Elixane Castresana
Karrantza- En la décima edición del premio que lleva su mismo nombre, la asociación Karrantza Naturala puso ayer el micrófono sobre la comunicación. La que fluye a través de las ondas radiofónicas en el programa La flor de la canela que Iñaki Astigarraga presenta desde hace 23 años en Radio Popular y las fotografías de Sergio González Ahedo que captan la biodiversidad del ecosistema local. Expresan por diferentes canales el “orgullo” de pertenecer al valle que de ahora en adelante recordarán al mirar el trofeo que les transporta a la galería de carranzanos ilustres.
Montañas, plantas, animales, costumbres y, sobre todo, personas, que ocupan un lugar preferente en el trabajo de ambos premiados. “Cuando enfoco desde alguna cumbre, mis encuadres siempre miran a Karrantza”, dice Sergio González Ahedo. Bombero, además de ciclista, triatleta y aficionado a fotografía y botánica, ha contribuido con su trabajo a catalogar el patrimonio natural del “último valle, entendiendo como tal que todavía se conserva una naturaleza real”, explicó Amador Prieto. El biólogo recuerda bien el día que un chico se le acercó en una de las excursiones que un grupo de botánicos organizaba a Karrantza para buscar plantas singulares. “Nos pidió indicaciones para localizar aquellas joyas y empezó a fotografiarlas”, relató. Así, Sergio González Ahedo pudo documentar la presencia de “flora protegida, como narcisos y orquídeas, orquídeas de diez centímetros, no como las que imaginamos, lo que demuestra que es un botánico embajador de la biodiversidad del municipio”. “Me defino como chauvinista porque tenemos motivos para enorgullecernos de Karrantza. Las fotos no engañan”, asegura el homenajeado, autor, además, de las imágenes de los calendarios de los bomberos de Bilbao de 2013 y 2015, y ganador de tres medallas en las olimpiadas de bomberos y policías celebradas en Belfast hace tres años. Cree que quedan tantos tesoros monumentales y naturales, fiestas y costumbres por inmortalizar que no contempla ampliar el zoom del objetivo fotográfico más allá de su querido valle.
Iñaki Astigarraga también pregona sus raíces en cuanto se presenta la ocasión. Rara vez la emisión de La flor de la canela, que acumula más de mil programas, finaliza en Radio Popular sin una mención al lugar en el que nació su padre y él pasó largas temporadas de niño. “La infancia es la patria del hombre”, afirmó. Durante el trayecto desde Bilbao aprovechó para detenerse otra vez en aquellos sitios que le marcaron el año y medio que residió con sus tíos tras morir su padre. “Al atravesar el puerto de La Escrita de camino ha levantado la cabeza para ver esa primera perspectiva del valle, y a partir de ese momento ha sido un monólogo de recuerdos de aquella época”, contó su amigo, Pelayo Serrano, que acudió con él a la cita más entrañable.
“En la iglesia de Soscaño las mujeres se sentaban a la izquierda y los hombres a la derecha, lo que a mí, que venía de Bilbao, me chocaba”, reprodujo Iñaki Astigarraga. En San Esteban floreció su afición al teatro en una obra de título Anacleto se divorcia, “lo que podía parecer paradójico en pleno franquismo, pero en realidad suponía una crítica a las separaciones”.
“Viaje a la libertad” Su familia vivía en el centro administrativo de Karrantza, el barrio de Concha, donde su tío Julio trabajaba como secretario en el Ayuntamiento. Lo último que escuchaba antes de irse a dormir era “el ruido de los cántaros de leche vacíos en la tienda que había debajo” y se despertaba con el sonido de los carros de caballos de los ganaderos que se acercaban a reponer las provisiones.
El viaje de hora y media hacia Karrantza conducía a “la naturaleza y la libertad y le permitía experimentar. Vivencias que, “junto con la gente a la que conocí, me han convertido en lo que soy”. Como las visitas a la panadería Matxako, “un templo de la alquimia para mí”. Iñaki Astigarraga acompañaba entusiasmado al panadero en sus repartos “por todos los barrios al volante de una DKV”. Durante los recorridos respondía en innumerables ocasiones a la pregunta “¿Y tú, de quién eres?”
Despuntó en el mundo de la radiofórmula en los años ochenta, quizás por aquellas sesiones teatrales en el valle “maravilloso, perdido y muchas veces olvidado por las instituciones”. Y nunca ha dejado de intercalar referencias a Karrantza en antena. Sin embargo, guardaba una espina clavada, una deuda que ayer por fin saldó. “Cuando era niño, un chaval al que yo había dejado mi bicicleta me prestó una chimbera y en el camino entre Concha y la estación me dediqué a tirar a las bombillas que encontraba”, describió.
La fechoría le costó no volver a Karrantza hasta un año más tarde. Además, tuvo que pagar los seis puntos de luz... que no eran seis, sino nueve, según desveló, para acto seguido entregar al alcalde tres bombillas en una divertida confesión.