará el público, no se percibe hasta qué extremo las acciones están perfectamente coreografiadas. “Hay que tener las cosas muy claras, aunque luego sucedan imprevistos que no entran en el guión. Por ejemplo, una vez se olvidaron de colocar el pan en la mesa de la Última Cena”, recordó Daniel Santamarina, que encarnó a Jesucristo en 2004.
“Intentamos estar todos pendientes de todo y actuar con tranquilidad”, incidió Pedro Salinas. Tras vestir a Cristo y los ladrones con los sudarios, se suben las cruces. La de en medio más despacio. Es la que luce el conocido cartel Jesús Nazareno, rey de los Judíos. Por primera vez en 25 años, no lo llevará durante el Vía Crucis Pedro Macías.
La cabeza colocada de tal manera que la corona de espinas no se caiga, los espasmos previos a exhalar el último suspiro, el sitio exacto donde el romano Longinos clavará su lanza para certificar la muerte de Jesús, la estampa de la Piedad, en la que la Virgen María sostiene el cuerpo de su hijo en presencia de San Juan y María Magdalena... Todo se repite bajo la atenta mirada de los vecinos que han acudido al ensayo. “No solo vienen hoy, sino también a lo largo de las semanas previas”, señaló Jorge Gómez, de Alboan servicios turísticos. Espectadores que comentan con humor que la imagen de Cristo y ladrones crucificados en vaqueros y con gafas de sol parece sacada de la película La vida de Brian. Nada más lejos de la realidad. En Balmaseda se toman muy en serio su Vía Crucis.
Momentos previos La prueba final termina cuando un grupo de compañeros que encarnaron a Jesús otros años descuelga a Ander de la cruz, siguiendo otra de las múltiples tradiciones de la Pasión encartada. “Será complicado aguantar la posición de los brazos ahí arriba porque vendré del recorrido por el casco histórico cargando con la otra cruz y los hombros sufrirán”, vaticinó el protagonista. “Creo que la tarde se me va a hacer larga”, confesó ayer. ¿Y a partir de ahora qué? ¿Cómo pasaría Ander Rivero las horas previas a entrar en acción?: “Me voy a comer con Míriam Oteo -María Magdalena-, haré una visita a los romanos antes de la procesión de los pasos y me gustaría guardarme un rato para estar solo antes de que empiece la Última Cena”.
Mientras tanto, dos camiones cargados con trajes para más 300 personas salían de la sede de la Asociación del Vía Crucis Viviente en el Campo de las Monjas en dirección a los locales de la parroquia cerca de la plaza de San Severino y el frontón municipal. Y numerosos operarios se afanaban en instalar el vallado y tapar señales de tráfico y otros signos de modernidad que desentonarían. Porque a estas alturas Balmaseda ya se ha transformado en Jerusalén.
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