Poner porterías al campo
Los niños juegan al balón en Indautxu, algún mayor teme por su cabeza... La regla no escrita es el respeto
UN chaval mira la plaza de Indautxu y donde el resto ve arcos, él debe divisar tentadoras porterías. Los bancos, dispuestos en círculo, quizás se le antojen gradas y palcos VIP. El caso es que los críos aficionados al fútbol detectan dos verticales y de la misma tratan de encajar un gol. El problema surge cuando pasa por allí una abuela empujando un carrito o hay una decena de personas mayores en sillas de ruedas a apenas unos metros de unos preadolescentes con vocación de delanteros.
A una niña que juega con sus amigas le pasa un balón a un palmo de la cara y otro está a punto de volarle la gorra a uno de los ancianos con problemas de movilidad. El hombre levanta enérgico el brazo en señal de protesta y el dueño del cuero, que rondará los seis años, se las ve y se las desea para reprimir la risa floja. Las palomas no saben dónde posarse con semejante trasiego de balones y globos de agua. La escena se repite con cierta frecuencia. En concreto, con la que permite la climatología, pero ¿está prohibido jugar al balón en Indautxu? El Ayuntamiento de Bilbao dice que no, que es “un espacio de uso público” y “son críos”, que “si hay sitio y no hay problemas ni incidentes, se puede”. En definitiva, que es “una cuestión de respeto”.
Pablo parece respetuoso, además de hábil con el esférico. Pero por mucho que domine el balón, reconoce que alguna que otra vez se le ha “escapado sin querer” y ha ido a estamparse contra algún viandante. “Nunca he llegado a tirar a nadie al suelo, pero a darle sí”, confiesa este preadolescente, al que “más de una vez” le ha “llamado la atención” algún ciudadano. “Por Indautxu no hay mucho sitio donde jugar. Deberían hacer un campo de fútbol”, propone, como si hubiera explanadas libres en el mismísimo centro. Seguro que Amelia, una señora que más de una vez ha sentido la brisa de un balonazo en el rostro, apoyaría la moción. “Pasar por la plaza Indautxu te da un miedo... Yo la rodeo toda por fuera. Le pegan con tanta fuerza que si te dan en la cabeza, te hacen una avería fina”, comenta con tono resignado, sin alzar un ápice la voz. Su madre vive en Particular de Indautxu, un tramo peatonal salpicado de bares, donde los padres a veces copan las terrazas mientras los balones de sus hijos rebotan a sus anchas. Encima de los portales han colocado unos letreros que rezan Prohibido todo juego de pelota en la calle conforme ordenanza Ayuntamiento de Bilbao.
En el Parque de Doña Casilda Javier se turna con su hijo adolescente y lo mismo chuta el balón que defiende la portería. “Solemos jugar en Indautxu, pero como hacía calor, hemos venido aquí. En Indautxu es sálvese quien pueda. Juegan dos o tres partidos a la vez y si va una persona mayor o en silla de ruedas, te la llevas por delante, porque controlar controlas lo que controlas”, confiesa. Algunos colegios, como Jesuitas, abren sus puertas los fines de semana para que su alumnado juegue al fútbol o al baloncesto en el patio, “pero siempre te da respeto ir si tu hijo no estudia allí”, admite. De habilitarse algún área, dice, el éxito estaría garantizado. De hecho, “en toda la zona que pusieron de baloncesto hay un montón de chavales jugando”. No obstante, Javier entiende que la cosa está complicada. “Hay demanda, pero me imagino que buscar espacios para jugar no será fácil”, admite. Además, añade, “pueden decir que el que quiera jugar tiene polideportivos. Eso está muy bien en invierno, pero cuando hace bueno todos queremos salir, en vez de estar en un sitio cerrado”.
Prohibido en la Plaza Euskadi Como “norma general”, la ordenanza municipal prohíbe “en las vías, calles y plazas de uso público los juegos o diversiones que puedan representar una molestia o peligro para otras personas o para quienes las practican” y veta, en particular, “el vuelo de cometas, aviones teledirigidos o no, cuando su estructura sea rígida y dura, boomerangs, platillos voladores y similares”. Al balón no se le cita expresamente y lo de generar molestias es, como se ve entre los usuarios, bastante subjetivo, así que parece que debe imperar el sentido común. En la práctica, señalan desde el Consistorio, suelen ser “las plazas privadas las que ponen lo de prohibido jugar al balón”, aunque también hay espacios públicos donde, normalmente a petición de los vecinos, se han colocado señales “para reforzar la norma”, ya sea “porque se está estropeando una zona ajardinada o porque es una zona de juegos infantiles o de estancia y se impide el disfrute de la misma”.
En la Plaza Euskadi, en la zona más cercana al Parque de Doña Casilda, un par de señales recuerdan que no se permite chutar y agradecen que se respete ese espacio, un lugar de paso con bancos para el descanso. Los trabajadores de dos cafeterías próximas a la Torre Iberdrola coinciden en que nunca han visto a nadie jugar al fútbol en la plaza. A lo sumo, “algún niño muy pequeño con una pelota” en la zona ajardinada trasera con vistas al Puente de Deusto.
Bajo un sol de justicia, la Plaza Euskadi está más bien desierta, salvo por una cuidadora que se cobija con dos pequeños en una sombra. “Los niños deberían de tener la posibilidad de jugar al balón aquí. Las personas que les cuidan pueden estar atentas para no molestar a la gente que pasa”, propone.
Con el arbolado de Doña Casilda como toldo, sentada en un banco, Asunción Moreno mira hacia las señales de la Plaza Euskadi, en la lejanía, y se muestra conforme. “Ya tienen este parque para jugar. Ese es un sitio bueno para estar tranquilamente la gente mayor, con niños. Ahora no, porque hace mucho calor, pero en invierno ahí que da el sol...”, comenta esta vecina de San Ignacio, para quien la clave es “concienciarse y respetar todos los espacios” porque “a veces los peatones también nos metemos en el carril bici y eso también está muy mal”.
A su lado asiente María Luisa Uriarte, que vive en Deusto y conoce, en la calle Sancho Azpeitia, “una plazoleta en la que te pegan cada balonazo...”. “Es particular, pero va toda la gente. Hay dos bares y ahí están jugando los críos hasta las doce de la noche”, comenta. “Es particular con derecho a roce, como digo yo”, bromea Asunción. “Hay carteles, pero los chavales siguen jugando. También hay carteles para que no entren a los jardines los perros y entran. Hay veces que las prohibiciones no se respetan, pero bueno”, se resigna María Luisa.