Bilbao - Para muchos son una imagen de recuerdo infantil. Para pocos una fotografía en blanco y negro, de esas antiguas. Para todos, dos pasos esenciales entre las márgenes de la ría de Bilbao. Son los puentes de Deusto y el Ayuntamiento, dos conexiones especiales que este mes se tornan octogenarios con muy buena salud entre sus ruedas, palancas y brazos al aire. Porque ambos puentes tienen brazos, sí, de esos que se levantan por exigencias del pasado mercantil de la villa para el paso de los barcos y que a día de hoy ya solo es una escena para el recuerdo.
El puente del Ayuntamiento, bautizado en sus orígenes como de Begoña, ya está clausurado y sus mecanismos de apertura acabaron en la chatarra. El otro, el de Deusto, aún se puede abrir, pero solo se ejecuta la maniobra en ocasiones especiales, que son pocas o ninguna cada año.
Sin embargo su condición de puentes móviles han marcado su desarrollo para ellos mismos y para la ciudad. El origen de ambos es idéntico y permite conocer prohombres locales que ahora recuerdan plazas y calles. Su concepción es consecuencia de la expansión de la ciudad hacia Abando a finales del siglo XIX. Las sucesivas anexiones de las anteiglesias colindantes obligaron a crear dos pasos que conectaran de forma directa la zona de Abando y Deusto, una realidad que se concretó en la segunda década del siglo pasado. El entonces alcalde de Bilbao, Federico Moyúa, se comprometió a dotar a la expansiva urbe de dos nuevos accesos. Uno serviría para enlazar el nuevo centro de la ciudad con la casa consistorial y con la carretera que subía al recién fusionado barrio de Begoña. El otro, conectaría dos zonas bastantes despobladas aún, la cercana al parque de Doña Casilda y el barrio de Deusto ya anexionado.
Pero existía un inconveniente de calado en la génesis. No podían ser fijos. El tráfico fluvial de mercantes que subía hasta los muelles de El Arenal imposibilitaba la construcción de puentes al uso y a nadie se le pasó por la cabeza cercenar la mayor fuentes de ingresos de la villa.
Así que el alcalde encargó al arquitecto municipal, Ricardo Bastida, que aprovechara su viaje a un congreso Eucarístico en Chicago, que se celebró ese año de 1926, para que se empapara de los puentes levadizos que ya utilizaba la ciudad norteamericana por aquel entonces. Bastida, tras varios análisis, optó por el paso de la avenida Michigan, construido en 1920, y que era el puente móvil, tipo cantilever y de brazos basculantes. Era el que mejor se adaptaba a las necesidades de Bilbao.
Cuatro años de obra Los ingenieros Ignacio de Rotaeche y José Ortiz de Artiñano junto con Ricardo Bastida firmaron el proyecto del puente de Deusto en enero de 1930, el cual comenzó a construirse en julio de 1932 bajo el mandato como alcalde de Ernesto Ercoreca.
El viaducto fue abierto a la ciudadanía el 12 de diciembre de 1936 tras cuatro años de trabajos y dos modificaciones por las afecciones que suponía para el ferrocarril Bilbao y Portugalete que circulaba por los muelles de la margen izquierda.
Su inauguración, al igual que la de su hermano, fue modesta, lógico en una situación de Guerra Civil. Un conflicto que no auguraba mucho futuro a los nuevos pasos estratégicos. La defensa de la ciudad se encargó el 18 de junio de 1937 de inutilizar la estructura para impedir el paso de los facciosos. La dinamita colocada en la noche del 18 de junio por anarquistas de la CNT descalzó el apoyo en la margen izquierda del puente y se dejó trancada la parte elevada en la orilla de Deusto.
Pero su necesidad era imperante para la actividad de la villa. Entre 1938 y 1939, las autoridades franquistas lo reconstruyeron y se reabrió el 25 de octubre de 1939, bautizado como puente del Generalísimo, que en 1979 fue sustituido por el nombre original.
Un recorrido similar tuvo la conexión pegada al Ayuntamiento, en la zona donde la ría hace una curva, y que en su origen se denominó puente de Begoña porque iba a ser el paso hacia esa zona alta de la villa.
Su construcción arrancó en octubre de 1933 y su estructura fue creada en los cercanos astilleros de Euskalduna y en la vieja factoría de Babcok & Wilcox. Ignacio Rotaeche también firmó los planos de un puente que estuvo solo activo unos meses al correr el mismo destino que su hermano y ser destruido en junio de 1937. El viaducto fue reconstruido en 1941 y se le bautizó con el nombre General Mola, hasta que, en 1983, se le dio el nombre actual.
Durante décadas, los tres golpes de bocina que los porteros de los puentes hacían sonar para avisar de su apertura inminente formaron partes de la sonido de la ciudad. En los años de mayor actividad, se abrían hasta doce veces al día y entre Abando y Uribitarte se formaban hileras de barcos esperando para navegar aguas arriba.
El puente de Deusto también fue conocido en los años 80 por ser el escenario durante meses de los fuertes enfrentamientos entre la Policía y los trabajadores de los Astilleros Euskalduna, cuyas instalaciones vecinas iban a cerrarse por la reconversión industrial. Sus barricadas y tiragomas no impidieron la clausura de los astilleros en 1988.
El progresivo retroceso de la actividad portuaria a los muelles del puerto en el Abra Exterior hicieron mella en el tráfico naviero y más esporádicas la apertura de las cuatro hojas. Lógicamente, el primero en perder su carácter levadizo fue el del Ayuntamiento y en 1969, el Consistorio procedió al sellado de sus dos hojas. Aún hoy los peatones que lo cruzan notan el temblor de la estructura cuando circula a su lado un Bilbobus.
En 1969 y en 1995 El puente de Deusto aguantó más tiempo antes de decidirse su clausura. La actividad mercantil en el muelle colindante de Abandoibarra, con la línea de Pinillos trayendo plátanos de Canarias cada semana, obligó a mantener activa sus hojas levadizas hasta casi finales del siglo pasado. Fue el 4 de mayo de 1995 cuando se abrieron por última vez por necesidades comerciales para el paso del carguero británico Hoo Crest.
La sensatez y la presión de los arquitectos e ingenieros que pusieron en valor el carácter especial del puente le salvaron de su sellado. Posteriormente se ha abierto solo en ocasiones especiales como para rodajes de películas, el recibimiento al velero Euskadi-Europa-93 del navegante José Luis Ugarte, el paso en Aste Nagusia 1995 de Marijaia, las Jornadas Europeas de Patrimonio, en 2001, y cada año por la regata universitaria entre Ingenieros y Deusto.
El puente de Deusto es mucho más largo que su hermano. El paso comienza en la actual plaza de Euskadi y se prolonga hasta la orilla para pasar el cauce y asentarse en tierra casi al lado de la plaza Pío X. En total, consta de 27 vanos, o pasos entre pilares, aunque el más conocido es el que supera el cauce. El de Ayuntamiento se compone solo de sus dos plataformas móviles que se apoyan directamente en sus estribos en las márgenes.
La prolongada longitud de la conexión hacia Deusto ha supuesto que sus accesos desde las orillas mediante escaleras hayan variado con las décadas. Así, las originales se demolieron en 1955 y se sustituyeron por otras que aguantaron hasta el siglo XXI. En 2004 se ejecutó la nueva escalinata helicoidal de acero inoxidable que une el puente con la entonces recién creada avenida de Abandoibarra. Un acceso dotado de ascensor, elemento del que carecen las escaleras que conectan en la otra margen con Botica Vieja y que fueron construidas en 2006.
Tres años después, el Ayuntamiento asumió la mayor reforma efectuada en el viaducto. Se procedió a su saneamiento integral, se puso a punto la maquinaría para levantar los brazos y se colocó un nuevo sistema de iluminación. También se cambiaron las aceras y se sustituyeron varios tramos de barandilla deteriorados.
Así, a sus ochenta longevos años los dos puentes que protagonizan a diario buena parte la movilidad de la ciudad están preparados para conectar unas cuantas décadas más las próximas generaciones de bilbainos y visitantes.