Gernika-Lumo - Lleva años lejos de la localidad que le vio nacer. Primero en Los Ángeles, después en Madrid. La pasión por la cinematografía, aunque especialmente por ponerse detrás de una cámara, ha llevado al gernikarra Gabriel Beitia, de 42 años de edad, a residir en ambas ciudades para internarse en un mundo “complejo, pero muy estimulante”. Sin embargo ha vuelto recientemente a su pueblo, y lo ha hecho con su nuevo proyecto audiovisual bajo el brazo. Se trata del cortometraje Locas, que pudo presentar gracias a una invitación de Zine Klub. “Encantado” con la aceptación de su último proyecto, este cineasta persigue el sueño de poder dirigir largometrajes y dedicarse de lleno a su pasión. Lleva años haciéndolo, con una experiencia que le ha permitido “ir mejorando” mes a mes.
Un año de trabajo es lo que ha supuesto gestar Locas, un corto que tiene a dos personajes femeninos como hilo conductor, con dos historias vitales que arranca en la sala de espera de un psiquiátrico. Dirigiendo a un equipo de una veintena de personas, muchos son los detalles que ha debido cuidar. Desde el guion -adaptación de una obra teatral de José Pascual Abellán-, el atrezzo, el maquillaje, la iluminación o el montaje, “ha supuesto mucho trabajo. Han participado muchas personas y, conjugar horarios y ritmos de trabajo de cada una de ellas ha sido complicado”. Rodado en tres días de grabaciones, el último trabajo de Beitia -que se puede ver, en parte, en www.locaselcorto.com- se pudo materializar gracias al crownfounding.
Es decir, a las aportaciones vía Internet “de gente conocida que me ha echado una mano. Sin ellos hubiera sido imposible”, agradece. “Satisfecho” con la labor realizada, sin embargo, el cineasta gernikarra no es ningún recién llegado. Su currículum así lo atestigua. En 1998 se marchó a Los Ángeles para estudiar interpretación en la escuela Playhouse West, “aunque me di cuenta de que no era lo mío. No me apasionaba. Estuve una temporada allí, trabajando y formándome, aunque fue entonces cuando comencé a escribir”. Pronto puso rumbo a Madrid, donde acudió al prestigioso centro de Cristina Rota. Corría el año 2001, aunque no fue hasta seis años después cuando se zambulló de pleno en la dirección. “Me sentía mucho más cómodo detrás de la cámara que delante de ella”. La Escuela Superior de Artes y Espectáculos TAI, en la capital española, fue su pista de lanzamiento.
Director, ayudante de dirección o guionista, Beitia ha venido encandenando proyectos, uno tras otro, durante los últimos siete años. La web-serie Confesiones de baño fue su primera labor. Continuó con Enredadas, si bien ese mismo 2010 gestó su primer corto, titulado Cambio de Planes, siendo codirector y coguionista. En mi piso, no; Vuelo Cancelado; Please, don tell; Subte; No sabes la suerte que tienes y 21 con 40 han sido sus trabajos, con los que ha tomado parte en múltiples festivales -Notodofilmfest, Festival de cortos de RNE, Muestra de Cine Iberoamericano...- y se ha embolsado algún premio. “Más que la recompensa económica, los festivales sirven para darte a conocer y que vean tus trabajos”, relata sobre una trayectoria que va in crescendo. “Trato de que mis trabajos sean vistos por el mayor número de espectadores posibles. Y, sí, evidentemente echo la vista atrás y cambiaría algunos de los trabajos que he hecho. Pero son parte del proceso y adquieres experiencia”, rememora.
Ese proceso vital le encaminará a integrarse en nuevos proyectos, “a pesar de que hacer cine está difícil. La tecnología digital lo facilita, pero es muy complicado encontrar financiación”. Con el rodaje de otro corto a la vista, apunta a otro reto mayor, “más ilusionante aunque también más complejo”, según sentencia. “Este año espero terminar el guion de un largometraje y empezar la búsqueda para poder encontrar un productor”, adelanta. De nuevo aparece la financiación, que suele ser la llave para que muchos proyectos audiovisuales puedan ver una luz que Beitia controla a la perfección en sus rodajes.