Bilbao - Rita mira a la pequeña Saioa buscando su atención; se sienta a su lado para intentar conseguir un pequeño contacto. No lo logra, pero será cuestión de tiempo. Saioa Garrido es una niña de 3 años de Bilbao con autismo a la que Olentzero ha traído el mejor de los regalos. No es ni una consola, ni una bicicleta, ni una tablet, ni un balón, ni unos patines... El carbonero barrigón ha dejado en casa de la familia Garrido-Aguirreamalloa, en el bilbaino barrio de La Peña, un cachorro labrador de asistencia entrenada por la fundación Bocalan de Madrid y que ayudará a la niña a integrarse mejor en la sociedad. Es el primer caso en Euskadi. “Estamos felices con el regalo que ha dejado Olentzero este año en casa. No podía ser mejor. Ahora toca la adaptación, pero lo vamos a conseguir poco a poco”, describe Inga Aguirreamalloa, madre de la pequeña. Niños y perros se convierten en compañeros inseparables. Más todavía en críos con autismo, una enfermedad aislante que afecta a uno de cada 150 escolares en el estado. En Bizkaia, alrededor de un millar de pequeños padece esta enfermedad que afecta al neurodesarrollo y que se caracteriza por una anormal interacción social y de comunicación.

El pasado 12 de diciembre, la familia hizo las maletas y viajó a Madrid para conocer a Rita e iniciar el proceso de adaptación. “Vamos poco a poco”, describe la madre. “La primera noche no pegué ojo porque Rita estaba nerviosa, muy inquieta... A las cinco de la mañana la saqué a la calle por si quería hacer caca”, explicaba a DEIA. “Para una noche que Saioa duerme del tirón me despierta Rita”, comentaba entre risas.

Rita y Saioa se harán amigas inseparables. La perra se convertirá en su protectora, en su guía, en su compañía incondicional, tanto de día como de noche. Dormirá con ella para tranquilizarla. “Mi hija tampoco duerme bien. Una vez que las dos se hagan inseparables compartirán cama y Rita protegerá los sueños de Saioa. Los niños con autismo suelen relajarse al escuchar los latidos del perro”, cuenta. En sus salidas a la calle, Saioa irá sujeta por un arnés a la perra y ella le enseñará a pasear correctamente y le dirigirá el paseo por la zona correcta, lo más alejado posible del bordillo de la acera. “En Madrid hemos estado trabajando cómo caminar. Nosotros hemos tenido que aprender a dirigir a Rita para que luego sea la perra quien dirija a la niña”, explican.

Esta familia de Bilbao es consciente de que el camino que deberán recorrer a partir de ahora será complicado, largo..., pero tienen claro que merecerá la pena. “Era ahora el momento”, explica. Y es que con tres años a la pequeña Saioa le quedan aún infinidad de cosas por aprender y elementos que asimilar para desarrollarse como persona. “No sabemos las posibilidades que tiene nuestra hija y, por eso, vamos a trabajar conjuntamente con Rita todo lo que podamos para intentar desarrollar sus habilidades. Es cuestión de constancia, paciencia y de trabajo para enseñar a Saioa todo lo que de forma natural no puede aprender”, apuntan.

Rita ha encajado de maravilla en la familia, todos se muestran felices con el nuevo miembro que ha llegado por Navidad para quedarse y para ayudar a Inga en las largas horas de terapias junto a su hija pequeña. Ni siquiera la alergia que le genera a la madre el pelo del perro ha sido un impedimento para aumentar la familia. “No pasa nada, me medico más y punto”, confiesa. “Rita ha venido para ayudarnos con Saioa”, añade Iraia, la hermana, de 5 años. “Llevamos una semana con ella y ya la queremos con locura. Es un miembro más de la familia”, explica el aita, Sergio Garrido.

El jueves regresaron a casa desde Madrid y desde entonces están trabajando para que la perra se integre en su nuevo hogar. “Nos han dicho que suelen tardar tres días. A partir de ahí se hace al nuevo espacio y podemos seguir trabajando en la terapia para Saioa”, comentan ilusionados los aitas.

Ayuda en la socialización En la actualidad no hay muchos estudios respecto a perros de asistencia para autismo pero sí se han utilizado algunas bases científicas sobre la realización de Terapia Asistida con Animales (TAA) con autismo que se han tenido muy en cuenta a la hora de entrenar y acoplar a un perro de asistencia para niños que tienen este trastorno. La experiencia refleja que los animales en TAA, con diferentes colectivos con diversidad funcional, hacen de agentes motivadores y reforzadores de conductas, además de catalizadores de emociones. Sus efectos socializadores son muy efectivos y fomentan, entre otras cosas, el aumento de las habilidades sociales, la atención, concentración, autoestima y la comunicación. Por eso, cuando antes se entregue al niño el perro es, según explica Inga “mucho mejor” porque le ayudará en su estimulación temprana, tan importante para un mejor desarrollo del mismo. La edad idónea para entregarlos suele ser a partir de cumplidos los 3 ó 4 años. “Nosotros hemos tenido mucha suerte. Rita ha llegado a casa cuando Saioa tiene tres años, es una edad muy buena porque hasta los 6 años se mantienen las conexiones internas del cerebro. Nos quedan tres años para trabajar duro y lograr que la pequeña sea lo más independiente posible en su vida”, apunta la madre.

Saioa apenas habla. Tan solo pronuncia algunas palabras sueltas. Inga, su amatxu, ha pedido una excedencia en la empresa para centrarse en la terapia de su pequeña. “Yo soy su terapeuta en casa. En poco tiempo hemos mejorado muchísimo. A la semana metemos unas 30 horas. Saioa ya se viste sola la parte de arriba, sube las escaleras de casa, monta puzzles de dos piezas. Hasta hace poco lo tiraba todo; ahora recoge las cosas del suelo”, describe la madre.

Dependiendo del estado cognitivo del menor, los perros de asistencia para niños autistas pueden ayudar a conocer y distinguir el significado de los colores de las luces de los semáforos y aprender cómo y cuándo utilizarlos. “Con el tiempo colocaremos a Rita un arnés con bolsillos de colores para enseñar a Saioa a diferenciarlos. Mediante juegos y premios -le encantan los lacasitos- trabajaremos más adelante ese aspecto”, relata. Durante la conversación, la pequeña coge un cepillo y se lo acerca al pelo para peinar su flequillo. “¡Ay, no me lo puedo ni creer! En Madrid hemos estado aprendiendo eso. ¡Qué ilusión!”, concluye Inga, con una sonrisa que no tiene precio.