ANTES de entrar a ofrecer detalles sobre su vida, María Luisa advierte de que la suya “es una historia metafísica”. Lo dice porque siempre ha sentido una especial atracción por los temas relacionados con “la espiritualidad”. Pero al margen de la metafísica, María Luisa tiene una historia muy real, la que inició siendo muy jovencita vendiendo ropa en una tienda del Casco Viejo. Allí desarrolló su talento para el comercio. Tanto es así que un día decidió independizarse para montar una tienda de frutos secos y posteriormente una de modas en Usansolo. Hasta que llegó la crisis económica, “que me tiró el negocio”, dice. Ante esa situación, decidió reinventarse. Para ello, lo primero que hizo fue buscar refugio en la meditación. Y a través de ella sintió “la paz interior” y descubrió que tenía “un potencial” para la enseñanza. Eso le animó a comenzar a impartir clases sobre todas las técnicas relacionadas con la “autoayuda personal”. Y así lleva nueve años. Algún día le gustaría poder vivir de esas enseñanzas exclusivamente, pero mientras eso llega se conforma con que la gente “salga feliz y sin estrés de su talleres”.

María Luisa comenzó a trabajar de dependienta en Fancy “con apenas 16 años”. Cuenta que muy pronto supo lo que era “el estrés en el comercio”. Eso le hizo interesarse por la meditación y buscar “lugares para la relajación”. “Y ahí me di cuenta de que teníamos un cuerpo con vida interior”, recuerda. Pero la vida continuaba y había que seguir llevando el jornal a casa. Así que se mantuvo en el mundo comercial de la moda hasta que con 23 años, “me dieron el paro y puse una tienda en Santutxu”. Estuvo 18 años vendiendo frutos secos, pero parece ser que le tiraba más la venta de ropa. “Abrí Modas Marisa en Usansolo, pero con la crisis me quedé sin nada, hasta sin piso, que pasó a ser de los bancos, aunque al final lo pude recuperar gracias a que me ayudaron”. Fue entonces cuando decidió dar un giro radical a su vida. “Me fui a meditar”, dice. Estuvo más de diez días encerrada en un casa en Toledo realizando un seminario de meditación Vipassana. “Comíamos poco y no nos dejaban hablar con nadie”, recuerda. Volvió como nueva. Tanto es así que decidió iniciar “el camino de la enseñanza de la meditación”. Empezó en un pequeño piso que le dejó una amiga en Atxuri “hasta que tuve la oportunidad de entrar en Güimar, una asociación de terapeutas holísticos”. Desde esa asociación, compuesta por un reducido grupo de personas, intentan desarrollar “acciones solidarias para gente sin recursos”. En su sede social, ubicada en el Casco Viejo de Bilbao, es donde imparte los talleres, aunque a María Luisa no le guste mucho este término. “Yo lo único que hago”, dice, “es canalizar la energía para que la gente entre en la meditación profunda”. Y eso, ¿cómo se consigue? le preguntamos. “Con un trabajo muy sencillo”, contesta. “Hoy en día hay técnicas muy sencillas”, prosigue explicando, “a través de las cuales se consigue encontrar mucha paz”. Tan solo son necesarios, según ella, “veinte minutos al día en tu casa”. María Luisa, que se guía “por la intuición” para llevar a buen término sus clases con grupos de hasta ocho personas, pretende “enseñar a la gente a vivir tranquila y en paz”. Algo complicado en los tiempos que corren. “Pero para eso está el método de Fernando Nogueira (su maestro ya fallecido), que se basa fundamentalmente en la respiración”, explica. Con ese método intenta que sus clientes superen la tensión que produce el ritmo de vida actual. “El estrés”, explica María Luisa, “es un estado mental a través del cual se va la vida con el pensamiento, por eso, lo que hace la meditación es parar la mente”.

Música La última técnica que ha incorporado a sus enseñanzas es la música que sale de los cuencos tibetanos que ella misma toca. “He aprendido yo sola”,dice, “nadie me ha enseñado nada, todo lo hago desde el instinto”. Con esa cualidad innata es capaz de ofrecer conciertos que conduzcan a quien lo escucha a la meditación. En los carteles que se anuncia, María Luisa se presenta como “canalizadora espiritual que te acompaña a agudizar tus sentidos naturales”. En casi todos los talleres pide la “aportación voluntaria”, pero aclara que “lo que se recauda es para la asociación, que lo destina a gente sin recursos”. De todas formas, esta mujer hecha a sí misma confiesa que le gustaría dedicarse profesionalmente a estas terapias holísticas. Lo que tiene claro es que no volverá al comercio. Huye del estrés como de la peste. Y eso lo contagia.