Miguel A. Pardo

Santurtzi - Hay rincones del mundo que atraen la atención, marcan los sueños vitales de algunas personas. Para el santurtziarra Carlos de los Mozos, el Amazonas siempre ha sido un anhelo, un punto a conocer, disfrutar y con el que sentirse identificado. Tras varios viajes a diversas ciudades de Europa y de América como Costa Rica y Perú -en el país andino estuvo viviendo tres años- hace doce años decidió coger las maletas, sus pertenencias, y embarcarse en una aventura que tenía como destino el Amazonas brasileño. Allí encontró el amor, una familia, además de un ritmo y un espíritu de vida más acorde con sus principios. Todo gracias a la tribu indígena Assurini do Trokará afincada en la zona norte del país suramericano. Ahora, es un indígena más que tiene su hogar en mitad de la selva aunque, de vez en cuando, abandona el verdor de su hogar para visitar a la familia que dejó en Santurtzi.

Del Amazonas no ha vuelto solo. Nada más tocar suelo carioca dentro de su aventura se enamoró de Eloísa Afonso. “Fue todo un flechazo. Para coger la canoa con la que viajar por el río tenía que pasar por su casa. Allí la vi. Empezamos a hablar y hasta hoy”, explica Carlos, Akuawa -indígena valiente-, para su familia brasileña. El amor llamó a su puerta y cuando volvió a Santurtzi por primera vez de su viaje tenía más claro si cabe que se quería ir a vivir allí. “Cuando lo comenté hubo quien me dijo que estaba loco, pero me encanta el ritmo de vida, la cultura y la mentalidad que tenemos los indígenas”, señala Carlos, quien el próximo día 12 cumplirá 50 años. Él es ya uno más en la tribu y es tremendamente respetado en la comunidad Assurini. “La gente le respeta mucho, le aprecian por su forma de ser generosa y porque siempre ayuda en lo que puede”, destaca Eloísa, la esposa de Carlos. Ella viajó hasta Santurtzi por primera vez hace doce años y, en uno de esos primeros viajes, hizo un curso de cocina vasca y contrajo matrimonio con Carlos. “Aquí en Santurtzi vi el mar y la nieve por primera vez”. Cuando se conocieron, Eloísa ya tenía tres hijas, ahora, los cinco forman una gran familia que está a punto de aumentar. “Me encontré una familia ya hecha y ahora vamos a ser abuelos”, comenta Carlos entre risas. Pero la familia es mucho más amplia, ya que en la hermandad en la comunidad Assurini “nos ayudamos unos a otros, lo que yo tengo, si tú no lo tienes, también es para ti”, expone Eloísa, quien aprendió castellano de oído y en tan solo tres meses.

Lucha indígena La industria maderera es la gran amenaza del Amazonas y de los indígenas que viven en el pulmón del planeta. Por eso, Carlos también es uno de los cabecillas de la lucha contra la deforestación. “Peleamos por defender nuestra cultura y también nuestro planeta, porque la deforestación nos mata a todos poco a poco”, señala Carlos a quien lo que más le costó en su proceso de adaptación a la selva fue “el intenso calor que hace. Al principio no paraba de sudar”. Ahora mismo, Carlos y Eloísa viven en una ciudad cerca de la comunidad indígena porque quieren asegurar los estudios de sus hijos. “Mi casa es conocida como La Casa del Indio. Un día vinieron unos amigos a casa y mis vecinos gritaban que vienen los indios”, recuerda Carlos. Cuestionada por si vivirían en Santurtzi, esta pareja que ha unido dos culturas lo deja bien claro: “Santur-tzi es precioso, cada vez está mejor, pero me encanta vivir allí. Aquí se están perdiendo los valores humanos, prefiero la cultura Assurini”, zanja el indígena santurtziarra.