Bilbao - Era un encuentro entre alevines. Chavales de 10 y 11 años. Sin apuestas, ni primas, ni contratos millonarios. “Estaban jugando la liga. Era un partido tenso. Los padres empezaron a recriminarme. Hubo uno que me llamó sinvergüenza en repetidas ocasiones y saqué la tarjeta negra porque no me parecía que era adecuado para los niños ver eso”. Lo cuenta Eder González, el árbitro que mostró hace un par de semanas la última de las cuatro cartulinas educativas que se han exhibido en lo que va de curso en Bizkaia. La temporada pasada se sacaron diez. “Es indudable que se dan casos, pero teniendo en cuenta que tenemos alrededor de 600 partidos semanales y más de 11.000 al año, no son muchos. La tendencia ha ido a la baja y no hemos visto agresiones como antiguamente”, explica José Ángel Labrador, presidente de la Comisión de Deporte escolar de la Federación vizcaina de fútbol.

La reciente pelea entre padres en un partido infantil en Mallorca y el enfrentamiento entre jugadores y público en un encuentro en Andorra han hecho saltar las alarmas, pero en Bizkaia, dice Labrador, no es para tanto. “Nos han metido a todos en el mismo carro. Aquí, como en todas partes, hay algunos problemas, pero no podemos magnificar”, señala, sin perder de vista que “el objetivo final no es que haya menos incidentes, sino que no haya ninguno. Ese sería el éxito de esta campaña”, subraya. El éxito de la tarjeta negra que la Diputación Foral de Bizkaia y la Federación vizcaina de fútbol implantaron en el curso 2013-2014, tras detectar “un repunte de malos comportamientos, faltas de respeto, amenazas e incluso agresiones a árbitros o entre padres. Sacar esta tarjeta no es la panacea, pero sí ha ayudado bastante a que se haya rebajado. Este curso solo ha habido cuatro y han sido de aviso. No se ha suspendido ningún partido”, explica y admite que quizá se debería haber mostrado alguna más “porque hay árbitros jóvenes que igual tienen un poquito de miedo a sacarla por si les montan una bronca”.

Desde la institución foral también se destaca la necesidad de “concienciar a las y los árbitros sobre la bondad” de utilizar la tarjeta negra. “Nos gustaría que su uso no fuese necesario, pero tenemos la responsabilidad de poner en evidencia a aquellas personas que mantienen comportamientos incívicos y no hemos encontrado mejor manera que asociar los mismos al resultado del encuentro. El origen de la tarjeta negra partió de esta reflexión: ¿Qué adulto responsable querría que su hijo pierda un partido por un mal comportamiento?”, explica Carlos Sergio, asesor de deportes de la Diputación Foral de Bizkaia.

Las cuatro tarjetas negras sacadas hasta la fecha han sido motivadas por faltas de respeto al árbitro y discusiones entre padres. En una de estas disputas, apunta Labrador, “casi llegan a las manos”. “Si los niños jugaran solos no pasaría nada. En el 90% de los casos son los padres los que lo provocan con gritos, faltas de respeto al árbitro o al equipo contrario o lo típico de Dale, métele la pierna, que genera entradas más duras. Otros se consideran entrenadores y muchas veces los críos ya no saben ni dónde están. Tenemos que cortar estas cosas de raíz”, defiende. De hecho, cuenta, “el año pasado un jugador infantil agarró al contrario por la camiseta, se la puso por encima de la cabeza y le dio puñetazos. Fue el primer partido de liga y se le quitó la licencia para todo el año”.

Las advertencias, la expulsión temporal o definitiva, la suspensión del encuentro o la retirada del equipo de la competición no son las únicas medidas para contrarrestar acciones reprobables en gradas y terrenos de juego. “Queremos implantar la tarjeta verde, con la que premiar actos dignos de tener en cuenta, como que un niño tire fuera al ver al portero lesionado o se enfrente a los padres y les pida que se callen y les dejen jugar, lo que sería superpositivo”, explica Labrador. “Que los padres tuvieran que asistir a una charla antes de hacer la ficha de su hijo” es otra de las posibilidades que le rondan la cabeza, junto con la organización de actos de concienciación, como el protagonizado por los padres y jugadores del Gallarta y del Colegio Basauri, que se estrecharon las manos antes del encuentro y leyeron un comunicado en defensa del juego limpio. “A ver si un día conseguimos que en todos los partidos de fútbol escolar haya un acto de este tipo”, lanza el guante.

“Te voy a matar” Profundo conocedor del deporte escolar en Bizkaia, el entrenador Fernando Quintanilla, Txirri, no cree que “haya más situaciones comprometidas que las que había antes”, sino “una mayor posibilidad de divulgarlas y que causen sensación”. Aunque ha presenciado “las típicas discusiones y riñas” en diferentes tribunas, la cosa nunca ha ido a más. “Veo muchas situaciones de tensión, pero no como para decir que ha habido un aumento o esto se está desfasando”.

Sentirse perjudicado por una decisión arbitral, intolerancia al ir perdiendo el partido, los fallos de sus propios jugadores... Estas son algunas de las situaciones que “en ese estado de tensión”, dice, “le pueden hacer perder los papeles” a un entrenador. “Tampoco hay tantos, pero los que lo hacen lo hacen de una manera importante”, reconoce. No en vano en temporadas pasadas uno fue sancionado cinco meses por decir, entre insultos varios, que le iba “arrancar la cabeza” al árbitro.

Los técnicos, subraya Txirri, “tienen que ser un referente para los chavales”, dado que “sus comportamientos se transmiten” al campo. Por ello, defiende, “donde hay que empezar a erradicar esas posibilidades de exaltación es entre los propios entrenadores”. Y en esta tarea, a su juicio, “los clubes tienen mucho que decir”. “Tienen responsabilidad y deben buscar las dinámicas para que esas situaciones no se repitan. Es el club el que determina quién entrena y en qué categoría, por lo que debería asignar entrenadores con un perfil formativo”, reivindica.

El árbitro Eder González estrenó su cartulina educativa hace poco. “Solo he sacado la tarjeta negra una vez, pero insultar me insultan todos los fines de semana. Me han llegado a decir: Te voy a matar. Eso ya...”, deja en el aire este joven, que lleva cinco años pitando partidos. “Los que suelen formar polémica son los padres, que se meten contra el árbitro”, afirma. Algo que corrobora la institución foral. “La violencia en el ámbito de Eskola Kirola es mayoritariamente verbal. La mayoría de las tarjetas negras se sacan a los aficionados adultos y es cierto que la actitud violenta de la grada influye negativamente en los comportamientos de los deportistas que están en el campo”, constatan.

Gritos, insultos, requerimientos al árbitro, discusiones entre padres, malos comportamientos e incluso alguna agresión entre niños. José Miguel Monreal, padre de un jugador de 13 años, ha visto de todo un poco, incluidos los malos consejos a los chavales del propio equipo. “Una cosa es animar y otra empujarles a no ser deportivos, a perder tiempo, cosas que no se pueden inculcar en los niños, porque se empieza por perder tiempo y se acaba pegándole una patada a un chaval por detrás para que no meta gol”.

Este progenitor no se explica por qué “a veces justificamos en el fútbol actitudes que no permitiríamos” en la vida ordinaria. “No dejaríamos que nuestros niños se pegaran en la calle y luego justificamos que puedan tener un enfrentamiento con un balón de por medio”, critica y lamenta que se pierda la perspectiva de cuál es el objetivo del deporte escolar. “De 15.000 niños que juegan en Bizkaia, tres acaban siendo futbolistas. La ambición profesional desde luego no es el objetivo, sino inculcar unos valores, como el esfuerzo, el trabajo en equipo, la solidaridad, la amistad... Nada que ver con la violencia, todo lo contrario”, remacha.

A la hora de aportar soluciones, también dirige su mirada hacia los clubes. “En la medida en la que vieran que la actitud de un niño no fuera la adecuada, no deberían permitirle hacer esa actividad. A veces los clubes no son lo suficientemente contundentes a la hora de prevenir estas actitudes. Hay que intentar ganar, pero en buena lid. Los clubes deberían ser mucho más severos incluso con los padres que no tuvieran una actitud correcta”. Lo que viene a llamarse tolerancia cero.