El vertedero de Artigas es de esas cosas que son totalmente necesarias pero que nadie quiere que exista. La ubicación del depósito, en una vaguada montañosa sin caseríos al lado y escondida entre Bilbao y Alonsotegi, ha supuesto que históricamente haya pasado prácticamente desapercibida para sus usuarios. Y es que el gran depósito en pendiente ya ha cumplido este año cuatro décadas acumulando las basuras que varias generaciones de bilbainos y vizcainos han ido generando. Han sido miles los camiones de basura que tras efectuar sus rutas nocturnas urbanas finalizaban su recorrido volcando su contenido en las terrazas que se iban generando año tras año con la acumulación de los residuos apelmazados.
Un dato. Desde 1976, se han acumulado unos seis millones de toneladas de basura en el vertedero. Ahí es nada. Las instalaciones que fueron puestas en marcha por el Ayuntamiento de Bilbao para resolver el problema de los residuos han estado en constante evolución. Un desarrollo que se ha ido adaptando con los años tanto a nuevos procesos de tratamientos como a las legislaciones que han ido llegando cada vez más restrictivas.
Cuando se creó el depósito, las famosas tres erres [reducir, reutilizar y reciclar] eran totalmente desconocidas. Todo iba a la misma bolsa de basura y todo se depositaba en Artigas. Tanta fue la cantidad generada que, solo siete años después, en 1983, el Consistorio decidió ampliarlo. Por ello fue obligado el incremento de la actividad de la planta de trituración de los deshechos y con la llegada de la década de los noventa se empezó a pensar más en verde. Artigas acogió la planta de aprovechamiento energético del gas metano que genera de forma natural la basura acumulada y se construye una planta de reciclaje de envases antes de clausurar la de trituración. Con el nuevo siglo, la Diputación desarrolla el segundo plan de residuos del territorio que marcará el futuro de las instalaciones. La normativa europea cada vez es más severa con los vertederos y los que están en activo tienen que ser mucho más controlados. Así, en 2004, se crea una planta de lixiviados que trate todos los líquidos contaminantes generados por los deshechos y en 2009 arrancan las obras de adecuación a la normativa emanada de Bruselas.
Pero Artigas también ha querido dar a conocer su labor callada y oculta. Han sido miles de escolares los que desde el curso 2005-2006 han conocido de primera mano qué ocurre con los desperdicios que generamos en casa y en nuestros comercios a través del Aula Medioambiental abierta en el propio vertedero. Una labor de sensibilización que poco a poco ya estaba calando en la sociedad y que querían asegurar para el futuro con estas clases ecológicas. Esa concienciación social con los despojos, en la que Bizkaia ha sido punta de lanza, ha supuesto que con los años el aporte de basura al vertedero bilbaino haya ido en descenso. Los contenedores para plásticos, papeles, cartones, latas, materia orgánica y otros residuos han restado miles de toneladas a los depósitos en Artigas.
El protagonismo asumido por la Diputación en la política de residuos en el territorio llevó hace poco más de dos años a que el Ayuntamiento cediera la titularidad de la infraestructura al ente foral, para integrarlo en ese concepto de conjunto.
Tras la clausura del resto de pequeños vertederos de Bizkaia, Artigas se ha quedado como el único en activo de todo el territorio. Bueno, ahora no. Ahora está cerrado a la espera de que se habilite el segundo vaso. Mientras dura esta intervención es el depósito de basuras ubicado en Jata el que asume la responsabilidad. Después cuando concluyan las obras, Artigas estará dispuesto para asumir esa última cantidad de basura que resta después del reciclaje y la incineración. Hay margen. Podrá acumular residuos durante 26 años más.