LA fatalidad se agazapaba en La Herrera. Lo que prometía ser la luna de miel en París de una pareja de recién casados se tornó tragedia en esta zona de Zalla cuando el coche conducido por el novio en el que el matrimonio viajaba con su chófer volcó. Al recibir la noticia se interrumpió la música de celebración en la mansión indiana en la que se festejaba el banquete. Una hilera de más de treinta vehículos se dirigió apresuradamente a Bilbao. Pocas horas después, la joven, Cristina Gómez Mena, moría en el hospital de Basurto. Era el 24 de julio de 1927? día de su boda y de su 18 cumpleaños. Una semana más tarde fallecía su marido, Ramón de la Sota. Las hermanas Laura y Marta Zaldibar veraneaban en el municipio burgalés de Cadagua de Mena. Pasaban tardes escuchando las historias que les contaba Rosario, una anciana que vivía sola y repetía a menudo el triste relato de una chica que había perdido la vida el día de su boda. A partir de ahí, ellas documentaron lo sucedido. Prueba de que “todo el mundo tiene algo que contar y quien agradece escucharlo”.

Sobre esa lección bien aprendida se basa el proyecto que han emprendido junto con su amiga Inma Roiz, como ellas profesional de la comunicación -han estudiado Publicidad y Periodismo respectivamente: entre las tres escriben biografías noveladas por encargo. Es importante conocer los orígenes para entender el presente y legar esas enseñanzas a las futuras generaciones para que esa herencia permanezca, porque “a cada día que pasa se pierde un poco el saber de las personas cercanas que han construido calladamente nuestra historia y si nosotros existimos se debe a nuestros antepasados”, lamenta Inma. Laura, Marta e Inma plasman las semblanzas por escrito complementadas con fotografías que aportan los interesados y ellas mismas digitalizan cuando acuden a entrevistar a los protagonistas, evitando que tan valioso material se extravíe.

Desde que hace unos meses activaron la página web www.novelame.com han estandarizado el procedimiento que ya seguían cuando atendían las peticiones de su círculo más cercano. Entrevistan al protagonista, redactan un manuscrito, el cliente le da el visto bueno e imprimen encuadernados tantos ejemplares como éste solicite. A más copias, más páginas, más fotografías y si se elige cubrir la publicación con una tapa dura el libro se encarece. Si la iniciativa se realiza como sorpresa las conversaciones se centran en el entorno del homenajeado. Además, barajan ofertar dentro de poco otra variedad, a modo de revista, perfecta para regalos de boda y despedidas de solteros y las empresas pueden solicitar sus servicios.

Secretos compartidos Las mismas sonrisas y lágrimas que salpican las entrevistas personales se repiten cuando Inma, Laura y Marta entregan el resultado final, la novela de una vida. Casi siempre. “Hubo quien guardó todos los libros en el armario y lo cerró con llave. Es la reacción más curiosa que hemos visto”, revela Inma sin entrar en detalles. Y es que el acuerdo comercial incluye un contrato de confidencialidad para proteger la intimidad de quienes ponen sus historias, al fin y al cabo sus vidas, en manos de las tres amigas. “Respetamos que solo aparezca lo que los interesados estén dispuestos a decir”.

Al principio cuesta derribar la barrera del pudor. Si ya puede dar vergüenza exponer determinadas situaciones o sentimientos ante los seres queridos el reparo se multiplica cuando tienen en frente a tres personas que acaban de conocer. “Nos cuentan: ¿pero qué voy a decir? Si no tengo nada que contar?”, relatan.

El oficio de las entrevistadoras, con experiencia en los medios de comunicación, ayuda a relajar la situación y que los recuerdos fluyan, “no siempre cronológicamente, a veces se empieza por el presente y vamos recorriendo la historia hasta remontarnos a la época de la infancia”. Después ya se encargan de ordenar el material. Porque “en las familias también existe un teléfono descacharrado” que altera la información a medida que se va transmitiendo.

A Inma, Laura y Marta les han impactado relatos “muy duros”, acaecidos durante la Guerra Civil, las penurias de la posguerra y la dictadura franquista. Sin embargo, los protagonistas siempre se rompen de verdad “al hablar de sus padres”. Ellas lo atribuyen a que “los sentimientos se acumulan” y terminan abriendo su corazón más de lo que en un principio habían calculado. Hasta tal extremo que las reuniones en las que les hacen partícipes de sus secretos más personales suelen saber a poco. “Nos piden que nos quedemos más o que volvamos otro día”. Y es que el tiempo vuela, mientras la palabra escrita perdura.