Basauri - La vida del informático Jordi Monedero ha estado marcada por esa fascinación tan antigua del ser humano por poder volar, algo que le atrapó cuando era un niño. El aeromodelismo le sirvió para canalizar esa inquietud durante la adolescencia y después se enganchó al mundo del parapente. Hasta que llegaron los drones. Hace tres años manejó uno por primera vez y su vida profesional gira hoy en torno a estas aeronaves sin tripulación gracias a la innovadora empresa Drone by Drone.
Basauritarra de pro, su carácter inquieto le ha llevado también a aportar su granito de arena a las fiestas de la localidad, creando la cuadrilla Txano Gorritxu e impulsando el hoy popular acto de despedida de los Sanfaustos, un evento que en 2014 grabó por primera vez desde un dron logrando un resultado espectacular.
Estos vehículos aéreos ocupan hoy una parte muy importante del día a día de Monedero, una parcela de tiempo mayor incluso que la que años atrás ocupaban el aeromodelismo y el parapente. Son parte de su trabajo y también una de sus principales aficiones. “Cuando en 2013 los probé por primera vez aluciné. Antes había utilizado paramotores, pero los drones eran otra cosa. Me di cuenta de que iban a cambiar el mundo, la sensación fue similar a la que tuve cuando utilicé internet por primera vez”, explica.
A partir de ese momento, este informático basauritarra comenzó a salir a diario a volar su primer dron. Empezó a grabar vídeos y en una ocasión decidió pedir permiso a Kepa Junkera, a través de un amigo, para musicar uno de aquellos primeros trabajos como aficionados. Unos meses después, terminaría encargándose de la grabación del popular videoclip de Sorginak infernuko hauspotik irtetzen, junto a Alberto Oliveros y a su novia Ana Garzón. “Euskadi es un lugar alucinante para pilotar un dron y Urdaibai, en concreto, es increíble. Me gustaba grabar por la zona y tras reunirnos con Kepa Junkera terminamos grabando aquel vídeo, que generó bastante expectación”, indica.
profesional Poco tiempo después le llegaría la oportunidad de hacer del mundo de los drones su profesión. Un grupo de emprendedores contactó con él y le presentó a Ander García, ingeniero aeronáutico bilbaino. Convencidos de la potencialidad de los drones, les animaron a impulsar un proyecto en común. Se cayeron tan bien que en poco tiempo se convirtieron en los protagonistas de una particular historia de innovación empresarial.
El proyecto ha ido creciendo y diversificándose a lo largo del último año hasta unos límites sorprendentes. La empresa realiza hoy fotografía aérea y filmación audiovisual, inspección para el mantenimiento de edificios, permite analizar explotaciones agrícolas, realiza labores en el ámbito de la arqueología o ayuda a modelizar terrenos y construcciones en 3D. “Trabajamos para ingenierías, instituciones como la Diputación de Bizkaia o para televisiones”, añade. De hecho, ya pueden presumir de haber trabajado para canales de televisión alemanes, franceses y españoles.
Están convencidos de que es solo el principio: “Las posibilidades son impresionantes. Terminaremos llevándonos un dron para fotografiar nuestras vacaciones”, señala. En la cresta de la ola de esta pequeña revolución, incluso han comenzado a impartir cursos para instruir en la utilización de drones de manera profesional.
La empresa opera en el centro de Bilbao y también en una oficina del barrio de Pozokoetxe. Muy cerca de allí, en el barrio basauritarra de Ariz, comenzó a forjar esa afición que tanto marcaría su futuro. “El aeromodelismo fue el inicio: ¡me costó dos años montar mi primer avión! Lo hice con 14 años a base de ahorrar pagas, y a partir de ahí empecé a salir todos los fines de semana con aviones de radiocontrol”.
Después comenzaría a barruntar el sueño de ser piloto, algo que desde el punto de vista económico le resultó inasumible. Descubrir el mundo del parapente le sirvió para canalizar ese deseo de volar, y llegó a ser monitor. “Cumplí mi ilusión y empecé a volar compulsivamente”. Hasta que los drones dieron otro pequeño vuelco a su vida.