NADIE me cree, pero nunca he visto un muerto”. Lo jura Mari Ascen García de Andoin, que lleva toda su vida en un negocio relacionado con los muertos, el de servicios funerarios. “No sé por qué, pero nunca he podido ver un muerto, ni el de mis padres”, confiesa. Hace 35 años cogió las riendas de la funeraria que crearon sus padres en 1954 para modernizarla y hacer de ella una empresa de prestigio en las Encartaciones. Se lo ha ganado a pulso. Ella dice que no es emprendedora, que es “simplemente una mujer trabajadora”. Lo que sí reconoce es que “me gusta estar metida en todas las salsas”. Para que quede constancia de ello relata algunas de las cosas que ha hecho además de llevar la dirección de la Funeraria Aranguren. “Cuando mis hijos estaban en el colegio me metí en la AMPA; he participado en desfiles de moda en Zalla y Balmaseda; también estuve metida en la asociación para traer niños rusos, y he sido monitora de un grupo de danzas”, cuenta. Y dentro del sector en el que ha desarrollado toda su vida profesional, actualmente es secretaria de la Asociación de Empresas de Servicios Funerarios de Bizkaia y vocal de la asociación nacional Panasef, que recientemente celebró su asamblea anual en Bilbao . A pesar de que está jubilada, Mari Ascen no puede dejar de pasar por la oficina “de vez en cuando para dar una vuelta”. Y está tranquila porque el negocio sigue en buenas manos, en el de su hija María Begoña y su yerno Oscar. La saga continúa.

Mari Ascen recuerda que cuando tenía ocho años ya ayuda a su padre “a preparar el portier y las hachas con velas” en las casas donde se velaba al muerto. También iba por el pueblo colocando las esquelas en lugares visibles y, de paso, a cobrar facturas. Quien le daba las órdenes fundamentalmente era su madre, Primitiva Etxebarria, una mujer clave en el negocio y la vida familiar. “Mi madre fue pionera en trabajar”, dice. Y eso se lo transmitió a sus hijas. “Nos marcó mucho. Había que estar en la huerta, limpiar la casa, ayudar en la funeraria e ir al colegio”. De ella heredó ese espíritu incansable que hoy en día mantiene a sus 70 años. Sin embargo, el carácter emprendedor no le llegó por vía materna. “Ella tenía una mentalidad más antigua sobre el negocio”, dice, “era de tener el dinero en el banco”. En cambio, Mari Ascen fue la que incorporó “una mentalidad más moderna” en cuanto se hizo cargo del negocio, el año 1981. “Comencé a invertir”, afirma, “compramos un local en Zalla, porque hasta entonces la oficina estaba en casa, y adquirimos el primer coche fúnebre”. Los inicios de la modernización de la funeraria no fueron sencillos. Mari Ascen no se olvida de que el coche lo compró “gracias a que unos amigos nos prestaron el dinero, porque hoy en día voy al banco y no tengo problemas para que me den un préstamo, pero entonces no tenía nada”. Además, al iniciar la nueva etapa de la Funeraria Aranguren “tuve que pagar a mi hermana la parte del negocio que le correspondía”. Así que durante un tiempo tuvo que compaginar los servicios funerarios con las pólizas que hacía como delegada de una compañía de seguros.

Hay una época en la vida de Mari Ascen que estuvo alejada del trabajo funerario. Fue tras casarse y tener a sus dos hijos. “Estuve bastante delicada y el médico me dijo que no hiciera nada”, recuerda. Hasta entonces Mari Asun no había parado. A los 13 años su padre le matriculó en una academia para que “pudiera llevar la contabilidad de una casa”. Más tarde comenzó a recibir clases de costura hasta que se sacó el título en Bilbao. Y eso le sirvió para montar una academia de corte y confección en su casa “con probador y todo”, recuerda.

Incineración Tras superar el bache de salud, Mari Asun se metió de lleno en el negocio familiar hasta coger el testigo que le cedieron sus padres. Y 35 años después, Funeraria Aranguren es una moderna empresa con tres sedes: Zalla, Balmaseda y Villasana de Mena, una potente flota de vehículos funerarios y ocho empleados. Actualmente tienen dos proyectos “paralizados” para poder construir sendos crematorios, uno en Alonsotegi y otro en Santecilla (Burgos) porque Mari Ascen está convencida de que “es el futuro del sector funerario”. Más de la mitad de los servicios funerarios que realizan son incineraciones, pero al no tener hornos propios tienen que hacerlo en Llodio, Galdakao o Villarcayo. Mari Ascen se siente orgullosa de lo que ha hecho a lo largo de estos años. “El negocio está bien y sigue adelante”, dice. Su hija sigue la estela de Mari Ascen y de Primitiva.