Karlos Martínez, un escultor forjado en el material de desecho
Karlos Martínez expone durante este mes en una sala de Bilbao Arte, donde ha estado un año como artista residente
CUANDO era un niño ya recortaba los animales que aparecían en los libros para jugar y hacer composiciones plásticas. Esa incipiente vena artística explica la trayectoria que ha desarollado posteriormente Karlos Martínez Bordoy. A sus 33 años se está consolidando como un artista con mucho futuro. Sus obras han merecido la consideración del jurado de Bilbao Arte para que estén expuestas en sus instalaciones a lo largo de este mes. Karlos presenta la colección Les effets de la vie en groupe, realizada con material de desecho. Según los comisarios de la exposición, la obra de Karlos “combina recuerdos y baratijas con materiales de su niñez para explorar el olvido”. Él está de acuerdo con la reseña. También se muestra satisfecho con la aceptación que está teniendo la exposición. “Estoy muy contento”, dice, “ con la repuesta y el feedback, que ha sido muy bueno”. Pero Karlos ya está pensando en el próximo proyecto que tiene entre manos. Cuando acabe en Bilbao Arte irá a Donostia para desarrollar un trabajo sobre el Sahara. Lo va a llevar a cabo junto a una mujer saharaui y el objetivo es “hacer algo en común para visibilizar la problemática del pueblo saharui y los campamentos”.
La vocación artística de Karlos salió a relucir a una edad muy temprana. Fue algo natural ya que, según confiesa, “en casa era obvio hacer cosas relacionadas con el arte”. Tanto él como sus dos hermanos se entretenían dibujando y haciendo lo que en una época se denominaba trabajos manuales en el lenguaje escolar. De todas formas, fue únicamente Karlos quien tomó de forma decisiva el camino artístico. “Tras el bachiller hice una diplomatura en la Escuela de Arte de Vitoria y cuando acabé me planteé hacer Bellas Artes, pero como vi la posibilidad de trabajar en el diseño...”. Se decantó por el trabajo, aunque tampoco abandonó la idea de seguir estudiando. Se matriculó en la Uned en Historia y Geografía, carrera que está a punto de finalizar. Los estudios los ha estado compatibilizando a lo largo de su carrera profesional, primero con un trabajo en Durango y posteriormente con su faceta como escultor. “Del 2007 al 2011 estuve trabajando en una asociación de familias con hijos con necesidades especiales, donde llevaba los talleres y la elaboración de una revista”, cuenta Karlos, “pero se quedaron sin fondos y tuvimos que dejar de formar parte de la plantilla”. A partir de ese momento se volcó en la producción artística y puede decir orgulloso que “desde 2011 la entrada íntegra de dinero me viene a través del arte”. Confiesa que “los últimos años me ha ido bien a través de la becas y premios que he conseguido”. Por ejemplo, el Premio Generaciones que obtuvo el año pasado y le dio la posibilidad de exponer su obra en la Casa Encendida de Madrid. Pero no ha sido la única recompensa a su buen hacer con las manos y la imaginación.
Entre sus últimas muestras destacan Historias Incomparables en la sala de exposiciones del Koldo Mitxelena Kulturunea, en Donostia en 2013, o en Abwehr Waldrand, exposición celebrada en la Galerie Lisi Hämmerle en Austria en 2014 con motivo de intercambio entre Bilbao Arte y Kunsthaus Bregenz. Su relación con Bilbao Arte viene de lejos. Ya estuvo como residente en 2009, pero en 2014 volvió a solicitar una nueva beca. Y se la concedieron. Pasó el año como residente, y como en todos los cursos un jurado seleccionó siete proyectos de treinta para que pudieran ser mostrados en sus salas. Y así es como Karlos ha dejado pinceladas de su talento.
Mercadillo
El título de la exposición, Les effets de la vie en groupe, se le ocurrió durante un viaje a Burdeos previo al inicio de la muestra. “Aunque no soy coleccionista, un día fui a un mercadillo de pulgas, de esos que se venden cosas de segunda mano, y allí encontré una revista, Sciences & Avenir, de divulgación científica de los años 60 que no conocía, en cuya contraportada aparecían unos saltamontes con esa frase, y me gustó como un posible título para la exposición”. ¿Y por qué?, le preguntamos. “Porque las personas, los animales, los objetos tendemos a agruparnos y dentro de esa agrupación existe un orden y unas pérdidas”. Ahí, en las pérdidas, es donde ha trabajado Karlos. “La pérdida a través de los objetos de desecho”, reflexiona. Por ese motivo ha utilizado cáscaras de mejillón, por ejemplo, u hojas caídas de los árboles. Aunque su obra se ha basado sobre todo en “material de desecho, pequeñas bisuterías que se quedan olvidadas en un cajón”.