Chavalería que lo celebra sin alcohol
Cientos de adolescentes vizcainos celebran las navidades asistiendo a galas sin alcohol. Una iniciativa que algunas salas de fiestas hacen extensible al resto del año, aunque otras lo han tenido que descartar por no resultar rentable
ALGUNOS se acicalan como si les fuera la vida en ello. Otros desgastan suela de tanto bailar reguetón. Hay quienes se afanan en hacerse fotos y quienes aprovechan para tirarse los tejos. Sea cual fuere su divertimento, cientos de adolescentes vizcainos celebran las navidades asistiendo a galas sin alcohol. Una alternativa de ocio que algunas salas de fiestas ofrecen durante todo el año y que otras han tenido que terminar suspendiendo por la falta de asistencia. “Lo hemos intentado por todos los medios, con muchísima publicidad en redes, pero no funciona. Nuestro aforo es de 750. Con que hubiesen venido 500, igual habría habido una continuidad, pero es que ha habido sesiones de cuarenta niños. No es rentable”, explican en uno de estos negocios que han dejado por imposible las sesiones 0,0 dirigidas a menores.
No es el caso de Sonora, en Erandio, que celebra sesiones light cada dos sábados y tiene programada una gala de Navidad el día 28. “Los chavales se ponen camisa y se vende casi todo”, avanza Diego L. Maestre, el gerente. La sala tiene un aforo de 1.600 personas y “algunas niñas de 12 y 13 años hablan de ella como el palacio prohibido al que quieren entrar”. Sus puertas, sin embargo, están cerradas a cal y canto en las sesiones sin para todos aquellos que no hayan cumplido los 14 o ya hayan estrenado la mayoría de edad, tal y como dicta la ley. “Las diferencias de maduración entre uno de 14 y uno de 15 son enormes, pero entre uno de 15 y uno de 13 no es que se lleven dos años, es que se llevan dos décadas”, afirma Maestre.
Entre estos adolescentes y un joven de 18 o 19 años también hay más que un abismo, por lo que se cuidan muy mucho de pedir los carnés en la puerta para que no se les cuelen, atraídos por el bumping, un estilo de música electrónica. “Como no encuentran ningún sitio en el que escucharla, quieren entrar, pero se les prohíbe. Independientemente de la posible sanción, por el control de la sala no nos interesa tener gente mayor de edad”, subraya.
Los sábados que toca chavalería abren dos salas con capacidad para 1.000 personas. Entre los 700 y 800 menores que, según calcula, suelen acudir “hay mucha gente nacional y luego un poco de todo. Hoy en día las mezclas de los adolescentes son muy benetton: suramericanos, marroquíes, algún asiático... Vienen tanto chicos como chicas”, detalla.
A diferencia de otras discotecas, en esta, aun en las sesiones sin alcohol, hacen negocio. “El problema es que ha habido muchas salas que han empezado a hacerlas, con lo cual los precios han bajado bastante. Nosotros las mantenemos por fidelización del cliente, porque permite sacar producto de refrescos, con lo cual te aumentan los descuentos, y un poco por actividad. El tamaño de sala nos permite tener unos precios ajustados y, además, mantener un beneficio”, expone.
Además de iniciarse en la música electrónica, los menores pueden contonearse a ritmo de twerking o reguetón y saciar su sed con refrescos, bebidas de sabores exóticos o sorprendentes colores, como una azul a la que, por razones más que obvias, han bautizado como pitufo. Todas ellas, eso sí, sin gota de alcohol. De hecho, señala el gerente, “las barras donde se sirve alcohol están tapadas con telares enormes que las cubren totalmente”.
Como era de esperar a su edad, los chavales, dice Maestre, “vienen a bailar y ligar básicamente”. Sin embargo, añade, “hay unos perfiles más adultos, gente que bebe fuera, en la calle, que intentamos combatir con la presencia de la Policía Municipal”. De esta manera tratan de disolver botellones que, lejos de desaparecer, dice, se trasladan a otras localidades. “El control en menores es bastante bajo. La única solución para acabar con el botellón es meterle mano a los supermercados que lo venden. Los que tienen 17 años ya no vienen a nuestras fiestas, porque no les dejamos entrar si van bebidos, y acaban en Barakaldo”.
Dentro del local suele reinar la paz. “Contamos con cinco agentes de seguridad por la propia seguridad de los chavales. Hay dos en la puerta, uno en cada sala y uno en pasillo”, apunta. En el exterior sí que “puede haber algún incidente de que fulano sale con mi exnovio y ese tipo de cosas. No es lo habitual, pero de vez en cuando... Los niños no son hermanitas de la caridad”, confiesa.
“El 5 o el 10% igual bebe fuera” Los chavales de entre 14 y 17 años también pueden franquear desde hace un año la puerta de la sala Play, de Bilbao, los sábados de 18.00 a 22.00 horas. “Es una sesión que no deja mucho, pero algo de dinerito da. También lo hacemos por un poquito de concienciación, para que la gente se divierta sin beber alcohol”, sostiene Sergio López, uno de sus propietarios.
La asistencia a estas sesiones, que celebran desde hace un año, “va creciendo poquito a poco”, asegura y cifra en 200 los adolescentes que acuden a esta discoteca con capacidad para 700 personas. “Los chavales cumplen y se comportan, están a gusto”, dice. Su perfil es variopinto. “Vienen desde el típico chaval pijito, mejor vestido, hasta el más normal, de clase obrera. También viene algún extranjero. Chicos y chicas por igual”, resume.
Aunque la mayoría suele ser “gente más bien sana”, también hay quienes consumen alcohol antes de entrar. “El 5% o el 10% igual sí ha bebido algo fuera, pero normalmente les marcamos que vengan bien en la puerta, que se comporten, que sean correctos y educados”, explica. Si alguno se pasa de la raya, le leen la cartilla y le vetan temporalmente la entrada. “Es como un castigo. Si en una sesión por lo que sea alguien se comporta mal, se le echa a la calle y se le dice que esa semana y la siguiente no puede entrar”, advierte este profesional, que aclara que se trata de casos puntuales. “En general son buena gente. Lo que pasa es que siempre está el típico listillo que se quiere hacer el graciosillo, pero hablas con ellos y al final consigues que te respeten”. Aunque en los aledaños de su sala, apunta, no se asientan para beber, “sí se suele hacer botellón en la zona de Bolueta, al fondo, y alguna vez sí ha pasado alguna ambulancia”. Entre los consumidores de botella en suelo, dice, hay de todo, “desde chavales de 15 años hasta de 30”.
Otras discotecas, en cambio, han tenido que renunciar al público adolescente ante la falta de afluencia. “En un local más pequeño igual les es rentable, pero aquí mínimo tiene que haber dos porteros, un taquillero, un guardarropa, dos disc-jockeys, dos camareros en cada barra, gente de seguridad... Vete sumando sueldos”, expone la empleada de una sala de Ezkerraldea que ya no ofrece sesiones para menores.
Antes de entrar en vigor la nueva normativa del Gobierno vasco, en enero del presente año, los chavales de 16 y 17 años podían entrar a la discoteca junto con los mayores de 18, si bien a los primeros no se les vendía alcohol y a los mayores de edad sí. Sin embargo, actualmente los menores no pueden acceder a ninguna sesión donde se consuma alcohol y las denominadas light son exclusivamente para la franja de 14 a 17 años. “Ese es el hándicap, que los de 16 y 17 no quieren estar con los de 14 y 15 porque les parecen unos críos. Quieren estar con los de 18 y 20”, razona esta trabajadora, para quien esta iniciativa “está muy bien para que los chavales no consuman alcohol, pero al final no entran en la discoteca. Van a otros sitios, donde también está prohibido, pero se lo pasan por... No hay control. Van a otros locales y si consumen alcohol, lo consumen y punto”.