Getxo - “Dichoso el hombre que muere donde nace”, proclamaba siempre que tenía ocasión Eduardo Larrea, Karolo El Divino, como todo el mundo le conocía. Artista bohemio e indomable, persona entrañable como pocas, su prodigiosa voz se apagó ayer a los 86 años.
Karolo no pudo irse en su rincón preferido del Puerto Viejo de Algorta, su Tximbito, tal y como llamaba cariñosamente a su humilde casa situada en este barrio pesquero de Getxo, junto a su querida perrita Neskita. Una infección pulmonar y varias complicaciones derivadas le llevaron a tener que realizar “ingreso tras ingreso en el hospital de Cruces y en el sanatorio de Gorliz en el último mes”, según confirma Josu Abeytua, impulsor de la iniciativa 40mayo/Maiatzak40 Algortako Portu Zaharra, que surgió para “homenajearle en vida”, y que ha pasado, junto a Idoia Txintxurreta, el último año y medio pegado a él.
Un periplo de meses sufriendo diversos achaques de los que siempre parecía salir airoso. Cuando mostraba su eterna sonrisa, pícara y generosa, contagiaba de ilusión a sus allegados. “Después del último ingreso parecía que respondía bien aunque todo era un poco confuso. Pasaba de estar muy fastidiado a mejorar y volver a ser el hombre dicharachero de siempre”, explica Abeytua.
Hombre bueno y amable, polifacético y dotado con una especial sensibilidad artística, siempre dispuesto a compartir su interesante vida con aquellas personas de bien que quisieran compartir con él una charla sincera. “Nací artista y guapo”, respondía cuando se le cuestionaba sobre su carrera. Su atractivo físico y elegancia, le convirtieron en un dandy de la época. Posó para el maestro Salvador Dalí, cantó en teatros de España, Francia e Inglaterra, participó en la película El fabuloso mundo del circo, protagonizada por John Wayne, -tal y como le gustaba recordar mostrando una de sus numerosas fotografías-; compartió escena con Carmen Sevilla; grabó un disco, viajó por medio mundo, y siempre huyó de las tentaciones propias de una vida azarosa recordando los valores religiosos que le inculcó su abuela. “Me he cuidado mucho. He tenido acceso a todos los vicios y no los he cogido. La educación religiosa de mi abuela me salvó”, desvelaba a DEIA en una entrevista el pasado mes de mayo. Por aquel entonces se encontraba en la residencia Aspaldiko de Portugalete, a raíz de romperse la cadera y tener que abandonar el Puerto Viejo. Luego pasó por la residencia municipal de Algorta. Un periplo de atenciones médicas que le alejaron de su hogar, el Puerto Viejo, su rincón favorito del mundo.
Hombre íntegro como pocos, si algo le molestaba en esta vida era la hipocresía de la sociedad. La importancia de lo material. El triunfo del capitalismo sobre los valores. “Siempre he hecho lo que me ha gustado. He buscado la libertad, anteponiéndola al dinero, porque el dinero mata todos los valores y solo debería ser un medio para vivir”, reflexionaba. “Con la humildad también se triunfa. Hoy en día el mundo es tan materialista...”, recordaba
Querido Por último, aunque durante los últimos meses su salud le jugó algunas malas pasadas, el cariño de la gente siempre le hacían recuperar su inmortal sonrisa. Muchas personas han estado pendientes de su salud este tiempo. Eskubi e hijos, Laurita, Sendoa, Ignacio, su sobrina Begoña y, por supuesto, sus amigos del Facebook. “Estaba muy agradecido por el cariño de la gente. Recuerdo el día que le dije para abrir una cuenta y contar allí sus anécdotas. Al principio no sabía lo que era pero aprendió rápido. En poco más de un mes ya tenía más de 2.000 seguidores”, desvela Abeytua. Y es que la fama era inherente a un artista de su talla. Pero, sin duda, por lo que será recordado es por derrochar bondad: “Siempre he querido que los hombres aprendieran a ser más buenos porque hay muchos malos”. Su funeral será hoy a las 19.00 horas en la parroquia San Nicolás de Bari de Algorta.