Güeñes - Le llama el abuelo. Y eso que solo tiene poco más de tres años, pero para la esperanza de vida de un gallo se considera una edad avanzada. Un veterano de Güeñes, como su propietario. Miguel Ángel García acaba de sumar nuevos reconocimientos a su título honorífico de criador más laureado de la feria de San José: los de ave campeona de la monográfica de Euskal Oiloa y las mejores en las variedades Zilarra y Gorria. Además, preside Eoalak, la asociación que agrupa a los criadores de razas aviares vascas.
Conserva su granja “con 400 animales” en el mismo barrio de Goikouria en el que nació. Y a pesar de que “he crecido en el campo” no se dedica plenamente a la explotación, ya que “es imposible subsistir solo con ello”. Cuando sale del trabajo acude puntualmente a cerciorarse de que no falte de nada a los animales. Una rutina “sacrificada” de la que desconectan una semana al año para cogerse vacaciones. Desconectan, en plural, porque comparte la tarea con su mujer y los niños empiezan a interesarse por las tareas que también han visto desde la cuna., siguiendo el ejemplo de ambos.
Eso incluye preocuparse también por la apariencia física. Que las aves se sometan a la evaluación del jurado en perfecto estado de revista puntúa, y mucho, cuando se trata de dilucidar si cumplen el estándar racial. A favor o en contra, para penalizar a aquellas que presentan imperfecciones. Dos meses antes de la feria que Güeñes acogió el 19 de marzo, Miguel Ángel ya entrenaba las suyas para la cita. ¿Cómo? “Mantenemos a los gallos en jaulas separadas con el fin de evitar que se puedan arrancar las plumas en peleas o que se mojen si llueve”, explica. Con ese celo ha logrado pasar por la feria de San José con premio trece años consecutivos. No solo en las monográficas de Euskal Oiloa y Euskal Antzara, sino también cuando se otorgaban reconocimientos en la exposición de ganado local. La de 2016 fue la edición en la que mayor cosecha obtuvo. “Gané cuatro premios. Entre ellos, el de mejor ave de la exposición”, que acaba de revalidar.
El nombre de Miguel Ángel García también se escucha con frecuencia en certámenes en distintos puntos del Estado y Europa. Solo este año tiene previsto viajar a “Catalunya, Asturias o La Rioja” y en su palmarés particular figuran otras distinciones en países como Francia.
Acude a estos encuentros bajo el estandarte de Eoalak, la asociación de criadores de razas aviares vascas de la que es presidente. “La pusimos en marcha 16 socios y hoy la conformamos alrededor de 160, una buena señal de que nos vamos recuperando”. Eoalak comenzó su andadura en Güeñes en 2006 con el objetivo de erradicar la amenaza de la extinción que se cernía sobre Euskal Oiloa -que agrupa a las variedades gorria, leposoila, zilarra y marraduna- y Euskal Antzara, la oca vasca. El abandono del modo de vida unido al caserío y la compra de especies de pollos importadas tuvieron un impacto negativo en la conservación de estos “bellos animales”. Por eso, la asociación “nació con vocación de sacarlos del olvido, promocionar su cría de forma tradicional y obtener su reconocimiento, a nivel internacional”.
Bajo la coordinación de Miguel Ángel García, Eoalak planifica cursos de morfología que ayudan a los criadores a preservar los estándares de la raza, asesora sobre las maneras de mejorar las líneas genéticas y cría de aves, intermedia en el intercambio de animales entre socios y les ofrece la oportunidad de realizar un seguimiento genealógico “mediante identificaciones como anillas u otras similares, para evitar la consanguinidad”. La asociación también organiza las ferias que se convierten en punto de venta y el lugar en el que compartir inquietudes. La última ocasión, en Güeñes. “Expusimos 236 aves”, calcula Miguel Ángel García. Cada una de ellas incorpora “una especie de DNI propio”, compara el presidente de Eoalak y el casillero en el que los miembros del jurado anotan las características que observan y la puntuación que creen que merecen en el concurso, tras examinarlas una por una.
El calendario incluye también un encuentro internacional de la asociación, como el que acogió Turtzioz en enero de 2016. Entre las más de 700 aves que llenaron el frontón municipal se pudo encontrar una gallina de la raza serama, considerada la más pequeña del mundo, que hizo las delicias de los niños.