Bermeo - Los vendedores del mercadillo semanal de Bermeo siguen sin estar conformes con la nueva ubicación del rastrillo en la plaza Sabino Arana ante las dificultades que deben afrontar en sus nuevos puestos y las incomodidades que conlleva el lugar. La orografía de la plaza que acarrea problemas para realizar las labores de carga y descarga, entre otras quejas, han provocado la disconformidad de unos comerciantes que hace un mes tuvo como resultado que no se llegara a celebrar el rastrillo habitual de cada martes en el municipio.

Todo comenzó con el proceso para trasladar el mercadillo de la calle Atalde a petición del centro escolar San Frantzisko, ya que los puestos dificultaban el tránsito al centro de estudios. Tras dar los pasos correspondientes, en diciembre de 2015, el pleno municipal acordó, por unanimidad, trasladar el mercadillo de los martes a la plaza Sabino Arana. “En octubre se realizó mediante sorteo la adjudicación de los permisos para los puestos de venta. Antes de realizar dicho sorteo, a petición de una asociación de vendedores ambulantes, el Ayuntamiento convocó tres reuniones para dar las explicaciones correspondientes, a las que no asistió ningún vendedor de la asociación”, esgrimieron desde el gobierno municipal.

A principios del mes de marzo no se pudo llevar a cabo el tradicional mercado porque los vendedores no habían cumplido los requisitos solicitados. Entre las citadas peticiones, uno de los que más disconformidad causó fue la obligación de montar los puestos con unos nuevos toldos a los que los comerciantes se negaron. Otro de los problemas al que tienen que hacer frente es la orografía de la plaza que está en cuesta. “Pedíamos otro sitio, este estamos cuesta abajo y al final acabas muerto. Encima es incomodísimo”, relataba ayer una de las vendedoras. La queja más común es que ahora tienen menos espacio y los 27 puestos de los que se compone el rastrillo están distribuidos de forma que a algunos se les ha acotado su punto de venta. La mayoría están ubicados en el centro de la plaza, pero unos siete puestos están colocados en la calle Ercilla, que está paralela, justo al lado de la iglesia. Esta distribución ha causado que los vendedores tengan que amoldarse a su nuevo lugar, de forma que los que están en la plaza tienen unas medidas de entre 5 y 8 metros de largo por 3 de ancho, algo que se ve acotado en los que están en la estrecha calle Ercilla, ya que en su caso solo pueden ocupar 2,5 metros de anchura. “Estamos aislados y lo que más cuesta es la carga y descarga, que se ve dificultada porque es más difícil meter la furgoneta”, se quejaba una vendedora que atendía uno de los puestos de ropa que tiene su espacio en la parte más estrecha de la nueva ubicación.

Las diferentes realidades que viven los puestos enfada aún más cuando el cobro de las tasas es igual para todos aunque tengan menos espacio. El Consistorio ya apuntó ante esta realidad que “si hubiera oportunidad de ofrecer alguna compensación económica se estudiaría el caso”. Algunos de los vendedores, incluso, quisieron poder hacer un estudio de la situación que están viviendo mediante Osalan -el instituto vasco de seguridad y salud laborales- aunque el órgano solo trabaja con empresas.

Desde el Ayuntamiento afirman que se “les recordó en más de una ocasión cuáles eran los requisitos, es más, se les envío hasta en tres ocasiones el escrito de las condiciones a cumplir”, explicaron, incidiendo en que los vendedores tenían conocimiento de las citadas condiciones desde agosto de 2016. Tal y como apuntó el concejal de Servicios, Benito Ibarrolaza, “sabemos que tienen la intención de mandar un escrito al Ayuntamiento, pero aún no hemos recibido nada. Estamos esperando a que nos hagan una propuesta y nosotros ya les dijimos en las reuniones que todo aquello que ellos consideren y que suponga una mejora, lo analizaremos sin problemas”.

El problema de los vendedores ambulantes ante este tipo de situaciones es que, en la mayoría de los casos, carecen de una institución o sindicato que aúne sus intereses, algo que dificulta encarar cualquier negociación con las instituciones. Muchos de ellos montan su puesto en una localidad diferente cada día de la semana y solo se reúnen durante una jornada en Bermeo, por ejemplo. Por todo ello, por ahora, los vendedores del mercado semanal de la villa marinera deberán lidiar ante la nueva situación a la que tienen que hacer frente para poder seguir vendiendo sus productos tal y como lo llevan haciendo durante años.