Enrique Arévalo y José Urrutia apenas tenían 22 años cuando en agosto de 1966 se inició en la sierra burgalesa de la Demanda la filmación de algunas de las escenas más destacadas de la película El bueno, el feo y el malo, dirigida por el italiano Sergio Leone, y que otorgó galones de actor de empaque a un joven Clint Eastwood al que esta obra antológica del spaghetti western catapultó en su carrera cinematográfica. Para celebrar este 50 aniversario del rodaje en el que tomaron parte como extras, una veintena de vizcainos relizará mañana un viaje nostálgico que les llevará desde Bilbao hasta el reconstruido cementerio de Sad Hill . “Intentaremos llegar mañana a las once para la inauguración oficial del cementerio y de la figura de Clint Eastwood que han realizado unos alumnos de formación profesional de Ortuella. Seguro que nos emocionamos cuando estemos allí porque la verdad es que pasamos casi un mes muy especial”, rememora Enrique Arévalo,
Arévalo y Urrutia, junto con otros 23 soldados vasco-navarros del cuartel de Artillería 63 -con sede en Salas de los Infantes- fueron parte del contingente de casi 2.000 soldados cedidos por el Ejército a la productora del filme para hacer de extras en las escenas de La Misión en el monasterio de San Pedro de Arlanza y, especialmente, en la toma del puente de Langston, construido expresamente para la película sobre el río Arlanza.
“A nosotros nos contrató la productora para hacer de extras en la película que se iba a rodar en Burgos, concretamente en los valles de Arlanza y Mirandilla, en el pueblo de Hortigüela. Y allí estuvimos 25 soldados, compañeros, durante un mes aproximadamente para grabar en los exteriores. Hacía un calor infernal, pero lo cierto es que nos lo pasamos muy bien”, recuerda José Urrutia, uno de los extras que tuvo recompensa por tirarse al río Arlanza en la toma del puente de Langston. “Pidieron voluntarios para lanzarse al río como heridos o muertos y yo me presenté porque en aquella época era aficionado al submarinismo”, cuenta Arévalo, electricista jubilado, que ese día cobró 500 pesetas por un papel que le sacó los colores. “En la escena de la batalla por la toma del puente salíamos los nordistas en tropel desde las trincheras hacia el puente y los confederados hacían lo mismo desde la otra orilla. Al acercarnos a grito pelao empezamos a disparar los mosquetones de fogueo y algunos teníamos que caer muertos al río. Yo, que me creía muy bueno, en vez de flotar boca arriba para el barrido de cámara que recogía a los muertos del río, lo hice boca abajo. Aguanté todo lo que pude pero al final me tuve que dar la vuelta porque no podía más. Tuvimos que repetir la escena y entonces ya salí flotado boca arriba”, comenta con gracia este bilbaino.
No fue sin embargo esta la única anécdota jocosa del rodaje de esta escena del puente de Lansgton que, por cierto, fue dinamitado hasta en tres ocasiones. “Las escenas se repetían un montón de veces a pesar de que en muchas de ellas oías a Leone gritar molto bene; pero, hala, a repetir. En una de ellas, un navarro de Fustiñana se apostó la paga del día a que en la siguiente toma se tiraba desde el medio del puente al río. La gente no se lo creía y unos cuantos cruzaron apuestas. Cuando se gritó acción, el navarro salió y al llegar al medio se tiró dándose un chapuzón que le debió sentar a gloria porque hacía muchísimo calor. Lo curioso del gesto es que el propio Leone le felicitó por su iniciativa y encima ganó la apuesta”, comenta José Navarro, quien recuerda junto con Enrique que tras decidir adjudicar el salto al río a unos cuantos extras, “el capitán del Ejército que teníamos empezó a gritar que al que se tirase al río sin permiso le iban a cortar el pelo y los c?”.
ARACA La mayoría de los vascos y navarros que participaron en el rodaje habían hecho el campamento en el cuartel gazteiztarra de Araca donde se incorporaron en 1965 para luego ser destinados a Infantería y Artillería en Burgos en cuyas tierras se rodó parte de esta tercera parte de la trilogía de los dólares iniciada por Leone con La muerte tenía un precio, seguida de Por un puñado de dólares. “Para nosotros el rodaje fue un alivio porque, aunque fuera del rodaje seguíamos la estricta disciplina militar, durante la filmación estábamos rebajados de todos los servicios, teníamos mucho tiempo para holgazanear y además nos pagaron de maravilla. Como soldados nosotros teníamos una paga de 35 pesetas al mes y la productora nos pagaba 250 pesetas por día de rodaje”. Ello permitía que a pesar de que los soldados debían comer del rancho que les proporcionaba el Ejército, “alguna noche ya nos dimos algún festín cenando cordero; era lo que tenía manejar tanto dinero”, señala Urrutia, quien indica que “cuando volvíamos al cuartel dormíamos con la misma ropa del rodaje. Nordistas y sudistas juntos”. Arévalo, por su parte, recuerda que no eran infrecuentes las escapadas nocturnas a pesar de que en el campamento había vigilancia militar. “Una noche se escapó uno y fue a un bar de la zona donde debió tener una pelea de la que tuvo que salir corriendo hacia el campamento con la Guardia Civil siguiéndole los talones. Llegaron al cuartel pero al comunicarles que se había pasado lista y no faltaba nadie, no les quedó más remedio que marcharse”.
Anécdotas que a buen seguro resurgirán en este viaje a la memoria de una época en la que estos soldados se vieron envueltos en la guerra civil americana poniendo rostro a los soldados de la Unión y de la Confederación, cuyos cadáveres se amontonaron en las trincheras que se construyeron en las laderas que bordean la carreta que va desde Hortigüela a Covarrubias y en el famoso cementerio de Sad Hill, que será inaugurado mañana dentro de los actos programados con motivo del 50 aniversario del rodaje del film en el que tomaron parte varios vascos y navarros. “Hace tres años nos reunimos un pequeño grupo de quintos para celebrar nuestro paso por la mili”, apunta Urrutia, quien destaca que no llegaron conocer de cerca a los protagonistas del film aunque sí disfrutaron del omnipresente Sergio Leone. “Y de su secretaria Serena”, añade Arévalo.